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Razones para un portazo

Después de tantos meses de incertidumbre, Podemos ha dicho no a IU para confluir juntos en una candidatura electoral ante los próximos comicios que se avecinan. Ya para las elecciones municipales, Podemos avanzó que no estaba en disposición de preparar candidaturas propias, limpias de advenedizos de otros partidos que, ante el espectacular despegue de Podemos en las encuestas, quisieran apuntarse a caballo ganador. El objetivo de este partido eran y son, primordialmente, las elecciones autonómicas y generales, y estoy de acuerdo con esa estrategia porque en el ámbito municipal operan muchos otros partidos regionales, provinciales, locales e incluso agrupaciones de electores, con los que los inscritos a Podemos pueden confluir pero no, quizás, eludir. Por tanto, creo que en el ámbito local, el más cercano al ciudadano, es acertada la decisión de Podemos -a iguales meses vista de las elecciones autonómicas- de mezclarse con otras formaciones políticas o movimientos sociales a título individual y no colectivo. La razón la ha dado el mismo Podemos: preservar ahora la marca para el ámbito autonómico y estatal y reservarla para el municipal cuando el partido esté totalmente asentado y organizado. Sin embargo, hay localidades que van a ser una excepción a esta regla y yo añadiría a dicha excepción todas las capitales de provincia y ciudades importantes, donde sí creo que se podía centrar el esfuerzo de campaña municipal, ya que el mismo esfuerzo habrá que hacer en esos grandes municipios de cara a las elecciones autonómicas.

La segunda incógnita que nos ha mantenido en vilo desde las elecciones europeas era el posible pacto con IU para las elecciones autonómicas o generales, y aquí es donde se dividen las posturas. Unos defienden que Podemos se ha presentado siempre como un partido de los de abajo frente a los de arriba, y en esa descripción, cabría perfectamente un pacto con IU, pues la izquierda tiene como objetivo prioritario la defensa y representación de los intereses de la clase trabajadora que, como bien sabemos, sigue ocupando el escalafón más bajo de la estratificación social. La lucha de clases no ha desaparecido, como pretenden los neoliberales, sino que se ha difuminado en otros órdenes distintos al laboral, ya no exclusivo de dicha lucha histórica.

Y otros aplauden la decisión que ha tomado Podemos de presentarse en solitario, entre los que yo me encuentro. Y explico por qué. En primer lugar, porque “abajo” hoy no sólo es un estrato socio-económico formado exclusivamente por obreros, término éste que ha ampliado los colectivos laborales que históricamente incluía, de modo que hoy son obreros también administrativos, dependientes de comercio, teleoperadores y, a mi modo de ver, todo aquel trabajador que no gane un sueldo superior a 2,5 veces el salario mínimo interprofesional, es decir, todo aquel trabajador que gane menos de mil quinientos euros. “Abajo” hay también, por el efecto devastador de la Gran Recesión de 2008 y las políticas de austeridad y recortes en la eurozona, antiguas clases medias venidas a menos, autónomos, comerciantes y pequeños empresarios que han visto disminuir considerablemente sus ingresos, quedando encuadrados en ese escalafón salarial que acabo de definir como “obrero”. En estos colectivos ahora incorporados “abajo” no tiene por qué predominar la ideología de izquierdas. Es más, creo yo que al contrario.

Por tanto, creo que es adecuado el análisis que ha hecho Podemos, afirmando que esta crisis ha desplazado el eje político izquierda-derecha al eje arriba-abajo. Y se dirá que Podemos siempre se presentó defendiendo este discurso, pero con un claro impulso inicial izquierdista, que ahora ha corregido, queriendo representar a la mayoría social afectada por la crisis, ocupando “la centralidad del tablero”. ¿Por qué esa corrección, preguntan muchos? Yo creo que es evidente que las expectativas electorales que anuncian una y otra vez las encuestas han pillado desprevenidos incluso a los máximos impulsores de Podemos, máxime a partir de las elecciones europeas, cuando muchos más votantes vieron, tras dichos resultados, que Podemos podía ser el partido que, al menos, intentara cambiar las cosas de verdad y corrigiera el rumbo de latrocinio que nos ha abocado a esta política de desmantelamiento social. 

