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Sobre la Marcha a Sol del 31 de enero. «Podemos y el Sol de la República»

«Podemos y el Sol de la República».

La bandera republicana volvió a Sol a ponerle nombre a la esperanza, la República no fue citada en la tribuna pero que no le quepa a nadie duda de que estaba ahí subyacente en muchos corazones. Que tome nota la dirección de Podemos. A destacar que la tricolor aparece sin ser convocada, sin necesidad de invitación, la República vive. La patria de ciudadanos de la que habla Iglesias es la República.

Citó Iglesias los sueños y las esperanzas de los que un día de Abril de 1931 en Sol proclamaron la República pero no supo pronunciar su nombre y pasó por encima de aquel día sin citarlo. ¿Qué pasa en España para que la palabra república no pueda ser nombrada?

Iglesias ofreció un gran discurso, bien construido, lleno de esperanza, de orgullo honrado por los que lucharon, de denuncia de la opresión y el engaño un discurso bien planteado lleno de patriotismo republicano —muy acertado tildar de traidores a los que venden al pueblo, sus derechos, y quieren convertirnos en una marca— un discurso que ha llegado a la multitud. Debo incluir una reflexión personal: Recuerdo el primer día del 15M en mi ciudad, tomé la palabra en la plaza y ofrecí un discurso lleno de emoción republicana, saludando la ilusión y la esperanza de los jóvenes, el valor de la unidad y la necesidad de la memoria, lo calculé bien y funcionó; debió tener cierto impacto porque salió en la prensa y la tv local y tiempo después muchas manos y algunos abrazos emocionados me hicieron entender que no pasó desapercibido. No cité la República, no era necesario en ese primer contacto, sino que defendí sus valores; pero cuando a las pocas horas ya vimos el veto a la República, a la izquierda y a los partidos de aquel movimiento, me dí cuenta de que no podíamos ceder ni un milímetro y que todas las palabras necesarias debían se dichas. Desde aquellos días del 15M la respuesta popular derrotó a los que vetaban a la Tricolor y ésta ocupa su lugar en las calles y plazas donde se defiende el futuro. El 31 de enero Iglesias ofreció un discurso en la mejor tradición republicana de izquierda, pero no lo hizo explícito, calló algunas palabras que hubieran permitido a la multitud restablecer el hilo rojo de la memoria. No tenía necesidad de ocultar nada ante la multitud. La emoción de la gente era genuina y se vio reflejada en el discurso, pero faltó ponerle nombre, señalar un objetivo. Era necesario. No lo hizo. Su juego es otro.

No es la primera vez: Una vez más hay palabras que no se pronuncian. Sabemos que para ciertos espacios de poder transnacional Europa mantiene en sus multitudes muchos mitos ideológicos que resultan disfuncionales al capitalismo global; izquierda, partidos, pueblo, lucha de clases, sindicatos. Las palabras concepto son herramientas que permiten hacer saltar la pantalla que oculta la explotación y la alienación. Quitad las palabras, vaciad los conceptos inadecuados y arrebataréis al pueblo las herramientas precisas no ya para vencer, sino para comprender la realidad. Las fundaciones del entorno del Partido Demócrata, George Soros, las revoluciones naranja, toda esa constelación que impulsa la desideologización y el desarme conceptual de las masas saben muy bien lo que quieren. Podemos ha crecido en esta época, emplea esta técnica para sacar del tablero a sus adversarios en el campo de la oposición al gobierno y con ello practica un juego peligroso al intentar sumar apoyos eludiendo las palabras y conceptos que pueden causar controversias pero significan cosas importantes.

No es que la ausencia de la palabra república sea grave en sí misma, lo que es grave es el cálculo que se percibe detrás, el mensaje que transmite su ausencia, el dolor infinito que nos causa a los que sabemos lo que la bandera Tricolor significa y nos tomamos muy en serio nuestros sueños. Quienes dicen querer cambio, vencer a los mercados y al poder de la Troika y del dinero ¡tienen miedo a nombrar la República!

Aunque esta cuestión nos preocupe a algunos y deba ser ponderada, el mitin de Podemos del 31 de enero tiene lecturas más allá de esa ausencia. Ha sido una demostración de fuerza y de capacidad política. Aunque desde la izquierda seamos críticos con Podemos por motivos bastante fundados, en el momento político actual se percibe el nerviosismo y la preocupación de los partidos sistémicos; se está alterando el equilibrio y las recetas aplicadas al control de la izquierda parlamentaria van a tener que ser renovadas para contener la marcha de Podemos.

