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Valoración 15 S / «Algo va muy mal. Tras el 15 S la patronal y el gobierno ya saben que no hay nada organizado que confronte su programa de aniquilación»


Tras el 15 S la patronal y el gobierno ya saben que no hay nada organizado que confronte su programa de aniquilación.

La marcha convocada por los sindicatos ha sido seguida por cientos de miles de personas. Podemos hablar de gran éxito de participación. Bien, pero participación, en qué, nos preguntamos.

La marcha, nos dicen, no ha sido una marcha de trabajadores en lucha, no ha sido una manifestación obrera, de los obreros de la industria, de la educación, de la salud, de los servicios… de los asalariados en suma, de todos aquellos que viven de su trabajo asalariado y que ven como día a día se pierden derechos, condiciones, salario, o cómo se condena al paro a cada día más gente. No ha sido la marcha de los que están sufriendo en tanto que clase agresiones sin precedentes. me explico, sí que lo ha sido, pero no fueron convocados como tales por la dirección sindical.

La prensa de Madrid se ha apresurado a resaltar tal extremo y hacerlo suyo. No ha habido una muestra de resistencia de los trabajadores por cientos de miles, no. Son «ciudadanos», son «sectores de ciudadanos», son «indignados», son «movimientos sociales», «sectores sociales», el pueblo, nos dicen, el 99% ya saben.

Y según el secretario de CC.OO lo que está pasando no es suficiente para una Huelga General, porque «un día de lucha» no arregla nada. El País y Público se han coordinado a la perfección con Toxo y Méndez: es una marcha de ciudadanos indignados de diferentes —recálquese lo de «diferentes»— sectores sociales, cada uno con sus camisetitas de color. Una marcha que busca una consulta popular en referendum sobre la pertinencia de los recortes. Clamor por una consulta titula El País. Toxo puede estar satisfecho: han entendido el mensaje.

Ya saben, el referendum es la clave. Si hay referendum y aunque los grandes medios de comunicación y el poder inmenso de la patronal, el gobierno, logren imponer el discurso único del No hay alternativa, y el resultado aprueba los recortes, las CC.OO lo aceptaran. Ese es el mensaje de Toxo; la noche del 15 S, el gobierno y la patronal durmieron tranquilos: Sin novedad en el frente, el enemigo está vencido y confuso, las operaciones pueden seguir sin riesgo, no hay nadie enfrente.

Pedir referendum implica aceptar como válido un resultado adverso. Aceptarlo aunque pueda no compartirse, se entiende. En este caso, es decir, los recortes serían aceptables si fuesen votados favorablemente por los ciudadanos. Ese es el mensaje de Toxo y Mendez. Es delirante. Esto no es cuestión de consultas. Los derechos se conquistan, y si se pierden se deben reconquistar. La libertad se conquista, no es un regalo, y para ello se le debe imponer a los enemigos de la libertad, la emancipación de los hasta entonces sometidos.

Los recortes son inaceptables. No es defendible destruir la educación y la salud pública, no es asumible de ninguna forma. Son recortes sociales, laborales, politicos, económicos, vitales. Las urnas no sirven para justificar la destrucción de las urnas. Un referendum no se puede usar para decidir ciertas cuestiones esenciales. La esclavitud es monstruosa aunque se vote. No se puede aceptar algo así de ninguna forma. El referendum planteado por los sindicatos tiene por finalidad encarrilar la rebeldía y la voluntad de resistencia a un callejón sin salida; es una gran terapia de grupo, pero no una solución válida.

La marcha del 15 S fue diseñada como una gran movilización social, pero sin darle un sentido de combate organizado desde una coherente perspectiva de clase. La patronal y el gobierno tienen muy clara la existencia de la lucha de clases y que deben emplear todos los medios a su alcance para imponer su dominio pleno, sin las limitaciones periclitadas que el estado del bienestar demandaba. Ellos van a por todas, a cargárselo todo, van a destruirlo todo y someter por miedo, miseria y hambre a la mayoría de la población. Lo tienen claro, tienen una ideología, un plan, medios, objetivos y voluntad. Están en ello. ¿qué tienen enfrente? U oponemos algo igual de ambicioso, o por lo menos consciente del desnivel pero férreamente dispuesto a resistir o no hay nada que hacer.

