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Mis Trece Rosas

Dentro de pocas horas volverán a florecer Trece Rosas. Allá por las cinco de la mañana del cinco de agosto de 1939, hace 75 años, aunque trataron de acabar con un rosal con trece rosas, nunca pensaron que esa poda haría crecer su dignidad, su valor, su recuerdo para muchos de nosotros.

Hoy vuelve a salir el sol. Un sol cubierto de rosas. Rosas de tres colores: Rojas, amarillas y violetas. Rosas cubiertas de rocío, Rosas jóvenes, con ganas de vivir. Hoy vuelven a resucitar mis Trece Rosas, nuestras Trece Rosas.






Y creyeron que podrían acabar con ellas y lo hicieron. Sin pudor, con actitud criminal, con odio. Sin motivos. Simplemente habían sido de las Juventudes Socialistas Unificadas. Ese fue su crimen: ser rojas. Por eso las mataron. Pero no han conseguido que se marchitaran.

Porque cada cinco de agosto, somos muchos los que estamos empeñados en que resuciten. Y ahí, están, las vuelvo a ver, tal como me lo contaba mi madre, que pudo ser una de ellas. Tenían miedo, y quién no, pero sabían que tenían la razón, que no habían cometido ningún delito.

Jóvenes, valientes, alegres, fueron asesinadas por criminales sin escrúpulos, con el solo fin de hacer ostentación de un poder ilegítimo e ilegal. De sentirse poderosos, a costa de sangre fresca.

En la cárcel de Ventas, hacía días que esperaban una noticia. O el indulto o la orden de fusilamiento. La noche del cuatro de agosto les avisaron de que les tocaba. De que deberían prepararse para el fin. Unas lloraron, sobre todo de impotencia, por la injusticia que se cometía. Otras se dedicaron a rezar. Y, alguna dedicó sus últimos minutos a escribir una carta a los suyos. Blanca se la dedicó a su hijo. Y Julia Conesa a su familia. Ésta es la carta de Julia:

Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente.

Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermano y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.

Adiós madre querida, adiós para siempre.
Tu hija que ya jamás te podrá besar y abrazar.
Julia Conesa.
Besos para todos, que tu ni mis compañeras lloreis.

Que mi nombre no se borre en la historia
Y mientras que somos muchos los que cada año recordamos este acontecimiento injusto y cruel, nuestros queridos gobernantes y el nuevo rey siguen empeñados en olvidarse de las víctimas del franquismo. Mientras ensalzan a otras víctimas, se olvidan de las más numerosas, las únicas que no han recibido ni reparación de ninguna clase, ni reconocimiento alguno. Víctimas olvidadas a conciencia por gobiernos o bien herederos de aquellos verdugos o bien cobardes y olvidadizos.

Hace poco, se cargaron al único juez que se atrevió a condenar a los verdugos y honrar a las víctimas. Hablo de Garzón. Y hoy, después de tantos varapalos, en una alianza no democrática entre los tres poderes, sólo desde instancias foráneas se empuja para reivindicar la memoria y reparación para las víctimas franquistas.

Ha tenido que ser una jueza argentina, María Servini, quien ha instruido una causa, hoy todavía abierta, contra el franquismo para vergüenza de nuestras instituciones. Y, por otro lado, la ONU ha dado 90 días para que el gobierno español explique cómo va a reparar a las víctimas franquistas.

Aún sin perder la esperanza, después de tantos años, sabemos que en nuestro país poco se hará, se volverá a decir que hay que mirar hacia adelante. Eso sí, con una mochila llena de miserias, cargada de víctimas no reconocidas, no reparadas, voluntariamente olvidadas.
Por eso, para mí, esas Trece Rosas, que hoy vuelven a resucitar en mi memoria, son el símbolo de aquel horror y de esas víctimas, hoy todavía a la espera de recibir, algo tan simple como: Verdad, Justicia y Reparación.

Salud y República

Rafa García Almazán

Fuente: Kabila

P.D. Hace más de cinco años, me entrevistaron en la Cadena Ser, con motivo del estreno de la película Las Trece Rosas. Mi madre, Carmen Almazán, fue compañera de ellas y pudo ser una de las elegidas, aunque al final se salvó. Hoy, que hace ocho años que falta, recuerdo su viva voz, cuando contaba ese episodio detallado y se emocionaba. Aquí está el documento.

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