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Caminando hacia la Tercera República

República
La Primera República Española fue proclamada por las Cortes el 11 de febrero de 1873, habiendo transcurrido menos de un año, el 3 de enero de 1874, el general Manuel Pavía da un golpe de estado y establece una dictadura republicana conservadora con el general Serrano al frente. El 29 de diciembre, el general Arsenio Martínez Campos pone fin al periodo republicano con el pronunciamiento de Sagunto y se lleva a cabo la restauración borbónica en España. 





El príncipe Alfonso de Borbón inicia viaje a España desde Inglaterra para ser coronado como Alfonso XII. Pi y Margall, Figueras, Salmerón, Castelar, Serrano pasan a la historia como participes fracaso republicano. Desde entonces y hasta abril de 1931 la Casa de Borbón estuvo sentada en el trono español. Más tarde, en 1975, una ley franquista de 1947 volvió a sentar a un borbón en el trono de una impuesta monarquía

Un fracaso republicano que sin embargo no se produjo años antes en las colonias españolas. Corría el primer tercio del siglo XIX, bajo el detonante de la Guerra de la Independencia española, las posesiones americanas del Imperio Español se pierden, las guerras hispanoamericanas de independencia acaban expulsando a España de sus posesiones, solo Cuba y Puerto Rico continúan de momento perteneciendo a España. Surgen nuevos estados americanos que se constituyen bajo la forma de repúblicas. De la mano de sus libertadores, México, Nueva Granada, Venezuela, Quito, Rio de la Plata, Uruguay, Paraguay, Perú, Chile, Bolivia... dejan de pertenecer a la corona española. Reyes, virreyes y capitanías generales desaparecen de la geografía hispanoamericana. Puesto fin al colonialismo español, adquirida la independencia, los nuevos estados americanos abrazan el republicanismo.

Volviendo a España y con Alfonso XII en el trono, comienzan a aparecer partidos políticos que se autodenominan republicanos. Los primeros en aparecer son el “Partido Demócrata” de Castelar y el “Partido Progresista Republicano Demócrata” de Cristino Martos, ambos carentes de todos los valores con los que hoy identificamos el republicanismo democrático. Les siguen el Partido Republicano Democrático Federal (PRDF) de Pi y Margall, el Partido Republicano Progresista (PRP) de Manuel Ruiz Zorrilla y José María Esquerdo, y el Partido Republicano Centralista, de Salmerón. Ya en 1898 nace la Fusión Republicana, y en 1903 Unión Repúblicana (UR), de la que más tarde se separarían el Partido Republicano Radical de Lerroux y el Partido de Unión Republicana Autonomista de Vicente Blasco Ibáñez. 

En Cataluña nace el Centre Nacionalista Republicà (CNR). Tras los hechos de la Semana Trágica de Barcelona en 1909, partidos republicanos y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) forman la Conjunción Republicano-Socialista, por otro lado los sectores catalanes de UR, el CNR y el PRDF forman la Unión Federal Nacionalista Republicana.

Como se puede ver no escasearon entonces los “nacimientos”, las coaliciones, los pactos y las escisiones...la hoy denostada “sopa de siglas” tuvo una importancia fundamental en esos momentos y más aún la tuvo años más tarde, durante los últimos meses de la II República con el triunfo electoral del Frente Popular.

Mientras tanto la monarquía española entra en franco declive y Alfonso XIII entrega España al general Primo de Rivera. Con el apoyo de la corona, la patronal, la iglesia católica, el ejército, y las fuerzas conservadoras, Primo de Rivera instaura una dictadura militar que concentra y asume todos los poderes del Estado. Alfonso XIII sigue en el trono.