Ante este panorama desolador, ¿qué se les opone? ¿camisetitas de colores? ¿un referendum en un país donde el control de los medios es absoluto en manos del capital y Donde los referendum son consultivos por ley? ¿las palabras vacias de Toxo y Méndez que no desean ofender a nadie?

La lucha de clases es una realidad brutal que se nos impone cada dia en toda su crudeza. Ayer, el 15 S, los sindicatos mayoritarios convocaron a la gente apelando a su condición de aspirantes a consumidores. No llamaron a los trabajadores, ni a la resistencia. Reconocieron que «esto sólo lo cambian las urnas», pero renuncian expresamente a hacer política, a coordinarse con las fuerza políticas para plantear una alternativa al Régimen. Hubo miles de banderas republicanas, pero no fue una marcha republicana, hubo miles de banderas rojas, pero no fue una marcha roja, hubo miles de personas que estaban dispuestas a apoyar un salto cualitativo en las movilizaciones, a elevar la voz, el tono y lo que hiciera falta, pero ni una sola de sus voces tuvo opción a hacerse oír en la tribuna de oradores. ¿Podría haber hablado Gordillo? ¿O José María Pedreño, del Foro por la memoria que recorrió la Castellana con las pancartas que gritaban el UHP que la situación demanda? ¡Pudo tanta gente dirigirse a la multitud para dar salida a lo que bullía en los corazones de casi todos! Pero no fue así. Da igual que vayan medio o un millón de personas, las voces están controladas. No se le habla a la gente, se le habla al poder y el mensaje que se les transmite es de sometimiento y entrega. Ayer se pudo marchar sobre el Congreso, se pudo citar a los participantes no a una única gran marcha, sino a cincuenta puntos de salto sobre todo Madrid en los que se alzase la voz y se diera un grito de resistencia. La policia hubiera tenido difícil cubrir todos esos lugares, pero tal posibilidad fue desestimada en origen.

Ayer 15 S, numerosos sectores de los sindicatos marcharon con voluntad de lucha, con entrega y decisión, conscientes de las contradicciones aquí planteadas. Marcharon y ondearon las banderas de su clase, las banderas rojas de lucha y solidaridad, o las tricolores de la República soñada, porque saben que queda mucha lucha por delante y que la última barrera defensiva ante la barbarie anunciada son los sindicatos. Los sindicatos están en el punto de mira del poder, éste se siente fuerte y desea aniquilarlos. No les basta con cúpulas corruptas o posibilistas. No, desean destruir el concepto mismo de sindicato. Eso nos lleva a lo fundamental, el sindicato debe ser defendido a muerte, y si eso exige defenestrar a direcciones que no están a la altura del desafío histórico que vivimos, deberá hacerse. Los sindicatos no se abandonan, se pelean. Ayer 15 S se dieron dos mensajes. Las direcciones sindicales, al desactivar el potencial rojo y de clase de la marcha y enmascararlo tras una patraña ciudadanista y social, le dijeron al gobierno y a la patronal «no me destruyas, que soy un buen pastor a tu servicio»; la izquierda sindical, los republicanos, los comunistas, los diferentes grupos de resistencia sindical y política que asistieron dieron un mensaje a esas direcciones, «seguimos aquí» y lucharemos.

Todo indica que CC.OO y UGT tienen miedo a una radicalización de sus bases y han hecho lo imposible por impedirla. La gran marcha social del 15 S era una manera de pretender una nueva forma de «radicalización» pero sin los peligros de los tradicionales bucles al origen combativo del sindicato. El 15M les fascinó a los dirigentes sindicales. Es absolutamente inocuo políticamente, pero sin embargo, su poder como terapia de grupo masiva es enorme. Los prejuicios parafascistas del 15M para con sindicatos y partidos impidieron un maridaje fácil. La solución fue sencilla: crear un 15M propio. Nació así la operación 15 S, la marcha «social», la de los movimientos sociales unidos con el sindicato que, claro, ya no es «obrero». Esta es la clave secreta —o no tanto— de esta mascarada que se ha vivido el 15 S.

