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Discurso de Don Manuel Irujo en Londres en Defensa de la República (1946)

Discurso de Don Manuel Irujo en Londres en Defensa de la República (1946)

Manuel de Irujo Ollo (1891-1981) fue un político y abogado navarro, dirigente del Partido Nacionalista Vasco, por el que fue diputado y ministro de la Segunda República Española.


1946: DISCURSO DE D. MANUEL IRUJO EN LONDRES EN DEFENSA DE LA REPÚBLICA Y CONTRA LA MONARQUÍA EN SU XV ANIVERSARIO

ESENCIA LIBERAL DE NUESTRA REPÚBLICA

“Republicanos: Vengo en nombre del Gobierno de la República Española a hacer acto de presencia en esta reunión. Cuantos sentimos en demócrata recordamos con emoción la fecha en que el pueblo de todos los confines del Estado, cambió el rumbo de la historia peninsular. De aquella afirmación trascendental traemos causa cuantos republicanos nos hallamos en el exilio, los que en el interior padecen las persecuciones del régimen imperante, y los que sacrificaron su vida en defensa de la democracia republicana, a los que ofrezco el testimonio de gratitud, reconocimiento y recuerdo imperecedero.

Saludo en nombre del Gobierno a los que, como yo, sienten en demócrata y republicano, a los que indiferentes a estas emociones han querido tomar parte en este acto, y aún aquellos cuya mente y cuyo corazón se nutran de ideas o afectos que nos sean hostiles, si es que entre nosotros hubiere alguno. Aspiramos a construir una sociedad política en que el pensamiento no delinca, en el cual todas las ideas sean dignas de respecto, y cuya máxima garantía ciudadana sea la Ley. No nos ofende, pues, la presencia de quien no piense como nosotros. Contra los que elevamos nuestra protesta es contra aquellos que, habiendo jurado lealtad y obediencia a un régimen, a una bandera y a una Ley, se rebelaron contra las Instituciones fundamentales del Estado, colocando en ellas a unos militares cuyos títulos de poder son la fuerza, la violencia y el crimen, y que en la dirección del País sirven, no a los altos intereses del mismo, sino a la Organización internacional de la fuerza erigida como base de Gobierno, que es el fascismo. En esta fiesta aclamamos, no a una Ley singular ni a un partido o grupo de partidos, ni a unos modos de gobierno determinados. Aclamamos al Régimen de la Democracia, a la República como sistema de Gobierno, y al derecho que nuestros pueblos, como todos los restantes pueblos de la tierra, tienen para mantener aquel régimen y aquel sistema con arreglo a su libre voluntad, la cual no puede quedar desconocida ni por las artes de la diplomacia, ni por las conveniencias de ningún otro país, ni por el desvío de quienes tienen el deber de aplicar el triunfo de la democracia en el mundo, para afirmar ese de­recho en favor de todos los pueblos.
AMISTAD CON INGLATERRA

Pero a quien saludo con toda cordialidad es al pueblo inglés. Dentro de él quiero distinguir a los muchos amigos de los republicanos, algunos de los cuales toman parte en este acto, y otros llenan con igual designio salones esparcidos por varias ciudades inglesas. A estos excelentes amigos debemos gratitud eterna. Ellos recibieron por miles los niños vascos que el Gobierno de Euzkadi trajo a este país para librarlos de las contingencias de la guerra. Ellos, mientras duró nuestra con­tienda armada, realizaron encuestas, enviaron alimentos a nuestra población civil, celebraron manifestaciones de simpatía y adhesión a nuestra causa. Sus hombres más representativos visitaron nuestros frentes y aceptaron puestos de Comandantes honorarios de los Batallones del Ejército republicano. Fundiendo su sangre con las de otros hombres de todos los continentes, dieron al mundo las pruebas de valor, esfuerzo y sacrificio que todos conocemos en las Brigadas internacionales.

