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La doble excepción republicana

La conocida frase “toda regla tiene su excepción” me recuerda la de un profesor que tuve en el bachillerato que nos dijo una vez: “son los hombres los que hacen las reglas y no las reglas las que hacen los hombres”. Se trata de una afirmación de que, contrariamente a lo que creen los ecologistas y otros fundamentalistas, todo lo que existe en este mundo, incluido lo que nosotros hemos creado partiendo de nuestro creciente conocimiento sobre él, está a nuestro servicio ¡reglas incluidas!

Esta frase de mi profesor, que sólo los necios pueden entender como una llamada a la anarquía, es la paradójica mejor defensa que cabe hacer de la regla: la universalidad de su valor, porque nos sujeta a todos a ella, pero no el sentido absoluto de su valor no sólo porque permite la excepción sino porque permite su modificación porque está al servicio del hombre (mujer o varón) que es para lo que la regla democrática se ha creado. Y si no es democrática no hay que respetarla porque no es regla, es abuso. Y del abuso lo que hay que hacer es zafarse.

En el mejor de los casos tuvo su validez al menos cuando se promulgó – algunas leyes nacen muertas como la de la “mordaza” que están preparando actualmente para privar a los ciudadanos de sus derechos fundamentales. Incluso en aquel caso de haber tenido razón de ser ese permiso se convierte en exigencia cuando la regladeja de tenerla porque la vida es perpetua mutación y la regla es una realidad tanto más esclerótica cuanto más viva es la vida y menos inteligentes los legisladores.

La esclerosis se pone de manifiesto a medida que el número de jueces, nadie como ellos están sujetos a la ley, ejercen no sólo su capacidad sino su obligación de interpretación de los textos legales de modo teleológico, es decir, atendiendo a los fines que pretende la ley. Estos fines no son otros que el mantenimiento del Orden Públicos entendido en su sentido democrático, es decir, la protección de los Derechos Fundamentales de acuerdo con el contexto en el que tienen que aplicarla ley ¡muchas veces muy distinto a aquel en el que se promulgó! No, por supuesto, entendido en el sentido dictatorial como lo interpretan los partidos totalitarios: “garrote y tente tieso” que se creen que son democráticos porque fueron elegidos en un parlamento al servicio de una dictadura militar, monárquica o de cualquier clase.

En una democracia vivía esa actuación de actualización legal del sentido de la ley debe ser más diligente por parte del legislador que por parte del juez. Cuando más amplia sea la interpretación judicial de la ley más reducida es la garantía de seguridad del ciudadano. Paradójicamente, de nuevo, el ciudadano sólo tiene garantía de seguridad de tutela judicial – tal y como la declara la CE78 – en la medida en que el juez interpreta con generosidad un ley esclerótica. 

Esta actuación judicial tutela no hace más que denunciar, con discreción ostentórea, la pereza laboral y la pobreza intelectual de los diputados ¡no digamos de los inútiles senadores!De ello unos no se enteran porque son sordos y otros porque no hay peor sordo que el que no quiere oír. Sea cual sea la razón de su sordera lo que demuestran con ella es que “NO NOS REPRESENTAN”.

Pero, en fin, esta reflexión se me ha ido de las manos y ha caminado por sendas serias de reflexión distintas a las que me animaban cuando empecé a escribirlas reivindicando lo excepcional. 

La noche del 5 de enero es la única noche en la que a un republicano decente, perdón por la redundancia, se le permite ser monárquico y mágico con sus hijos. Que si ser monárquico ya es una excepción, hacer magia quebrando la realidad de la vida lo es más.

Termino recordando la broma del hijo del “rey conejo”, Alfonso XIII, el que huyó abandonando Madrid con el cetro entre las piernas con hidalguía borbónica a la Italia fascista desde la que se declaró el primer fascista y financió el fin de la democracia en España con nuestro (su) dinero. Viendo el cariz de aproximación ideológica de su hijo al servicio del dictador y genocida General Franco al que él mismo había nombrado “tutor político de su hijo” le llamó un día y le dijo: “ya eres mayor, hijo mío, y es hora de que sepas que los Reyes son los padres”. Como broma tiene gracia, pero es tan falsa como lo que éste le dijo a su hijo ¡aunque fuera justamente lo contrario: “ya eres mayor, hijo mío, y es hora de que sepas que los Reyes son los hijos”. 

Dice el art. 1.2CE78: “la soberanía reside en el pueblo de donde emanan todos los podres del Estado”. No hay pues más soberano que el pueblo, es decir, los ciudadanos (varones y mujeres). Quien no reciba su poder de él en elección directa, ¡siempre con fecha de caducidad!, lo usurpa de modo totalitario y antidemocrático.

Alfonso J. Vázquez

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