En 1930 Primo de Rivera dimite, la monarquía está sentenciada a muerte. El 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales, en las que los partidos republicanos ganan en la inmensa mayoría de las capitales, se proclamada la Segunda República Española. Una República que tuvo que soportar la mayor crisis económica mundial conocida, también el golpe de estado del general Sanjurjo, golpe que, aunque aplastado, facilitó el camino a la derecha (CEDA) para ocupar durante dos nefastos años el gobierno (Bienio Negro) y que una vez desalojado del mismo por el Frente Popular, (formado por esa sopa de siglas hoy tan atacada desde todos lados), colaboró con los golpistas de 1936 propiciando el estallido de la mal llamada Guerra Civil Española.

Todo lo anterior es sobradamente conocido, es historia y a ella se puede acceder de mil y una maneras. Si esto es así, se preguntaran a que viene que yo exponga un resumen de estos hechos. La respuesta está en mi intención de acabar, o al menos intentarlo, con el derrotismo, con la inacción, que se viene apoderando del republicanismo español, de los republicanos españoles que, algunos desde 1939, esperan la llegada de la Tercera República....pero simplemente esperan.

La constitución de la repúblicas hispanoamericanas tras el colonialismo español no estuvo, ni mucho menos, exenta de enormes sacrificios. Según cifras de diversos historiadores la cifra de víctimas mortales durante el proceso libertador superó con creces el millón cuatrocientos mil personas. En España la sublevación militar de 1936 se llevó por delante a más de 350.000 españoles, cifra aproximada procedente de registros oficiales, a la que hay que sumar la de los desaparecidos y la de aquellos que anónimamente permanecen aún en las fosas comunes y cunetas españolas. Unos y otros, hispanoamericanos en el siglo XIX y españoles en el siglo XX, perdieron sus vidas en defensa de la libertad, luchando contra el imperialismo monárquico unos, y contra la monarquía y el fascismo otros.

La muerte del dictador Franco y el cambio de régimen posterior, lejos de espolear el ímpetu republicano, lo que hizo fue adormecerlo. La República Española en el Exilio se disolvió voluntariamente, siendo su presidente José Maldonado, a raíz de la celebración de las elecciones generales de 1977, un grave error bajo mi punto de vista. La izquierda española se rindió a la monarquía, y el republicanismo español, junto con las victimas que lo defendieron, fue traicionado. El “ruido de sables”, que presidió la mal llamada transición política, se convirtió en la escusa perfecta para justificar la traición. Ya llegará nuestra hora, decían los republicanos.

En 2014, con la monarquía española extremadamente debilitada, se organizó desde la derecha y con el apoyo incondicional del PSOE la abdicación de JCI y posterior subida al trono de Felipe VI. Ningún movimiento reivindicativo republicano relevante se produjo. Esta vez, sin ruido de sables de por medio como excusa, se volvieron a dar por buenas las leyes franquistas, esta vez la excusa fue el respeto a lo dispuesto por nuestra Constitución, esa que se redactó y aprobó si o si, la misma Constitución cuyo cumplimiento decidió la permanencia de la monarquía, y la misma que desde su firma hasta hoy es incumplida diariamente por todos los gobiernos que en España lo han sido desde 1978.

Ahora, hoy en día, estamos viviendo una extraordinario cambio político. La hegemonía del PP y PSOE ha muerto después de más de treinta años de un bipartidismo cómplice. En contra de otras opiniones, la causa de esta muerte ha venido de la mano del pueblo, de su enérgica protesta llevada a cabo en 2011. A partir de ese año la izquierda española despertó con nuevas fuerzas y ha demostrado que en democracia las cosas pueden cambiarse radicalmente.

Un cambio evidente, que ha permitido una coalición electoral de izquierdas con posibilidades de formar gobierno o, en el peor de los casos, convertirse en la principal fuerza de la oposición a la derecha monárquica. A mi modo de ver un vehículo válido para la llegada de la III República. Sin embargo no dejo de escuchar y leer opiniones descalificadoras sobre esta nueva coalición, en el sentido de que entre sus objetivos principales no figura la reinstauración republicana. Muchos son los que demandan que dicha coalición exponga públicamente y sin dudas su intención de acabar con la monarquía, con el franquismo y con su impunidad, que dicho fin sea explicitado como vital en sus programas de gobierno. Muchos son, pero muchos son también los que olvidan que el PCE forma parte de esa coalición y que en el Artículo 1 de sus Estatutos expone claramente que su objetivo es:

“....transformar gradualmente el sistema capitalista económico, social y político, en un sistema socialista democrático, fundamentado en los principios de justicia, igualdad, solidaridad, respeto a la naturaleza y organizado conforme a un Estado de Derecho, federal y republicano.”