Permitidme que tome como símbolo en el que se concreten estas emociones de afecto al hombre que ha tenido la gentileza de aceptar mi invitación para ocupar conmigo la tribuna desde la que hablo; al hombre que desde la Presidencia de la Comisión Parlamentaria de Negocios Exteriores es la más alta representación popular británica asomada a los problemas de Derecho Internacional (Una gran ovación cortada con vítores en inglés y español, impide terminar la frase al orador). Ojalá pudiera expresarme en relación al Gobierno del Reino Unido con la misma emoción que siento dentro de mí cuando asocio un problema de libertad al nombre del pueblo británico (Aplausos muy nutridos. Todo el público se pone en pie y aplaude largo rato). Entiendo vuestros aplausos. No puedo, no debo, ni como republicano, ni menos aún por la representación que ostento, en insistir sobre el tema al que el sentido de vuestros vítores me llama. ¡Y podría decir tanto!. Pero el fallo que este amigo nuestro (señala al Sr. Coock) ha pronunciado acerca de la política del Gobierno británico, sólo podía corresponder darlo con la máxima autoridad a labios ingleses y laboristas. (Muchos y prolongados aplausos). Mas yo puedo deciros que he nacido en un País, en mi tierra vasca bien amada, donde la condición de inglés constituyó siempre un título de amistad y de consideración. No quisiera morir presenciando cómo aquella estimación se perdía. Estoy seguro que esta gran nación, que nos ha dado tan generosa acogida y que nos permite expresar nuestros sentimientos con plena libertad, sabrá al fin, y ¡ojalá sea pronto!, encontrar el momento y el modo en que cumplir con el deber que todas las democracias tienen de solidarizarse con los hombres, los pueblos y las instituciones significadas en la República Española (Aplausos).

Al formular esta demanda no lo hago sin fundamento. Los héroes anónimos que derramaron su sangre prócer en los campos de batalla de la Gran Bretaña para el triunfo de la democracia, no excluyeron del beneficio ganado con su esfuerzo a pueblo alguno de la tierra. Nosotros no podemos consentir que la Península Ibérica sea un no más land, una especie de tierra de nadie, un islote apartado en el Occidente de Europa, al que no alcancen las consecuencias del triunfo de la Causa de la Libertad. No consideramos de grado que pueda aceptarse, ni siquiera transitoriamente, que los ciudadanos de la República Española puedan vivir o hayan de morir desprovistos de los derechos inherentes a su condición humana, de las garantías que la naturaleza otorga a los hombres para diferenciarlos de las bestias y que la democracia convierte en ordenación jurídica constitucional. Ningún interés, por alto que sea, ningún, obstáculo, por fuerte que parezca, nos detendrá en el camino, de reivindicar para las tierras y para los hombres de la República los honores, los derechos y las asistencias ganadas para la persona humana en la gran batalla. Pero aunque fuera necesario invocar otros títulos más concretos de nuestros dere­chos, podemos ofrecer el esfuerzo de tres años de guerra en la península, guerra que fue el proemio o el primer acto de la general. Y en esta misma, ahí tenemos a los héroes de Narvik y de Bir Hakeim, a los maquis que se han batido por la liberación de Francia, a las Unidades militares constituidas en este País y en el Continente con nuestra bandera y nuestro concurso específico, aunque dentro de la disciplina de las Fuerzas Francesas Combatientes. Los soldados fogueados en el Ejército republicano han continuado la misma lucha que comenzó en la península, batiéndose en todos los continentes y en todos los mares. Esos serían nuestros títulos, y muy gloriosos títulos, si no tuviéramos otros que invocar.

EL RECONOCIMIENTO DE NUESTRAS PASADAS CULPAS

Nuestros derechos son, pues, innegables. El mundo ha repudiado a Franco. Pero es preciso sustituirle. La confianza no se otorga más que cuando se merece. Nosotros nos quejamos con amargura y con razón de los desvíos ajenos. Mas decidme con verdad, ¿qué hicimos por evitarlos?. En nuestras manos estaba el haber ofrecido, ante propios y extraños, un frente unido en el cual tuviera cabida toda la democracia republicana. En lugar de hacerlo así, hemos consumido seis años de exilio combatiéndonos unos a otros con no menor fervor que aquel con que todos reaccionamos contra Franco. Luego nos quejamos de que el Mundo no dé a nuestros problemas la atención que merecen. Pero es que, los mayores enemigos de nuestra causa hemos sido nosotros mismos, son nuestros desvíos, nuestras intolerancias, nuestras exclusiones, los odios y rencores que han mantenido separadas y en pugna diversas organizaciones integrantes de la democracia republicana. Así nos sucede que vemos fácilmente la paja en ojo ajeno sin advertir la viga en el propio. Y no excluyo a nadie. Pienso que a todos podría sernos repetida la lección que el Divino Jesús dio a los judíos cuando le presentaron a la mujer adúltera: Sería en verdad difícil encontrar quien, por hallarse exento de culpa, pudiera en nuestro caso lanzar la primera piedra. (En el teatro se produce un silencio religioso).

