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Asturias y la Tercera República

Pedro García Bilbao a la izquierda de la foto
La Biblioteca Pública del Fontán acogió ayer viernes una mesa redonda sobre 'Asturias y la III República'. Participaron Luis Arias Argüelles-Meres (escritor republicano), Faustino Zapico Álvarez (Izquierda Asturiana), Pedro Alberto García Bilbao (Unión Republicana) y moderó Pedro Hernández Ayestarán (Unión Republicana)

El profesor Pedro García Bilbao, señala que «La monarquía en España ha cometido crímenes graves contra el pueblo español, sus libertades y su soberanía nacional. Esto no es Holanda, Inglaterra o Suecia. Aquí los monárquicos conspiraron para un golpe de estado y una guerra. Los pretendientes se pusieron en manos del dictador y justificaron sus crímenes, el rey fue jefe de estado de la dictadura al menos dos años y es por tanto responsable máximo de sus crímenes contra la nación. Comparar con los escandinavos, Holanda o Reino Unido es absurdo».

Según Pedro Alberto García Bilbao, de Unión Republicana, es factible un cambio de régimen, «Tanto como el que logremos una democracia plena y socialmente avanzada. Lo que no va a ocurrir es que sea promovido o favorecido por el poder, la República depende exclusivamente de los que creen en ella y de su capacidad para organizar esa esperanza que, desde luego, sigue viva pese a todo»

«La Tercera República es posible, pues depende exclusivamente de las personas, de su toma de conciencia y de su capacidad para actuar colectiva y democraticamente. Otro tema es que sea fácil o difícil. La mejor prueba de que es posible es el miedo que la simple palabra República despierta en el poder en España y los esfuerzos en combatir su recuerdo. Bastaría con quienes dicen ser o sentirse republicanos votasen a republicanos para que se pueda avanzar hacia ella», argumenta García Bilbao.

«A España le bastaría una sola generación completa educada en libertad y con valores republicanos, en paz con su pasado y con lucidez sobre su historia, una sola generación que pudiera así educar a sus propios hijos y transmitirles un testigo de dignidad colectiva y fraterna de la que pudieran sentirse orgullosos, para que nada nos pueda detener y llegar a ser un ejemplo en el que el mundo tuviera que mirarse», sentencia.




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