Sumemos al PCE a un buen numero de partidos de ámbito autonómico, nacionalistas o independentistas que, sin la claridad con que lo hace el PCE, se definen decididamente partidarios de un sistema republicano. No busquemos entre ellos al PSOE, hace tiempo que no se define como republicano y de hecho son un soporte incondicional de la monarquía. Solo una corriente del PSOE, Izquierda Socialista, defiende, sin éxito, que el partido recupere su tradición republicana y elabore una estrategia democrática para la reinstauración de la República Española.

Por otro lado carecemos de partidos netamente republicanos con representación parlamentaria, y por lo que parece así va a seguir siendo. Se aducen problemas organizativos, de gestión, de ausencia de cuadros y comités, de financiación, y, lo que es peor, reina la desunión en el seno de las asociaciones republicanas y entre ellas mismas, llamadas por la lógica a protagonizar la fundación de un partido republicano nacional fuerte.

También parece que olvidamos que los republicanos españoles, bien pertenezcan a asociaciones o vayan por libre, son fieles votantes de partidos de izquierdas, excepción hecha de los votantes del PSOE, unos votantes que, si bien algunos siguen siendo republicanos, desperdician su voto apoyando a un partido pro-monárquico.

Como conclusión de todo lo anterior entiendo que los republicanos debemos aceptar de buen grado las posibles incongruencias o debilidades de la coalición protagonizada por Unidos Podemos y apoyarles decididamente en las urnas. Una vez que la izquierda gobierne holgadamente en España, y solo entonces, será posible la vuelta de la República. No pongamos hoy palos en nuestras propias ruedas, ya que puede ser que la ocasión actual tarde años en volver a repetirse.

La recién creada coalición electoral tiene, como no, carencias y defectos, como todas las coaliciones sufre diferencias y disfruta puntos en común, pero por algo hay que empezar, si no la apoyamos ¿que otra opción nos queda a los republicanos? ¿Acaso sus detractores definen otro camino viable hacia la República? Si ese camino existe bueno sería que se explicase razonada y detalladamente. Como escribía Fernando Valera (1) en 1930, cuando los republicanos luchaban contra Primo de Rivera y la monarquía:

"Ideas sobran, lo que faltan son realidades, vida, acción, movimiento, sin lo cual las ideas se mueren bien pronto de hambre en el mundo de las abstracciones puras. Para eternizarse, para adquirir tono y consistencia, necesitan plasmar en hechos, en costumbre, en hábitos sociales, en normas políticas"

Quiero recordar aquí, es necesario, a Regulo Martinez Sánchez, sacerdote y republicano incansable, condenado a muerte por un Consejo de Guerra franquista en 1940, pena conmutada por la de prisión gracias a la intervención del vicario general de la Armada. Fundador en 1958 de la clandestina (2) Acción Republicana Democrática Española (ARDE), integrada fundamentalmente por miembros de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Un viejo luchador que tuvo aún fuerzas, en 1979, para presentarse como candidato al Senado por ARDE. Ese mismo año dejó escrito:

"(sic)...bien podría ser la Constitución de 1931 el IDEARIO de un partido republicano" 

por tanto ya tenemos ideario republicano. en torno al cual organizarnos, me atrevería a decir que, aunque diseminadas y sin censar, también contamos con unas muy numerosas bases. Lo que no tenemos aún, al parecer, son lideres que tomen el relevo.

Benito Sacaluga




(1) Jefe del Gobierno republicano en el exilio desde 1971 hasta 1977

(2) ARDE está registrado como partido politico desde 1977.

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