Diréis, y diréis con razón, que he convertido la fiesta del 14 de Abril, que es de sol y de luz, de espíritu caballeresco y romántico, de generosidad y de superación, en una dura catilinaria para fustigar nuestros defectos, defectos sustanciales, que a los seis años de terminada la batalla de la guerra española, aún tiñen nuestras diferencias con el rencor y la castiza intolerancia dados de alta en aquella contienda. Pero esta es la primera parte de mi argumento. Nos encontramos hoy reunidos en este teatro todos los republicanos residentes en Londres, todas las organizaciones que hasta ayer estuvieron combatiéndole. Es el primer acto que se celebra en Inglaterra en estos seis años, en el cual las manos de todos los republicanos baten juntas al compás de comunes emociones. Es el primer acto en el que, sin negar la realidad, la triste realidad pasada, nos presentamos ante la opinión británica y ante su Gobierno formando un solo cuerpo político. Si he recordado nuestro pasado desvío es precisamente para destacar el hecho trascendental de nuestra unidad de frente, con la cual hemos arrancado de los labios y de las manos de nuestros detractores el arma que con mayor eficacia esgrimieron contra nosotros. Si alguien se atreve hoy en Inglaterra a tachar de no representativas a las Instituciones republicanas y afirma nuestra división para negarnos autoridad, que venga aquí y que nos vea. (Una cerrada ovación, que dura vanos segundos. El público, Puesto en pie, aplaude con fervor).

LA UNIDAD ANTIFASCISTA, INSTRUMENTO IMPRESCINDIBLE

Agradezco mucho vuestro aplauso. Veo muchas caras en las que la emoción se contiene difícilmente. Ello me da a entender que la verdad de vuestros sentimientos no está en la lucha constante entre los partidos sino en la Unidad fundamental de todos los republicanos para lograr la reinstauración de la democracia. (Fuertes aplausos). Pero no basta con la emoción de un día. Es preciso que vuestras conductas, las de todos, correspondan al sentido de vuestros aplausos de hoy. De nada serviría este acto si mañana seguís combatiéndoos. Tenéis que tener presente que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, con ser sustantivos los motivos de nuestras diferencias. Yo no pido a nadie que deje de ser marxista para hacerse liberal, ni que reniegue de su confesión para trocarse en agnóstico. Animamos concepciones específicamente diversas que matizan nuestra unidad fundamental democrática y republicana para permitirnos mantener puntos de vista propios sobre patria y religión, sobre vida política y concurrencia económica. Por eso es más necesario que un nexo común de tolerancia permita mantener el diálogo, dentro del cual todos dis­frutemos de las garantías precisas para exponer nuestras diferencias, sin que esa exposición vaya acompañada de un constante peligro de violencia. Además, la República necesita de todos sus valores. No puede prescindir de ninguno. Entendedlo bien: de ninguno. Es preciso que se termine para siempre la alegación constante entre los diversos grupos, cuando expresan su hostilidad negándose a concurrir donde estén presentes organizaciones discrepantes. Cuando alguien se sienta tentado de ese género de pasión que recuerde los sufrimientos que padecen los nuestros bajo el poder de Franco, y que piense si tenemos derecho quienes disfrutamos de un régimen de libertad, a aprovechar sus ventajas para reñir batallas de campanario. El día en que los que allí padecen pongan en juicio nuestra conducta, tendremos que bajar los ojos avergonzados por el tiempo que perdimos en querellas domésticas. La posición de unidad con la que hoy nos presentamos al mundo británico, coincide con igual actitud mantenida en todo el mundo por los republicanos en exilio. Este hecho debe reconfortarnos, si sabemos aprovecharlo. Si alguien pretendiera continuar en la pugna de las diferencias, respetando como respeto cualquier opinión distinta sobre aquella conducta, yo entiendo que ese tal no cumpliría con su deber de demócrata y de republicano. (Muchos y muy intensos aplausos).

Para que esa unidad necesaria se produzca de manera eficaz debe manifestarse en su adhesión al Gobierno de la República (Aplausos). El que yo sea miembro del mismo no ha de ser obstáculo para que os diga, con toda claridad, que de nada nos serviría hablar de unidad, si la encarnación de esa unidad que es el Gobierno, quedara fuera de la órbita dé nuestras conductas.

EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA, ENCARNACIÓN DE LA AUTENTICA VOLUNTAD NACIONAL

El Gobierno es la representación genuina, auténtica y legítima de la democracia republicana (Muchas voces: Muy bien). Es imprescindible que, cuando topemos en determinadas Cancillerías o en publicaciones que todos conocéis con la manida excusa de que el Gobierno no es suficientemente representativo, podamos contestar, sin temor a equívoco y con plena verdad, que somos la continuidad legal y legítima de los poderes del Estado, pero sobre todo, y esto significa para mí el título de mayor autoridad, que representamos la voluntad de la inmensa mayoría del país en cuyo nombre actuamos. También nosotros podemos decir, aplicando conocida frase, que ¡esos son nuestros poderes!. (Gran ovación, que se prolonga largo rato).

El Gobierno de la República está hoy integrado, como es notorio, por todos los partidos y organizaciones leales a la democracia, desde los confederales y comunistas, hasta la derecha republicana. El tono político del Gobierno, visto desde el panorama británico, podría fijarse en el de un Gobierno nacional, cuya mayoría y dirección correspondiera al Partido Liberal inglés. Pedimos al mundo demócrata su solidaridad. Tenemos derecho a esperarlo y a exigirlo. Si así no fuere, la solidaridad democrática internacional sería una superchería indigna del esfuerzo y del sacrificio que el mundo acaba de hacer para que, con los ideales democráticos, se instaure una paz justa y duradera (Muchos aplausos). Aspiramos a que la autoridad del Gobierno se robustezca, ante el exterior y ante el interior, con el concurso de todos los Gobiernos democráticos. Estamos seguros de que, si contáramos con ese concurso, nos sobraría fuerza y poder para tomar posesión material de la administración pública del Estado, sin que las tierras peninsulares fueran de nuevo bañadas en sangre. Quienes nos nieguen aquellas asistencias y quienes de tal manera contribuyan a retardar nuestro avance o a debilitar el prestigio del Gobierno, serán los responsables ante la Historia de las consecuencias de una política suicida y nefasta, cuya continuidad pondría en peligro, no tan sólo la paz en España, sino también la del resto de Europa. Porque la paz es indivisible. Porque todas las libertades son solidarias. Porque el derecho a la democracia no nos puede ser negado por nadie. (Gran ovación y muchos vítores).

Pero no sólo jugamos la carta de la solidaridad internacional. Con nuestra unidad, lograda ya, aportamos el esfuerzo ordenado y metódico de cuantos medios puedan estar a nuestro alcance para obtener el fin que perseguimos. Nosotros queremos llegar a él por medios pacíficos. Nadie nos achaque el que hayamos de utilizar otros diversos, si llegara el momento de no tener opción. El Ministerio de Defensa del Gobierno de la República está encuadrando todas las fuerzas militares leales en las tres armas de tierra, mar y aire. El Ministerio de la Gobernación prepara la organización de policía indispensable para servir nuestros designios. El Ministerio de Emigración organiza la asistencia de los refugiados en todos los órdenes de la vida. Comisiones jurídicas y económicas hacen el estudio de las disposiciones dictadas por el régimen hoy imperante en España, para saber cuáles merezcan ser ratificadas, cuáles han de ser derogadas y cuáles deberán conservarse por imperativos de una realidad de la que nos es necesario partir. El Ministerio de Hacienda se prepara a confeccionar un balance de la situación de la hacienda republicana, recabando la rendición de cuentas de las personas a las que el Gobierno otorgó en su día la confianza para ejercer actividades administrativas que llevaran anejo el manejo de fondos. No queremos improvisaciones. No queremos que cuando llegue el momento de tomar el poder en nuestras manos, y me refiero a la administración activa, tengamos que trabajar contra el reloj. Tampoco queremos dar saltos en el vacío, ni dejarnos arrastrar por esnobismos ni gestos vanguardistas o demagógicos. Sentimos en su plenitud nuestra responsabilidad y la del momento que nos preparamos a vivir. Sabemos bien que nadie es insustituible. El actual Gobierno podrá ser reemplazado cuando así convenga a los intereses de la República y del País. Pero mientras el Gobierno sea Gobierno, su misión es la de gobernar, y la de los demás la de apoyar plenamente, sin regateos, sin reservas, a la representación del Estado republicano encarnada en el Gobierno que preside el Sr. Giral, para el cual pido, a los extraños, el reconocimiento; a los propios, la adhesión incondicional. (Prolongados aplausos y gritos estentóreos).