Pero no crean ustedes que las aportaciones de una cierta «izquierda» alternativa mejora las cosas. Pablo Iglesias Turrión, desde su tribuna en Público, nos deja las cosas clarísimas en un raro ejercicio de esclarecimiento en su artículo El 15 S : El partido del Pueblo frente al partido de Wall Street

Nos habla Iglesias de la existencia nada simbólica del partido del capital, mercancia que si le admitimos. Y seguidamente añade:

—«Está claro que la pregunta política crucial a responder en estos momentos es quien está llamado a asumir el papel de contención a la lógica del capital que, en los siglos XIX y XX, correspondió al movimiento obrero y a los movimientos de liberación nacional. (…)».

Es decir, ¿quién es el sujeto historico en estos momentos? Pero la pregunta olvida que quienes deben jugar un papel de contención son los que sufren el ataque. Si los que sufren el ataque no lo combaten, es que algo va mal. Habrá que ver porqué no lo hacen, porque puede ser que los explotados y precarizados no se reconozcan como trabajadores u obreros, pero los capitalistas sí que se autorreconocen como tales.

Y añade:

»(…) Habrá quien quiera responder que precisamente eso es lo que hay que hacer: recuperar las banderas y los símbolos de un glorioso pasado. Pero la historia sólo se repite como farsa y la política no permite el atajo de sustituir las horas grises de estudio que requieren los diagnósticos y los análisis por cuadros de santos en la pared y fraseologías repetidas(…)

¿Banderas y símbolos del pasado? No, por favor, nos dice Iglesias. Opina lo mismo que Toxo y Mendez, por no decir que lo mismo que Esperanza Aguirre a quien la sola mención los cuadros de santos marxistas y el vocabulario del materialismo histórico la convierten en la niña poseida de El exorcista. No, el camino pasa por evitar farsas nostálgicas, arrojar por la borda ese «pasado glorioso» porque la ˜política» actual no permite ni aconseja esos juegos. Abomina Iglesias, claramente, de eso que algunos llamamos el hilo rojo de la memoria… aunque no sin hacer alguna concesión aparente…

»(…) Es indudable que el marxismo tiene más vigencia que nunca para explicar el funcionamiento histórico de la economía, pero la política, aunque nunca haya sido autónoma ni independiente de la economía, tiene su propia lógica (de esto se dieron cuenta los mejores marxistas), como hemos comprobado con la inmensa demostración popular catalana el martes en la Diada (…).

Es decir, el marxismo sigue siendo útil nos reconoce, es vital, plenamente vigente para explicar qué pasa, qué va a pasar y quien gana y quién pierde en el «funcionamiento» historico y presente de la economia, pero claro, «la política tiene su propia lógica» que, por lo visto aconseja llevar el marxismo al aparcamiento de las banderas y símbolos del «glorioso pasado». Impresionante la interpretación de este significado crítico con las direcciones sindicales y con el 15 S. Crítico supuestamente «por la izquierda», pero no cualquier izquierda, sino la «alternativa», la post-troska reinjertada en 15mema, la rien va plus de la izquierda del siglo XXI.

La política tiene su propia lógica, nos decía Iglesias y es verdad, pero para poder comprenderla necesitamos comprender otras varias lógicas, la del poder, la de las élites, la de la economía, la de la dominación, la de la formación de la propia autoimagen personal, colectiva, de clase, nacional, esas cosas para las que el marxismo es un instrumento básico y que tan superficialmente desprecian algunos. El motivo es claro. Si empleas la lógica marxista quedas obligado a tomar partido, a situarte, a obrar en consecuencia y en el mundo de lógicas postmodernas, de clases medias fallidas, de aspirantes frustrados a consumidores tomar partido es complejo, «no se entiende», y aparece como cosa del pasado no sé si «glorioso» que decía Iglesias.

