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La quiebra de la monarquía de Alfonso XIII entre 1917 y 1923

La quiebra de la monarquía de Alfonso XII entre 1917 y 1923
Eduardo Montagut

Eduardo Dato volvió a formar gobierno y logró contener la crisis general de 1917, gracias al apoyo del ejército y de los propios parlamentarios de la Asamblea, temerosos de la revolución social. Pero, realmente, la crisis había demostrado la incapacidad del sistema para ampliar sus bases sociales y democratizarse. La conflictividad social se agudizó en un contexto de crisis económica. La guerra de Marruecos agravó la situación aún más.

El último intento de mantener el sistema vino de la mano de la creación de los gobiernos de concentración. Ante la dimisión de Dato en octubre de 1917, instigada por las Juntas de Defensa, el rey propuso la creación de este tipo de gobiernos, es decir, ejecutivos formados por liberales, conservadores y miembros de la Lliga. La alternativa al turnismo era buscar un gobierno que aglutinara a la oligarquía liberal-conservadora con la burguesía catalana como un intento de mantener el poder ante el miedo a la revolución social.

Estos gobiernos emprendieron reformas. Un gobierno presidido por el liberal García Prieto intentó contentar al ejército con subida de salarios y ascensos por antigüedad; otro de Maura con Cambó en el ministerio de Fomento impulsó las obras públicas, la agricultura, y los ferrocarriles. Realmente, las reformas emprendidas por los gobiernos de concentración no fueron profundas y, ante su fracaso, se volvió al turnismo, pero la incapacidad para conseguir mayorías estables provocó una permanente inestabilidad gubernamental. 

Mientras se producía esta crisis política permanente, España vivía una fuerte crisis económica al terminar la guerra mundial: contracción de la demanda con cierre de empresas, consiguiente aumento del paro y rebajas salariales. Esta situación provocó un aumento de la conflictividad social, en plena Revolución Rusa, ejemplo del triunfo del socialismo.

El descontento de los obreros fue dirigido por los sindicatos, en plena expansión: UGT y CNT. La acción sindical se intensificó en el campo, en las zonas industriales y las grandes ciudades. En Andalucía se produjo el conocido como trienio bolchevique, provocado por las condiciones de vida de los jornaleros. En Barcelona se concentró el mayor nivel de violencia entre los años 1919 y 1923, a causa de la fuerza de la CNT y la dura respuesta de los patronos. El primer gran conflicto fue la huelga general de 1919 iniciada en la empresa “La Canadiense”, que paralizó durante 44 días los servicios en Barcelona. Por mediación del gobierno se logró un acuerdo por el que se readmitía a los despedidos y se conseguía la jornada de ocho horas.

Ante la fuerza de la CNT y el acuerdo que estipulaba la readmisión de los obreros despedidos, la patronal recurrió al cierre empresarial y creó una milicia privada, el somatén, e incluso se contrató a pistoleros a sueldo para asesinar a los dirigentes sindicales. Los sindicalistas recurrieron, a su vez, a la violencia, asesinando a políticos (Eduardo Dato) y empresarios. En 1921 se aprobó la “Ley de Fugas”, que permitía matar a los detenidos que intentaran huir. Esto permitió el asesinato impune de muchos dirigentes obreros.

El sistema de desmoronaba, y de Marruecos llegaba la terrible noticia del Desastre de Annual.


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