Todo lo que esta pasando con Podemos nos habla, en primer lugar, de la impotencia en la que nos encontramos los republicanos —los que si hacemos explícito ese objetivo—, pero también del gran fracaso de IU PCE en estos años, pues la enorme frustración de la gente, sus deseos de cambio, su rechazo a este gobierno y lo que significa, representan un malestar enorme que no ha sabido ser utilizado como ariete en la lucha contra el sistema. Las causas merecen ser analizadas, pero en realidad lo que se puede sospechar es que IU PCE no ha querido jugar a ganar nunca desde la transición.

Esta izquierda parlamentaria se ha limitado a administrar su espacio en el sistema logrado con el voto de la gente y la entrega de sus militantes, pero no han querido luchar para vencer. Esa es la principal corrupción. Los corruptos que estos días afloran en la prensa y bloquean los cambios de IU de Madrid, se explican por esa lógica. Para renunciar a la victoria en una organización donde hay miles de militantes honrados, se precisa un puñado de corruptos en sitios clave para pastorear la rebeldía. Esto es lo que explica los miles de militantes perdidos por su izquierda, las agrupaciones críticas disueltas, los diputados que no saben expresarse en público, el cansancio, el dolor, el desprecio, las direcciones que no han estado a la altura y con agendas propias y a veces ocultas que marcan estos años. Sacrificados los valores de izquierda, velada la grandeza de la entrega de los comunistas durante la dictadura y en las luchas de cada día, vetada la República, aceptada una posición secundaria en la política, el proceder estos años nos ha llevados a todos a esta orilla. Y cuando surge una alternativa poderosa y con voluntad de lucha, nos dicen a los que hemos resistido que debemos abandonar nuestros valores y nuestra identidad. El resultado de aquellas renuncias de la izquierda del sistema ha sido la pérdida de toda iniciativa política e ideológica y una degradación interna tremenda. Miles y miles de militantes asisten al espectáculo de estos meses estupefactos, mientras se les dice que la solución oscila en sumarse a movimientos ambigüos que relativizan los valores y la memoria de la izquierda o que por el contrario, la cosa pasa por el inmovilismo y seguir como hasta ahora.

Las personas que por miles acudieron a Sol desean un cambio, la derrota de las políticas de la derecha, muchos incluso mucho más allá, aunque una gran cantidad se quedan el que todo vuelva a ser como cuando había trabajo, visas y expectativas de mejoras individuales dentro del sistema, un imposible.

Podemos hace su trabajo y lo hace bien. Hoy hubo mitin en Sol y sus dirigentes hablaron. Así se hace trabajo político. Dieron su mensaje, pero sobre todo, el malestar y la rebeldía que ha llevado a la gente a Sol tuvieron al final un mensaje que les puso nombre y objetivos. En los actos públicos hay que hablar y comprometerse. Ellos lo saben y lo han hecho. Las miles de personas que acudieron el 31 regresaron reforzadas y con la sensación de que algo nuevo está pasando. Podemos está troquelando las emociones de la multitud. Otros, en cambio, se negaron siempre a hablar en esos espacios simbólicos como Sol o en días señalados.

Es muy significativo que en los últimos años quienes hemos ido a las Manifestaciones Republicanas del 6 de diciembre o del 14 de abril hayamos luchado siempre por conseguir actos políticos al final de la marcha y la intervención de cuadros y diputados. Algunos pudimos hablar al inicio, en 2004, 2005 —y es algo que no se olvida— , pero cuando las marchas crecieron y se convirtieron en un toque de atención ya no se pudo repetir, siempre «alguien vetaba» las intervenciones. Jamás habló un 6 D un 14 A en Sol un Anguita, un Centella, un concejal de Madrid, un diputado, ni un solo dirigente o cuadro de alcance nacional de la izquierda del sistema. Nunca quisieron ese compromiso. Jamás lo hicieron. ¿Habéis oído a Anguita en un Sol lleno un día de Abril comprometerse con la República y convocando un Frente Popular? No, ¿verdad que no?