POLÍTICA INTERNACIONAL DEL GOBIERNO

La política internacional del Gobierno se afirma en tres conceptos: Somos una democracia. Somos una República. Somos un país occidental. En este orden de cosas aspiramos a que llegue el momento de poder incorporar a la República Española y a lo que ella representa de conjunto de hombres y de pue­blos, de política y de cultura, a la ONU. La posición de las restantes naciones con respecto a nosotros es diversa. Hay algunos países que han roto sus relaciones con el general Franco y reconocido al Gobierno de la República. Otras rompieron sus relaciones o nunca las han mantenido con el régimen actualmente imperante en España. Algunas mantienen situaciones de facto que equivalen a aquel rompimiento. Otras siguen manteniendo sus relaciones con el general Franco, al que consideran Gobierno legítimo. No voy a hacer menciones concretas, porque todos las conocéis. Tampoco necesito insistir en manifestaciones de reconocimiento y de gratitud que vivirán con nosotros siempre para aquellos países y para aquellos Gobiernos que supieron colocar el sentido del deber y de la justicia sobre sus propios intereses y no nos han regateado la plenitud de las consecuencias derivadas de tan generosa y cordial actitud. (Aplausos). Pero debo hacer mención expresa de dos pueblos, de dos Gobiernos que se han distinguido de manera singular en la ayuda y asistencia prestada a nuestra causa. El primero es Méjico (atronadores aplausos). Gracias al Gobierno mejicano han podido reconstituirse las Instituciones centrales republicanas, la Presidencia de la República el Parlamento, el Gobierno y el Tribunal Supremo. Bajo ¡el sol eterno de Méjico, al calor de su suelo ubérrimo, rodeados de un ambiente en el que nunca nos sentimos extranjeros, ha renacido con fuerza y vigor de unidad y de victoria la vida de la democracia republicana. Cualquiera que sea la suerte que hayamos de correr, no olvidaremos jamás el apoyo resuelto, inteligente y eficaz que recibimos del gran pueblo mejicano. (Aplausos). El segundo país al que debemos eterna gratitud por su gestión en el actual período de nuestra vida republicana es Francia (muchos aplausos). Gratitud al Gobierno de la República francesa, pero sobre todo y de manera principalísima, gratitud imperecedera al pueblo de Francia (vítores y aplauso). Es el pueblo de Francia el que se batió con nosotros en el maquis para liberar su tierra de la ocupación alemana, el que ha forzado a su Gobierno a abrirnos las puertas y prestarnos su suelo, para que desde él podamos preparar nuestro reintegro a la normalidad de la Ley, a la vida democrática, a la República. Fundidos cayeron los republicanos del Norte y del Sur de los pirineos en la batalla de Francia. Juntos yacen en la fosa común.

Los sindicatos obreros, los partidos políticos, la prensa, las Asociaciones culturales y patrióticas, todo el pueblo de Francia vibra al unísono con nosotros. No he de aquilatar aquí, porque no debo hacerlo, los detalles e incidencias de nuestras relaciones con la vida oficial francesa. Pero nadie ignora un hecho que la geografía impone sin dejarnos opción para escoger. Al Norte de los Pirineos, como al Sur de la Zona marroquí confiada al Protectorado español, está Francia. La República francesa tenía un deber que cumplir cerca de nosotros. Convengamos, señores, en que, si no lo llevó a su término, está en camino de cumplir, con lealtad, aquel deber (Aplausos).

En la memoria de todos está en estos momentos la propuesta planteada por Polonia ante el Consejo de Seguridad del problema de España. Me consta que en no pocos de los que me escuchan y en algunos de los ausentes está puesta la atención en mis palabras con respecto a este extremo. No he de ocultar la transcendencia que puede entrañar. Pero comprenderéis que del expediente que se encuentra sometido a la deliberación del Consejo, es prudente el silencio. Prefiero que nadie pueda decirme con razón que he perdido una magnífica ocasión de callar (risas y aplausos). Lo que no he de callar porque su proclamación es obligada, es la posición de ánimo con la que afrontamos el futuro inmediato. He dicho antes que nosotros, por formación ideológica, tradición cultural y posición geográfica somos demócratas, republicanos y occidentales. Pero ahora añado más, repitiendo frase que en momento transcendental salió de mis labios: ¡Benditas sean las manos por las cuales vaya a la península la libertad, la democracia y la República! ( Larga y nutrida ovación ) .

