«Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso», dice el refrán, tiempo ideal para tener buenas cosechas. Mayo ha sido florido, lluvioso y tormentoso en la historia. En mayo se fundó el Partido Socialista Obrero Español y el levantamiento del pueblo de Madrid contra el francés. En Estados Unidos lo fue entre el 1 al 4 de mayo con las revueltas obreras y masacre de la plaza Haymarket en Chicago. En memoria de todo y por todos, para mi, Mayo, a más de florido, es de lucha.
Tres acontecimientos recuerdo que tienen un hilo conductor en mi memoria. Han conformado mi pensamiento y hasta mi forma de actuar. En alguno de ellos estuve presente. Corrían los primeros años del siglo XIX cuando se produjeron en España una serie de acontecimientos trascendentales: la invasión francesa y la guerra de la Independencia. Constitucionalismo, absolutismo e inquisición. Dos reyes fueron los responsables de que el ejército aliado de Napoleón ocupara Madrid. Dos reyes por la gracia de dios, Borbones y traidores para más señas.
El 2 de mayo de 1808, a primeras horas de la mañana, la multitud comenzó a concentrarse ante el Palacio de Oriente. Los soldados franceses sacaban al infante Francisco de Paula, para llevarle a Francia con su real familia. Al grito de «¡Que nos lo llevan!», el gentío intentó asaltar la comitiva. En lo alto de una farola, a la entrada de la calle Bailén, vi llegar a los mamelucos y a la artillería disparar contra la multitud. «En el Pretil de los Consejos, por San Justo y por la plazuela de la Villa, la irrupción de gente armada viniendo de los barrios bajos era considerable. (Benito Pérez Galdós: El 19 de Marzo y el 2 de Mayo). En el Salón del Prado fueron fusiladas 32 personas, otras 11 en Cibeles, Recoletos y Puerta de Alcalá. Al día siguiente los franceses fusilaron a 24 madrileños en la montaña del Príncipe Pío. Por Madrid corría la sangre.
El pueblo contra los franceses, los liberales contra los absolutistas reales, Fernando VII contra el pueblo, la razón contra el despotismo y el oscurantismo contra la ilustración. Con el «¡vivan las caenas!» y derogando la Constitución de Cádiz, se entronizó al Rey Felón y su descendencia. Si Napoleón hubiese ganado la guerra, otra historia nos hubiera llegado. Nuestra seña de identidad estaría dibujada en el lema «Liberté, égalité, fraternité», que hago mío adaptándolo hoy por: igualdad, justicia social y solidaridad.
Muy cerca del Palacio de Oriente, en la calle Tetuán, el 2 de mayo de 1879, se fundó clandestinamente el PSOE. Aprovechando las libertades de la Constitución de 1869, la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores –la Internacional–, organizó una serie de conferencias en Madrid. Desde un rincón, veía ensimismado a Pablo Iglesias, escuchando con atención; ¡cómo se crecía en los debates! En aquellas fechas, Iglesias conoció a Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, huido de la represión francesa por su participar en la Comuna de París. Iglesias se unió al Comité de Redacción de La Emancipación, semanario en el que leí «El Manifiesto Comunista».
Tras la ruptura de los anarquistas con Marx, Pablo Iglesias solicitó su ingreso (1873) en la primera organización socialista de importancia, la Asociación General del Arte de Imprimir. Desde esta nueva plataforma preparó, durante varios años de trabajo clandestino, la creación del segundo partido obrero de los que se constituirían en el mundo. En una comida de fraternidad organizada en la taberna Casa Labra, desde el quicio de la puerta, pude ver a las veinticinco personas fundadoras del PSOE.
El 1º de Mayo es una fecha emblemática para la clase trabajadora, en la lucha por conseguir derechos, mejores salarios, seguridad y dignidad. En 1890, se estableció como Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los «Mártires de Chicago» ejecutados y a las 5.000 huelgas simultaneas que se produjeron al grito: «¡8 horas de trabajo! ¡8 horas de reposo! ¡8 horas de recreación!».
A finales del siglo XIX, las condiciones de vida de los trabajadores eran de miseria y esclavitud; no podían ser peores: jornada laboral de 16 horas, salario escaso y sin derechos. La miseria y la explotación eran un lugar común y la represión policial al servicio del patrón. Ante esta situación extrema, empezó la lucha obrera. En 1886 la huelga por la jornada de ocho horas estalló de costa a costa de EEUU. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas y 340.000 obreros salieron a las calles manifestando sus exigencias. En Chicago los sucesos tomaron un sesgo violento, que culminaron en la masacre de la plaza Haymarket (4 de Mayo). En un juicio amañado, contra los dirigentes anarquistas y socialistas, cuatro de ellos fueron condenados a la horca. En España durante el franquismo, el 1º de Mayo se transformó en un día festivo de exhibiciones gimnásticas y bailes regionales, muy alejado de luchas y reivindicaciones.
