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La corrupción

La corrupción
Alfonso J. Vázquez

Aunque siempre veo el vaso medio lleno, el artículo “La corrupción” del Sr. Trillo, ex presidente de la Sala Tercera del Tribunal supremo publicado en ABC el 09.08.2016, también optimista, incurre en un error experimental. Lamenta él la sensación de corrupción que invade a todos los ciudadanos del país. No cabe otra. Responde a la realidad. Desde los niveles más altos del Estado se ha practicado siempre con total impunidad; mayor aún que en los municipios más pequeño.

Es inútil negar que “la corrupción es una niebla espesa que ciega su sana viabilidad [la del sistema] porque ha quedado definitivamente incrustada en él, hasta el punto de que ha llegado a definirlo”. Aunque hay políticos que no son corruptos eso no permite; esa excepción de corrupción debería producir rechazo, porque debería ser la norma. El punto cero de la actuación de un político es su comportamiento ético. Un solo corrupto debería escandalizarnos. Pero la corrupción ha cambiado el marco exigencia porque se han instalado tanto en el sistema que hasta los no corruptos dice: ¡No todos somos corruptos! Cuando ellos deberían decir ¡No toleraremos ni un solo corrupto!, en lugar de protegerlos hasta que el juez ya no selo permite.

Entonces salen con lo de la “presunción de inocencia” habiendo “sospecha de culpabilidad”.

Es lamentable que el Sr. Trillo desprecie a “esas entidades anglosajonas que viven de observar aconteceres ajenos y valorarlos según su vara de medir, hablen de que la corrupción es sistémica en España”. Por su trabajo de investigación sobre la corrupción deberíamos estar agradecidos. Aquí no lo hace nadie. ¿Cómo puede reprocharles que vivan de su trabajo? Sólo los corruptos no viven de su trabajo sino de sus corrupciones y sólo ellos merecen el reproche por esa vida. Además, lo verdaderamente importante es que: mida quien mida la corrupción que hay es un hecho que existe. Con esa o con otra vara de medir nada de lo que denuncian es falso,

Por otra parte la referencia a los comentarios de Ortega sobre Mirabeau están también fuera de lugar. Su interpretación de la vida de Mirabeau es erróne. Su vida privada delictiva sufrió sanción públicas; su vida pública merece elogios. Ojalá fuera seguida por los políticos españoles. Los corruptos políticos españoles no siguieron el ejemplo de Mirabeau: prefirieron ser corruptos. 

Y también es falso “que el sistema constitucional español, en apreciación conjunta de la prueba … merece una admiración no menor que la que ofreció Ortega a la visión política de Mirabeau”. El sistema “bajo el que sobrevivimos” - ¡pregunten a los 20 millones de parados hijos de la corrupción! - será parlamentario - el de Franco también lo era- pero nunca será democrático. No lo es ninguna monarquía. Ésta, además ha nacido de la voluntad de un dictador al que padre e hijo han alabado con interesada e inolvidable servilidad; y eso también es corrupción.

Al Jefe del Estado en España no se le elige, como en una democracia: lo nombró un dictador; tampoco somos iguales ante la ley: una familia tiene privilegios desde la cuna hasta más allá de la muerte: ¡los heredan! Comparar al autor del “Ensayo sobre el despotismo” con el sistema heredero del franquismo afrenta a Mirabeau. Los más famosos textos de Franco fueron condenas de muerte con que “legalizó” sus asesinatos y la ley donde hizo al rey su heredero.

Que el Sr. Trillo pretenda disimular la realidad corrupta del sistema alegando que en los USA valoran “ferozmente independiente” al poder judicial no convierte en jardín el lodazal político en el que vivimos. En cualquier lodazal florece la rosa. Pero lo que ya es excesivo es afirmar que “iluminan en la cúspide”. Eso exigiría olvidar algunas sentencias terriblemente politizadas y por ello inolvidables: el apoyo a la corrupta aplicación de la doctrina Parot para perjudicar a un etarra juzgado con las leyes franquista; el apoyo a las cláusulas suelo con el que se consagró la estafa a millones de honrados trabajadores y tantas otras que el TJUE ha revocado ¡y las que revocará!

Por todo ello y más es total nuestro desacuerdo con la conclusión “el tema de la corrupción de ningún modo debe sentirse como definitivamente lesivo para la calidad sustancial del sistema” porque no es sólo “una incidencia grave, muy grave, un reto, si así se quiere, pero ante el que el propio sistema se engrandece y fortalece al contestarlo con el poder del Derecho”. El “sistema político está corrupto” y de él nace la corrupción que procura la impotencia del poder judicial.

Los lectores de ABC estarán contentos con el artículo del Sr.Trillo; yo espero que mis lectores estén contentos con el mío.

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