LA LUCHA HEROICA DE LA RESISTENCIA ESPAÑOLA

Hemos hablado del Gobierno, de su política interior e internacional y de nuestra unidad en la lucha. Más todos estos temas, con ser tan interesantes y transcendentales, solamente son el marco de un cuadro en cuyo centro se dibuja la figura egregia, ingente, espléndida, preñada de dolor, de patriotismo y de exaltación, de lo que para nosotros, Gobierno y ciudadanía, debe ser la primera de nuestras preocupaciones y el más cordial y entrañable de nuestros cariños. Es la luz, el sol y la alegría de nuestro 14 de abril, que por una paradoja de la historia, llora hoy lágrimas de dolor, a cuyas penas, a cuyo esfuerzo y sacrificio nos debemos todos. Es, ¡ ¡NUESTRA RESISTENCIA ! ! (ovación estruendosa con vítores y aclama­ciones en inglés y español).

El orador toma en sus manos unas cuartillas de las que los datos concretos de persecuciones, relaciona los tormentos aplicados a los hombres de la resistencia, con cita nominal de los policías que fueron los verdugos, de las prisiones y cuartelillos en que tuvieron lugar, da nombres de presos muertos a palos y por otros medios de tormento, los internados en hospitales y manicomios por la misma causa, las fechas en que tales sucesos fueron ejecutados y otros detalles. Relaciona sumarios de los que lee párrafos literales, en algunos de los cuales aparece que las condenas capitales fueron dictadas por he­chos inculpados a los detenidos y que fueron cometidos con posterioridad a esas detenciones. Lee textos de órdenes comunicadas por las autoridades franquistas con virtud de exterminio para los perseguidos. El público que guarda un silencio absoluto al comenzar esa relación, acaba subrayando con fuertes protestas el detalle de las torturas y persecuciones)... Podría seguir esta relación (continúa el Sr. Irujo) porque dispongo de informaciones recientes y de primera mano de cuya exactitud respondo (muchas voces: siga, siga...) Lo haría además bien a gusto. Pero habéis de comprender que con ello desnaturalizaríamos el objeto de este acto, prolongándolo demasiado. Llevo ya más de una hora hablando. Una de las virtudes de los actos públicos consiste en hacerlos todo lo más breves posible.

Es así como dejan buen sabor y como estaréis dispuestos a volver en cuanto os llamemos, que es posible sea pronto, porque, aunque a veces no lo parezca, conste que vamos andando (risas y aplausos).

Son bastante conocidas de todos las fórmulas orgánicas de la resistencia, tanto en Madrid, como en Cataluña, Galicia y Euzkadi. Creo por otra parte más prudente no hacer mención de esos detalles en público. Lo menos que, hemos de hacer por los nuestros del interior, que son los más y los mejores de entre nosotros, es considerar su situación y, puesto que pocas veces podemos aliviarla, al menos, no comprometerla. Sí diré, porque es preciso decir, que la resistencia puede ser en España como lo fue en el resto de la Europa ocupada, el llavín que abra las puertas de ciertas Cancillerías, donde hasta el presente, ni los ojos ven ni los oídos oyen nuestras desdichas, nuestros lamentos, nuestras protestas y nuestro derecho. No tan solo pues, como un deber sagrado que guardamos para nuestros presos y para nuestros muertos, si no por un imperativo de responsabilidad política, os encarezco a todos los que disfrutáis como yo de la libertad que este gran país nos otorga, que reservéis parte principal de los afectos de vuestro corazón, de las preocupaciones de vuestra mente y de las posibilidades de vuestra economía a los hombres que sufren la persecución de la existencia de vilipendio impuesta a las tierras que nos vieron nacer y a los hombres y a las mujeres que en ellas nos esperan (gran ovación).