El marxismo nos ayuda a comprender el calado de la radicalidad de lo real, lo que nos estamos jugando en cada momento, lo que nos jugamos hoy, el 15 S+1, lo que implican los recortes monstruosos que sufrimos, las acciones de este gobierno y su plan criminal. Lo que se nos confronta es radicalmente brutal, busca nuestra aniquilación, no lo vamos a resolver con batucadas, manitas agitadas, mareas de colorines o con insertos pseudoizquierdistas en revoluciones naranjas más o menos fallidas. Comprendo a Iglesias, aunque no comparta sus apreciaciones, estar a la altura de la radicalidad de la realidad es muy difícil y muy duro. Y sí, algo va mal, porque no parece que el «sujeto historico», esto es el llamado a confrontar la dominación por ser el que primero la sufre, esté muy por la labor.

Como reflexión final tras el 15 S, Iglesias Turrión concluye:

»Por eso la izquierda no debería olvidar que el único partido que podrá enfrentarse al Partido de Wall Street será el Partido del Pueblo, cualquiera que sea su forma o el color de sus banderas.»

Puede parecer una buena conclusión: y al final sólo queda el capital y el pueblo, parece decir, pero no. Se puede aceptar lo del partido de Wall Street como representación del capital, pero ¿hablar de Partido del Pueblo sin haber mencionado antes ni una sola vez la República? Esto no es serio o esconde algo. ¿No quedamos en que la política tiene su propia lógica? ¿Y que deberíamos comprenderla para poder entender la gigantesca manifestación en Barcelona clamando por la independencia el 11S? En Cataluña, la idea de independencia aglutina sentimientos e ilusiones, pero sobre todo transmite un mensaje, hay mucha gente, con mucho peso social, que en esta hora de crisis capitalista brutal ve la pertenencia al «Reino de España» como un lastre y desea romper esos lazos. ¿Y en Madrid? ¿Cómo nos afecta en Madrid estar sometidos al Reino de España? ¿Qué se hizo de nuestra República de Trabajadores de todas clases unidos en régimen de libertad y justicia? ¿Qué relación hay entre este «Reino», el IBEX 35, la Patronal y los Mercados?

El partido del pueblo es una expresión que se puede utilizar en sentido revolucionario, pero solamente si se emplea desde una posición consecuentemente republicana. Si se niega la república, si se oculta la contradicción fundacional de este régimen corrupto que padecemos que es la de estar basado en la impunidad del franquismo, ¿con qué garantías vamos a luchar contra los recortes?

Partido del pueblo, el 99%, el ciudadanismo, son máscaras ideológicas, reaccionarias. Ciudadanos sin República, repúblicas que no son del pueblo, que no son democráticas, sindicatos que no son de trabajadores, impunidad a salvo, «constituyentes» sin recuperación de la legalidad republicana, futuro sin memoria, pero ¡por favor! ¿qué es esto? Es la ceremonia de la confusión.

Necesitamos la República del Pueblo. Si el día 11 los catalanes reclamaron su independencia, el día 15 en Madrid, cientos de miles de personas deberían haber exigido la República del Pueblo, el derrocamiento de este régimen del «Reino de España», porque si no recuperamos nuestra legalidad republicana perdida o tendremos nunca la soberanía precisa para defender el interés de todos, de la mayoría, de los trabajadores. Banderas rojas y tricolores marcharon juntas como promesa y como indicadores claros del camino a seguir si queremos reconquistas el futuro. Lo haremos juntos, con nuestros hermanos catalanes, vascos, andaluces, con todos los pueblos que luchan por su futuro, porque nuestros enemigos son los mismos. Si en Cataluña se quieren librar del Reino de España que les lleva a la catastrofe social, fuera de Cataluña también es una prioridad librarnos de él.

O Algo fue mal este 15 S. Hace tiempo que viene pasando, pero la solución pasa por unificar bajo la bandera de la República esas luchas que parecen parciales, sectoriales, sociales dicen ahora; pasa por llamar a las cosas por su nombre, por denunciar un régimen basado en la impunidad del franquismo, que tiene a 11 empresas en el IBEX 35 que emplearon trabajadores esclavos durante la dictadura y han escapado impunes; pasa por construir un gran frente antirrecortes que una a todos los dispuestos a resistir y que tenga claro que o recuperamos la legalidad republicana, derrocamos a la monarquía de los mercados o, sencillamente, no habrá futuro. 

Pedro A. García Bilbao




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