La primera etapa del intenso período de entreguerras en la III República Francesa se enmarca entre 1919 y 1924, dominada por lo que se conoce como el Bloque Nacional, y dedicada a la reconstrucción nacional.
En el mes de noviembre de 1918, Francia había ganado la guerra a costa de agotarse. Sus bajas habían sido enormes, aproximadamente el 10% de su población activa, un porcentaje que superaba claramente el de los británicos o alemanes. Además, había un millón de heridos y mutilados de guerra, todos ellos jóvenes, por lo que la disminución de la población activa en Francia era aún mayor que la que hemos comentado anteriormente, reflejándose, por lo demás, en las posteriores pirámides de población hasta casi los años sesenta. Las ruinas eran casi completas en el noreste francés. Se calcula que tres millones de hectáreas se habían convertido en un desierto. Reims y San Quintín eran un montón de escombros.
Los franceses generaron un intenso resentimiento, a pesar de su victoria, porque consideraron que tantos destrozos materiales no habían sido fruto de los lógicos combates sino de una estrategia intencionada del enemigo. Si los alemanes vivían el sabor amargo de la derrota, la pérdida de su poder, algunos territorios y la humillación de Versalles, generando un rencor social y político que pudo ser manipulado por la demagogia de la extrema derecha, los franceses agudizaron más su odio hacia Alemania y exigieron el pago hasta el último céntimo de las reparaciones de guerra.
En un plano menos negativo los franceses habían conseguido recuperar Alsacia y Lorena, que se habían perdido en la guerra franco-prusiana, y que eran ricas en yacimientos de carbón.
Los problemas de la reconstrucción, a pesar de los grandes esfuerzos de la industria francesa por modernizarse, especialmente la automovilística, explicarían la inestabilidad política que vivió Francia durante mucho tiempo, así como la tendencia conservadora del electorado, con paréntesis de triunfo de la izquierda.
En noviembre de 1919 regresaba la normalidad democrática y parlamentaria en la III República francesa gracias a las elecciones convocadas para ese mes. La campaña electoral fue intensa, con un gran protagonismo de la prensa, especialmente gracias a la dialéctica establecida por “L’Humanité” desde la izquierda, y “Le Figaro” en el universo de la derecha. Los resultados no fueron nada positivos para los socialistas y radicales, que habían acudido a las urnas separados, frente a los conservadores y republicanos moderados. Era la victoria del denominado Bloque Nacional, que dominaría la Asamblea, la “cámara azul”, como se llamó en aquel momento porque resaltaban los uniformes militares de muchos diputados.
El gobierno pasó a estar dirigido por Georges Clemenceau, aunque por poco tiempo, hasta 1920. El que fue considerado el “padre de la victoria” terminaría fracasando en la paz porque tampoco consiguió ser elegido presidente de la República; no sería el único caso de artífice de una victoria militar que luego fracasaría en la posguerra; unos veinticinco años después, aunque en un contexto distinto, le ocurriría a Churchill en el Reino Unido. Después presidirían el gobierno francés Millerand, Leygues y Briand. Por fin, Poincaré se haría con el poder, después de los tres primeros años, hasta el final de esta fase.
Este período estaría dominado por tres cuestiones o problemas que vamos a abordar por separado, aunque estén íntimamente ligados.
En primer lugar, después de constatarse el fracaso electoral de la izquierda, el socialismo francés viviría una difícil situación. Nos estamos refiriendo a la escisión comunista. El Congreso de Tours, celebrado a finales de 1920, fue determinante. Blum se negó a aceptar la III Internacional, es decir, las órdenes procedentes de Rusia, pero se quedó en minoría frente a una mayoría que se decantó por el comunismo, al contrario de lo que pasaría en otros partidos socialistas, como el español. Tendría que pasar un tiempo para que el partido socialista pudiera recomponerse.
La crisis económica de posguerra era una realidad palpable. El Estado francés tenía un déficit presupuestario inmenso y agravado por los gastos de la reconstrucción. Los franceses cifraban su salvación económica en las reparaciones alemanas. El slogan de la inmediata posguerra era el de “Alemania pagará”. Pero las enormes dificultades alemanas para pagar y la consiguiente demora provocarían que Poincaré ocupase el Ruhr. Pero, además de aumentar la tensión internacional, no se redujo la deuda ni se frenó la inflación. El gobierno optó por la austeridad presupuestaria y el aumento de la presión fiscal, que repercutió en los funcionarios y asalariados, ejes de la crisis política que llevó al fracaso y caída de Poincaré.
Las dificultades económicas generaron una verdadera crisis social, cuya consecuencia fue la reactivación del sindicalismo frente a la debilidad de la izquierda política. La CGT (Confederación General del Trabajo) vivió un extraordinario auge. Llegó a plantear un programa de nacionalizaciones, y su sector más radical inició una serie de huelgas intensas. Este sector terminaría desgajándose de la CGT para formar la CGTU, que se adhirió a la Sindical Internacional Roja. Ante la presión sindical los gobiernos del Bloque Nacional intentaron plantear alternativas como la jornada laboral de ocho horas, combinándolas cuando no daban los resultados esperados con la represión, empleando el ejército y algo que comenzó en aquella época con el triunfo de la Revolución Rusa: intensas campañas de opinión acusando a los sindicatos y a la izquierda de bolchevismo.
Eduardo Montagut
Twitter: @Montagut5