NINGUNA CONCOMITANCIA CON LOS MONÁRQUICOS, PORQUE LA MONARQUÍA FUE LA CAUSANTE DE LA DECADENCIA ESPAÑOLA

Se ha pretendido por determinados publicistas, en este país, hacer ver a la opinión que las fuerzas de la resistencia se hallaban en contacto con los monárquicos, habiéndose llegado a escribir que aquellas fuerzas pretendían unir a la República y a la monarquía para derrocar a Franco. He rectificado a “The Observer” sin tener la fortuna de que mis cuartillas hayan merecido acogida en aquellas columnas (muchos murmullos de protesta). Dispongo de una copia del acta levantada en Madrid por los rectores de la resistencia. En ella se afirma categóricamente la prohibición impuesta a todos los adheridos al movimiento de resistencia de mantener con los monárquicos tratos de ninguna naturaleza (aplausos prolongados). En Inglaterra podrá ser la Monarquía una forma de Gobierno indiferente en sí y adecuada para el servicio de la unidad del Imperio y de la Comunidad británica de Naciones. Nosotros no tenemos por qué preocuparnos del contenido institucional británico, como no sea para respetarlo, admirarlo en lo mucho que merece, y aprender de él entre otras virtudes la gran condición de .la continuidad, de la que España carece, de manera singular en su política exterior. Pero para nosotros, el sistema de Gobierno no puede en manera alguna ser indiferente. Nosotros, el Gobierno de la República y cuantos hoy aclaman en el mundo el significado del 14 de Abril, somos demócratas, pero además somos republicanos (muy bien, muchos aplausos). El 14 de Abril cierra en España un período lamentable de cuatro siglos que comenzó en la batalla de Villalar. Nosotros -y los demás no tienen voto en el problema- consideramos que la monarquía es la causa fundamental de las desdichas que actualmente padece la península. La política monárquica separó definitivamente Portugal de España y es responsable de la traición de Aljubarrota y Villaviciosa. La política monárquica impidió la formación de una Comunidad Ibérica de Naciones, que de forjarse, como era la voluntad de los grandes libertadores de los iberoamericanos y filipinos, hubiera hecho cambiar el centro de gravedad del mundo, otorgando a los ciento setenta millones de seres humanos nutridos por las culturas peninsulares, el puesto que corresponde al segundo grupo de naciones amamantado en la cultura occidental. Recordad los inspirados versos de Rizal. Recordad que Bolívar era un vasco educado en Madrid, y San Martín un bravo jefe militar de la guerra de la independencia. La Monarquía convirtió en separatistas los movimientos nacionales de Iberoamérica, de Cataluña y Euzkadi. La Monarquía, soñando en Imperio, hizo imposible la política de diálogo, en cuya virtud los pueblos, como los hombres, pueden encontrar satisfacción a sus ansias de libertad individual, política y económica, dentro de un marco de solidaridad.

La Monarquía nos motejó de separatistas a los mismos hombres que, pensando de la misma manera, somos hoy Ministros de la República a la que servimos con lealtad (aplausos y vítores que duran largo rato).

GENEROSIDAD DE LA REPÚBLICA Y DESLEALTAD BORBÓNICA

Aquel luminoso 14 de Abril de 1931 el pueblo proclamó la República. El Rey Alfonso XIII embarcó en Cartagena en el crucero que le condujo a puerto francés. En el navío fue tratado con honores reales. A su vista, una vez que había pisado el suelo de Francia, el crucero enarbolaba la bandera de la República. El monarca depuesto había sido trasladado a país neutral al amparo de la hidalguía republicana. El mismo día, una gran muchedumbre llenaba la plaza del Oriente, donde está situado el Palacio de Carlos III. Las verjas de la mansión real temblaban oprimidas por la masa humana. Entonces el Ministro de la Gobernación, Sr. Maura, que había trocado las celdas de la prisión de Madrid por los despachos de la Puerta del Sol, envió a la plaza de Oriente a un grupo de obreros de la Casa del Pueblo, los cuales, rogaron a las gentes que la llenaban que se disolvieran, invocando el prestigio de la República; y así lo hicieron, sin que ni una sola persona traspasara el dintel de la puerta de los jardines de Palacio. Al día siguiente, el convoy real conducía a la Reina Victoria, a sus hijos y validos desde Madrid hasta la frontera francesa, atravesando en pleno día los campos de Castilla y de Euzkadi. Ni un denuesto, ni una pedrada alcanzaron los vidrios de los vagones que conducían a la realeza proscrita. A los cinco años de este gesto generoso e hidalgo y sin par en la historia, Alfonso XIII afirmaba sus derechos al trono y nombraba por sucesor suyo a D. Juan. Este guarda en su bolsillo el carnet núm. 5 de Falange Española. Por dos veces se ofreció a los Generales sublevados para luchar contra la República. Dio su nombre a conocidas publicaciones fascistas. Ha jugado a la carte de Franco y al triunfo del fascismo. Ahora, cuando Franco ha sido condenado por el mundo demócrata y el fascismo derrotado, se presenta como el salvador de la Patria, el pacificador, el hombre que no se mancha ni se contamina con los errores falangistas, el representante de la institución neutral entre los dos bandos de la guerra civil. Y yo os digo que nosotros hemos condenado ya a la monarquía aunque tuviéramos un buen Rey. Pero que en manera alguna podemos aceptar la falacia y la mistificación de conceptos en que pretende basarse hoy la monarquía para ser restaurada. Si la monarquía fuera a Madrid duraría el tiempo que durara la fuerza exterior en que pretende apoyarse. Cualquiera que esta sea, nosotros anunciamos desde ahora -lo hemos dicho ya muchas veces- que haremos todo cuanto esté en nuestras manos para derrocarla y que consideramos a D. Juan como el continuador de Franco (muchos aplausos). Con nosotros no contará ni un intento monárquico, ni cualquier otro empeño de Gobierno transitorio que no sea la República. Ansiamos la desaparición del Gene­ral Franco como figura política. Celebraremos el hecho como un fausto acontecimiento, cualquiera que sea el que lo sustituya. Pero negaremos nuestro apoyo a todo intento que no tenga por finalidad la restauración de la República con entrega del poder al Gobierno que la representa, que hoy es el que preside el Sr. Giral y al cual, representando a la democracia vasca, tengo el honor de pertenecer (muchos aplausos).