Llenar Sol lo hemos hecho muchas veces, sin televisiones, sin periódicos, sin autobuses, lo llenó la rebeldía, la bandera de la República, pero al final de los actos nadie hablaba más allá de algún comunicado en la tribuna, la multitud quedaba mirando y preguntando ¿qué pasa? A los que hemos defendido siempre que se debía expresar en alto lo que la multitud sentía y ofrecer esperanza y señalar un camino, dándole expresión política en forma de acciones, propuestas y compromisos a la fuerza de la multitud, nunca se nos permitió. Hemos logrado hacerlo ante decenas o cientos, alguna vez ante miles, pero nunca el salto a las decenas o cientos de miles de personas. Esto se explica por la traición de algunos y la estupidez de otros, pero también por la ingenuidad de los que siempre creímos en la unidad y en que pese a todo era posible llegar a unir esfuerzos; esa esperanza no es infundada, pues se basa precisamente a que somos parte nosotros mismos de la multitud y sentimos lo que se siente y conocemos a compañeros que se mantienen y resisten en sus corazones por muy inútiles o corruptas que sean sus direcciones.

Construir unidad no es fácil, lo primero es ser capaz de ver la realidad y saber distinguir la coherencia de cada cual. Pero no; con los traidores, con los renegados, con los cobardes, con los corruptos, la unidad lo que hace es ponernos en sus manos. Hay que saber romper y decir no, hay que saber unir a los propios, a los que comparten ilusiones y esperanzas. Podemos ha buscado apoyos entre la multitud allá donde estuviese, no se ha obsesionado con IU PCE pues era consciente de que la batalla se libraría apelando directamente a la masa y no pretendiendo convencer a aparatos establecidos y, en algunos casos, corruptos o lastrados con la Transición.

La herencia del carrillismo, de la traición que supuso la política de «Reconciliación Nacional», de los pactos de la Transición, más los cambios sistémicos en el alma de la multitud a causa de la sociedad industrial, el neoliberalismo y su hegemonía ideológica, explican gran parte de lo que pasa y de la incomparecencia de la izquierda institucional en este frente de combate del hoy. En su parte del frente Podemos ha declarado extinguida a la izquierda y obsoletos sus valores y señas de identidad: sustituyendo todo el software ideológico de la izquierda por la palabrería postmoderna y el republicanismo clásico despojado de su parte «incómoda». Unos traicionan los valores de la izquierda, otros la desprecian y apuestan con gran riesgo a jugar con las armas del enemigo, en medio de todo la angustia de millones.

Podemos quiere ganar. Su trabajo con las masas y la comunicación política es muy correcto técnicamente hablando, adecuado a sus objetivos. Y resulta patente que han contado con los recursos económicos suficientes para hacer su trabajo. El movimiento republicano no ha contado nunca con apoyos y ha estado vetado siempre, incluso desde dentro de la izquierda institucional. Es lo que ocurre cuando el tejido de la realidad se ha hilado con la desmemoria y la impunidad.

Cuando ningún dirigente de IU PCE ha hablado nunca en 15 años de manifestaciones repúblicanas en Sol también sabían lo que hacían: no querían cambiar la subjetividad de la multitud, no querían compromiso pues su juego era otro. Podemos, curiosamente, tampoco quiere la República, la considera un lastre y por ello no la nombró en Sol. La ruptura con el sistema pasa por la República, pero ese no es su juego.

El drama de la Marcha de Podemos consiste precisamente en eso. Hubo un mensaje al final que le puso nombre y sentido a la marcha, pero de la misma forma que el silencio de los que no querían compromiso escapaba de la República y de la necesidad de la unidad en forma de un Frente Popular, la voz que se oyó en la tribuna eludió ese compromiso. Se tuvo el valor de hablar de una Patria de ciudadanos y derechos humanos, pero una Patria sin República es un sinsentido. Ni una palabra tampoco sobre la impunidad del franquismo y la monarquía como tapadera de todo el sistema. ¿No alcanzan ahí los sueños?

Sabemos que nombrar y defender la República significa ser ignorado. ¿Qué puede explicar que la misma prensa que ha ocultado las movilizaciones republicanas en Sol apoye y cubra en directo la Marcha de Podemos en Sol?

Hay una respuesta: alguien, en el seno del poder, no la considera peligrosa en el fondo. Se trata de un cambio de ciclo: hasta ahora los corruptos que gestionaban las esperanzas tuvieron un papel, hoy, con una crisis y un miedo atroz, los demagogos son más útiles y efectivos. El poder necesita recambio para sus cómplices necesarios. La cuestión es si lo encontraran en las filas de Podemos. Cuestionar como hacen la tensión izquierda derecha o lo que representa la República son cuestiones que mandan un mensaje inquietante. Como siempre desde 1977, la cuestión de la República es clave para saber de la honradez de la propuesta.

Pedro A. García Bilbao

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