El 15 de junio de 1977 se celebraron en España las primeras elecciones parlamentarias después de la dictadura. Pocos días después, el 21 de junio de 1977, el presidente de la República Española, don José Maldonado González y el presidente del Consejo de Ministros, don Fernando Valera Aparicio, emitían en París, una histórica declaración donde se disolvía el Gobierno de la Segunda República en Exilio.
En este contexto, las instituciones de la República en el exilio ponían término a la misión histórica que se habían impuesto, el mantenimiento de la legalidad republicana emanada el 14 de abril de 1931 frente a la dictadura fascista de Francisco Franco.
Tras la derrota sufrida en abril de 1939, las fuerzas republicanas que habían luchado por la libertad y la democracia se resistieron a desaparecer, y decidieron mantener el Gobierno republicano en el exilio, hasta que el pueblo español pudiera decidir en las urnas su voluntad democrática.
A pesar de todas las dificultades y obstáculos, un nutrido grupo de líderes políticos, defensores de la legitimidad democrática del modelo de Estado republicano lograron sobrevivir al poder autoritario instaurado por el franquismo, uno de ellos fue don José Maldonado González (1900-1985), recuperamos una entrevista para la revista Triunfo de 22 octubre de 1977
"Nosotros habíamos sostenido siempre que representábamos la última expresión de la voluntad popular, que había sido inequívocamente republicana en diferentes consultas; y nosotros estábamos dispuestos a hacer cesar las instituciones cuando se produjere una nueva consulta a la voluntad nacional". afirma Maldonado.
"La defensa de la posición republicana no es utópica. Y no es utópica porque, dada la estructura de la sociedad española, los problemas que esta sociedad plantea, sus aspiraciones y reivindicaciones legítimas, sólo pueden tener una solución plena con la instauración de la República. Ahora bien, nosotros creemos que esa República se puede restablecer por la vía democrática. Somos fundamentalmente demócratas y liberales, y la democracia liberal significa acatamiento al criterio de la mayoría y respeto por las minorías. Y de esos principios no nos apartaremos nunca en nuestra lucha por la República", continúa.
"No hay que olvidar que los cambios de régimen sólo se producen por el fracaso del régimen existente, y si parece claro que la Monarquía no podrá resolver los problemas que le va a plantear el país, se irá produciendo paulatinamente una tensión mayor hasta desembocar en el fracaso. Y será en ese momento del fracaso cuando se pueda pensar en el advenimiento de la República. Si alguien me pregunta cuando... yo no lo sé, no soy una pitonisa, no adivino el porvenir. Pero me imagino que no será un porvenir muy remoto", reflexiona.
"Porque, indudablemente, en el país existe una conciencia republicana. Conciencia republicana que nosotros no tenemos el más remoto propósito de monopolizar, pero si decimos -con modestia, pero con orgullo- que respresentamos la tradición más sana del republicanismo español, somos los herederos de Pi i Margall, de Salmerón, de Castelar, de los hombres de la Segunda República, empezando por don Manuel Azaña... y creemos firmemente que nuestro ideal tiene todavía inmensas posibilidades en España", explica.
"Ser republicano significa mucho, eso es lo que nosotros tenemos que saber demostrar. Ser republicano es defender la democracia íntegramente, y la democracia íntegra no es es sólo la democracia política, no es sólo -y ya es bastante- que todos los puestos de la dirección política del país sean fruto del sufragio universal, sino que hay que unir a esa democracia la democracia económica y la democracia social, hay que colocar a los ciudadanos en un plano de máxima igualdad para que las elecciones sean un reflejo del sentir sincero de las gentes", añade.
"En la clausura del Congreso de Acción Republicana Democrática Española (ARDE), yo recordé hace unos días una cosa magnifica, que citó a su vez en un discurso don Manuel Azaña: un pobre hombre castellano, al que querían sobornar para las elecciones, y que tuvo aquel gesto sublime de decir "en mi hambre mando yo" como negativa a cualquier componenda... Pues bien, hace falta que, cuando haya elecciones, nadie se vuelva a encontrar en la situación en que se encontró ese hombre, no sólo ya en una situación de hambre, sino de persecuciones de otro tipo, como las que incuestionablemente ha habido en las elecciones del quince de junio de 1977", sentencia.
Revista Triunfo, 22 octubre de 1977