Estamos en Mayo y los acontecimientos políticos están resultando ser históricos. Repetimos elecciones generales, ante la incapacidad de los partidos para llegar a un acuerdo de gobierno. Cuatro años de mayoría absoluta del PP, con políticas antisociales, sin diálogo, reformando la legislación social y laboral con su rodillo regresivo, reduciendo o eliminando derechos sociales y civiles, con la ley mordaza y la reforma del Código Penal. «Las reformas laborales han provocado un incremento de la siniestralidad laboral» y cada semana mueren más de 10 trabajadores y trabajadoras en accidentes laborales. La política del PP está resultando también ser criminal. Este mes de mayo florido podría ser un buen momento para «levantarnos» en lucha, por recuperar derechos y libertades, por dignidad y decencia y blindarlos constitucionalmente.
«Contra la pobreza salarial y social. Trabajo y Derechos», es el lema por el que se dejan ver los sindicatos Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores en este 1º de Mayo. Reclaman creación de empleo «estable y con derechos» y lucha contra la creciente pobreza y desigualdad salarial. Muestran su firme oposición al Tratado de Libre Comercio entre la UE y EEUU (TTIP), que «dañará irreversiblemente» los derechos laborales. Con ellos estoy en sus reivindicaciones, pero espero más.
En este mes de mayo, que declaro de lucha y denuncia, estamos a las puertas de unas nuevas elecciones generales. A los partidos de la izquierda política e ideológica, que vuelven a presentarse, les pido que no nos tomen el pelo otra vez y que en sus programas aparezca de forma destacada el compromiso de derogar las reformas laborales de 2010 y 2012, la Ley de Seguridad Ciudadana, la reforma del Código Penal, la subida salarial general y el Salario Mínimo Interprofesional. Los sindicatos exigen más cobertura y prestaciones por desempleo y una renta mínima para familias que no tiene ingresos y están bajo el umbral de la pobreza. 1.610.900 familias se encuentran con todos sus miembros en paro, según la EPA del Primer Trimestre 2016.
Los papeles de Panamá, Mario Conde, Bárcenas, Nóos, Gürtel, Púnica, Taula en Valencia, EREs en Andalucía, y ahora Ausbanc, Manos Limpias y tantos otros casos, muestran el grado de corrupción que nos saquea. Es la gran gangrena que carcome. Los responsables políticos poco hace para combatirlo. Pocos jueces, sin medios y con procedimientos de siglo XVIII. La corrupción es el segundo gran problema para los españoles. (Barómetro de opinión de marzo, CIS). Delitos contra la Hacienda pública, blanqueo de capitales, falsificación de documentos, delitos fiscales, cohecho, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, prevaricación, negociación prohibida a funcionarios, fraudes contra la administración y formar parte de organización criminal, son delitos cometidos en el saqueo de las arcas públicas. ¿Calculan el número de escuelas que se hubieran podido hacer con tanto dinero evadido, robado y estafado? ¿Cuántos hospitales? ¿Cuántas calamidades se hubieran evitado, sin esta crisis provocada? Vergüenzas de España.
El importe de depósitos y patrimonio de los españoles en paraísos fiscales se calcula en 144.000 millones. Una buena parte de la economía sumergida –unos 253.000 millones según el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA)–, se encuentra en esos paraísos, lo que provoca que el Estado deje de recaudar cada año 90.000 millones y que cada español de a pie, tengamos que pagar cada año, entre 800 y 1.000 euros más en impuestos, por el fraude que cometen otras personas. Erradicar la evasión fiscal al 100% es algo prácticamente imposible, pero por lo que conocemos que no se hace, algo podría aliviarse. Permitiría una recaudación extra de 40.000 millones anuales, el equivalente a los intereses de la deuda que paga España. Ayudaría a la contención del déficit público y evitar buena parte de los recortes en las políticas sociales.
Los trabajadores sabemos mucho de la corrupción de los ricos y de los empresarios, recuerda el Sindicato Solidaridad Obrera. Horas extraordinarias no pagadas; prácticas formativas en las que no se aprende nada; salarios o pluses desaparecidos en las nóminas; trabajo negro forzado por ser migrante o por estar en situación de exclusión y necesidad; medidas de seguridad y salud ausentes o pagadas por los propios trabajadores. De esa corrupción se habla menos, por la que el patrón se llena los bolsillos a costa del obrero. Me sumo a sus demandas. La crisis es la corrupción.
Desde el anarcosindicalismo, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), en su manifiesto «Orgullo y dignidad» siguen en el empeño en construir «Una nueva sociedad que piense en las necesidades de las personas, una sociedad en la que los privilegios sean sustituidos por la igualdad y la verdadera justicia social». Una sociedad en armonía con la naturaleza, una sociedad en la que todos y todas seamos ricos, porque todos y todas tendremos todo lo que necesitamos. Una sociedad digna de la que sentirnos orgullosas y orgullosos. También suscribo el empeño de la CNT.
Ya sabemos que el sistema capitalista funciona en base a la corrupción generalizada de los poderosos, a costa de la ciudadanía en general y de la clase trabajadora en particular. Se ha perdido interesadamente el sentido de la necesidad de la lucha. Los trabajadores y trabajadoras no debemos perder la conciencia de clase a la que pertenecemos. Tenemos que recuperar lo perdido o adquirir nuevos compromisos como colectivo. El pueblo de Madrid tuvo conciencia de invasión contra el Imperio francés. Los obreros de Chicago contra las injusticias sociales. Los derechos laborales y sociales reconocidos, no son regalo gratuito del capital; se han conseguido uno a uno con lucha y esfuerzo.
Víctor Arrogante
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