FIRMEZA EN NUESTRAS IDEAS Y CONFIANZA EN EL PORVENIR

Termino por donde comencé. Celebramos hoy la fiesta de la. República y es justo dedicar unas palabras a la definición de lo que nosotros entendemos por República. Es el régimen jurídico fundado en la democracia cuyo contenido es la Ley. Son las libertades de la persona humana que garanticen a ésta en su derecho de orden natural, anterior al Estado, para pensar, expresarse, escribir, asociarse, dirigir sus oraciones a Dios o no dirigirlas, con arreglo a la conciencia individual de cada ciudadano, expresarse en el idioma de su nación, ser asistido de la libertad económica y de la seguridad social que hagan eficaces las libertades políticas y las garantías ciudadanas. En este orden, no descubro ningún secreto al afirmar que la aplicación de los preceptos constitucionales podría llevar a España una situación económica y social de mayor avance que la proyectada en el plan Beveridge y en el proyecto del Gobierno Laborista que le ha sustituido. Por eso se alzaron contra la República los mantenedores del régimen del privilegio (muchas voces: muy bien, muy bien ). En el régimen de libertades políticas de tipo colectivo, como en lo que afecta a las garantías individuales, afirmamos la necesidad de dar plena satisfacción a las personalidades, llámense países, naciones o regiones, que viven dentro del área del Estado. Es preciso que estos países no se reputen oprimidos, que sean capaces de desarrollar para ellos mismos y para el conjunto peninsular todo el esfuerzo que su vigor y su trabajo les permitan. Estas fue­ron las últimas palabras que cruzó conmigo en su lecho de muerte el ex-Presidente del Consejo de Ministros y directivo del Partido Socialista Obrero Español D. Francisco Largo Caballero, a cuya memoria rindo en nombre propio y en el del Gobierno el tríbulo de admiración, afecto y reconocimiento que merecen los hombres honrados que ofrecieron su vida a sus ideales y a su patria (gran ovación). La República es libertad, respeto y tolerancia. Es el régimen que otorga a todos los ciudadanos iguales derechos, sin privilegios. El ejercicio del poder republicano habrá de amoldarse a estas bases. En tal sentido es imprescindible que con espíritu generoso y comprensivo se resuelva en régimen de libertad de conciencia y de libre ejercicio de cultos el llamado problema religioso. Ningún país moderno tiene ya ese problema pendiente. Ni el Estado recibió por misión la de perseguir a la Iglesia ni la de ésta es interferirse en las actividades políticas del Estado. Yo soy cristiano y católico. Pero con el mismo vigor que hago esta afirmación digo que, en la medida en que pueda afectar a mis actividades de gobernante, no habría de tolerar sectarismos ni violencias providentes de la derecha ni de la izquierda. Ya lo dice el evangelio: a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. El Estado no tiene porqué entrar en la conciencia de los ciudadanos, ni para impedirles sus prácticas religiosas, ni para imponer como condición ciudadana ningún género de dogma. Es así como podremos hacer de la República un régimen de esperanza, de vida, de tolerancia y de justicia social. Todo eso es lo que significa la República y lo que nosotros exaltamos al celebrar su fiesta el día de hoy (gran ovación).

Republicanos: nos llevaron a la guerra y perdimos la batalla. No fueron solos nuestros desaciertos los que nos condujeron a aquel resultado. Otros desvíos ayudaron al fascismo internacional a colocar al General Franco en la Jefatura del Estado. Pero hoy, haciendo plagio de conocida frase muy repetida en la historia, podemos decir con verdad y afirmar con resolución, que la República no ha muerto. ¡ ¡ ¡ Viva la República ! ! !

(El público puesto en pié ovaciona largamente al orador).



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