Los farsantes que presumen de demócratas no mueven un dedo para recuperar la democracia que sólo puede existir con una República. Dicen para justificarse que “la República es sólo una forma de Estado”. Con ello contribuyen, es lo propio de tramposos, a generar una ceremonia de la confusión con la que pretenden engañar a jóvenes y a mayores.
En un estado republicano hay demócratas de derechas y de izquierdas; también hay no demócratas en sus diversas versiones de defensores de la dictadura militar, de la monárquica, de la teocrática, etc.; pero la República es algo más que eso. La República es una declaración de principios que compromete universal y realmente a todos los ciudadanos aunque luego muchos de ellos, sin llegar a cometer un delito, tampoco cumplan con su compromiso.
La República es una forma de Estado pero que establece como principios básicos la igualdad, la libertad y la fraternidad. El respeto a esos principios hace que no sea simplemente otra forma de Estado.
La igualdad hace que todos los ciudadanos sepan que tienen derecho a exigir, ¡y lo exigen! que ante la ley todo el mundo sea igual en sus derechos y en sus obligaciones.
En su virtud allí donde haya un político corrupto enjuiciado habrá un corruptor no político que como coautor del mismo delito reciba igual sanción. En una República el fiscal no podrá reducirle la pena (hace poco se redujo la pena de 60 años a menos de 2 a un rico que defraudó a Hacienda sistemática y premeditadamente año tras año) mientras que a un pobre desgraciado robagallinas da con sus huesos en la cárcel aunque la magnitud de lo robado sea mínimo y más que dudoso que robar gallinas para sobrevivir se considere todavía un delito.
La libertad hace que todos los ciudadanos sepan que tienen derecho de exigir, ¡y lo exigen!, que no se promulguen leyes como la actual ley mordaza y sus diversos sucedáneos.
La fraternidad hace que todos los ciudadanos sepan que tienen el derecho de exigir, ¡y lo exigen!, que el reparto de la riqueza producida se haga primando a los que la crean con su trabajo, como empresarios, asalariantes o autónomos, o como trabajadores asalariados.
El tratamiento de las rentas procedentes del trabajo o del capital, las propiedades y en mucha mayor proporción las herencias tengan una progresividad fiscal real, desgravaciones incluidas. Todo ello bien entendido que siempre habrá un mínimo exento a la hora de pagar impuestos que beneficie a los que se encuentren en la franja de menor renta o patrimonio.
Los tramposos, los que dicen ser demócratas pero no lo son, se identifican porque dirán que el respeto a la libertad, igualdad y fraternidad ocurre ya en las monarquías nórdicas y que por tanto ese lema no es un patrimonio de la República. Es, naturalmente, una falsedad.
El derecho de herencia al empleo de Jefe del Estado contradicen el principio de la igualdad que tienen sólo los miembros de una familia, y tampoco respeta el principio de que los empleados del Estado obtengan sus empleos previa acreditación de su competencia. Y por eso los verdaderos demócratas no son monárquicos.
Los tramposos, los que dicen ser demócratas pero no lo son, se identifican porque dirán que ellos prefieren, pese a ello una monarquía nórdica a la desigualdad social de tantas repúblicas. Es, naturalmente, otra falsedad. Ellos apoyan a la monarquía impuesta por Franco - todo está atado y bien atado- que carece del respaldo popular que tienen las nórdicas, y donde además la desigualdad y la corrupción social es muy superior a la de muchas repúblicas.
Para terminar señalemos que todos esos monarcas nórdicos tan “ejemplares”, consideran sus pares a todos los monarcas meridionales español, africanos y asiáticos en cuyos reinos se practica toda clase de atropellos a los derechos humanos. Ello no les impide invitarlos a sus festejos familiares como parte de la “familia monárquica”. Son la “casta de los monarcas” que honra el refrán: “dime con quién andas y te diré como eres”.
No; claro que la República es más que una forma de Estado.
La República es un compromiso de respeto a los derechos fundamentales de todos los seres humanos.
Alfonso J. Vázquez