Si una formación política parte desde la izquierda y en pocos meses es atractiva incluso para quien no se considera de izquierdas, ¿es legítimo ensanchar el caladero de votos? Creo que sí, siempre y cuando se persiga el objetivo último de gobernar o influir en los gobiernos para cambiar el estatu quo que está hundiendo a millones de españoles. Y aquí es donde, creo, que IU siempre se quedó corta en sus ambiciones, pues ni siquiera la profunda crisis económica y política le hizo despertar del sueño complaciente de ser oposición o, como mucho, muleta de gobierno. Ya en 2013 mareó la perdiz (expresión que tanto le gusta a Cayo Lara) con multitud de organizaciones políticas de izquierda y movimientos sociales, anunciando una convergencia para las elecciones europeas que no fue tal. Y cuando se trató de exponer equitativamente a sus candidatos con los del resto de organizaciones en unas elecciones primarias ciudadanas, dio la negativa por respuesta. Ahí despegó Podemos, una idea impulsada por una amalgama de activistas de izquierda, del 15M, de las mareas ciudadanas, de Izquierda Anticapitalista, de la PAH, etc. Creo que IU cometió el error de la soberbia, por saberse un partido bien implantado, incluso con responsabilidades de gobierno local y autonómico, pero que no supo interpretar adecuadamente la demanda para una nueva política partidista que hacía una ciudadanía maltratada por la crisis.

En la inmediatez de los resultados electorales al Parlamento Europeo, incluso IU trató de igual a igual a Podemos. Solo cuando las encuestas comenzaron a detectar un incremento inusual de la intención de voto a esa formación, IU se prestó a cortejar diplomáticamente a Podemos, repitiendo una y otra vez su predisposición a la convergencia, impulsada públicamente por su candidato más joven y mediático, Alberto Garzón, predestinado por confabulación de última hora del tripartito (PP-PSOE-IBEX35) a hacerse con las riendas de IU, algo que acertadamente ha vislumbrado en el horizonte Cayo Lara. Ahora, es evidente que a quien más interesa la convergencia preelectoral con Podemos es a IU, pero a Podemos, en ese caso, se le plantearía la siguiente pregunta: ¿cuántos votantes se perderían con dicha alianza?

Y la reflexión es peliaguda, máxime si, como dicen algunas encuestas, hay votantes del PSOE y del PP que tienen, ahora, intención de votar a Podemos en las próximas convocatorias electorales. Se llegó a publicar que Podemos recibía un 17% de voto del PSOE y también un 17% de voto del PP, recibiendo mucho más de IU. Podríamos decir que no ha sido Podemos quien se ha centralizado sino que han sido los posibles votantes de Podemos quienes le están diciendo a dicha formación, encuesta tras encuesta, que se centralice, que aparque las tendencias izquierdistas y que piense a lo grande para esa mayoría social devastada por la crisis, que ya está harta del tripartito (PP-PSOE-IBEX35), y que casi no cree en ideologías sino en sentido común, honradez y reparto de riqueza. Ahora bien, cuidado con las encuestas, que las carga el diablo (en este caso, quien las encarga) y algunas de ellas estarían arrojando un resultado demasiado espectacular para Podemos, precisamente para asustar el voto desencantado de socialistas y populares que tendrían pensado abstenerse o votarles.

Hay una última razón que podría latir en el portazo de Podemos a IU y que casi nadie se pregunta. ¿Se ha superado ya en España la histórica división entre socialistas y comunistas que se arrastra desde la Segunda República? Yo todavía tengo amigos que han crecido en hogares comunistas y socialistas en los que se les ha inculcado esa división y quizás ese sea el lastre de IU que antes llevaba a muchos votantes desencantados del PSOE a quedarse en casa y, ahora, votarían a Podemos.

FRANCÍ XAVIER MUÑOZ

Diplomado en Humanidades y en Gestión Empresarial

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