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El día que se aplicó el 155 en Catalunya. Una voz republicana, por Pedro A. García Bilbao

Franco y Juan Carlos
Pedro A. García Bilbao es miembro del Colectivo Al Servicio de la República

Hoy se ha suspendido de hecho la autonomía de Catalunya, suspendido su gobierno y parlamento. La escalada continua entre gobierno central y las instituciones catalanas donde una mayoría soberanista ha escogido la independencia. No podemos dejar de recordar ante los llamados a cumplir la ley que hace el gobierno español que para el ordenamiento legal español actual, por extraño que parezca, Lluis Companys, Blas Infante, Alexandre Bóveda, García Lorca o, los cientos de miles de víctimas del franquismo siguen siendo considerados como criminales; una realidad incomprensible pero real, que los gobiernos de la democracia española, con apoyos parlamentarios muy amplios, se han negado siempre a cambiar. ¿Cumplir la legalidad? Desde luego, pero ¿cómo tragar hoy esta tremenda contradicción entre tanto orgullo constitucionalista frente a los «sediciosos» catalanes? Contradicción monstruosa y que prácticamente todos ocultan, si exceptuamos a ERC en las Cortes lo que no deja de ser significativo. Hay cuestiones pendientes para todos los españoles que están por resolver y que nos impiden afrontar el presente con libertad plena.

Cambiar un régimen o secesionar un territorio son cuestiones graves, de largo alcance. Implican ruptura con lo anterior, o más claro, con lo actual que no anterior. Y si no hay mutuo acuerdo, consenso, la ruptura implica enfrentamiento, sea con mayor o menor intensidad o con diferentes formas. Lo que pasa es que hemos habitado muchos años en una especie de mundo de Disney en el que se nos prometía política sin compromiso, cambios profundos sin confrontación y hasta «rebeliones» de diseño y colorines —como hizo Izquierda Unida de forma tan patética como estéril hace un par de años—. La realidad es la que es. Y las rupturas con acuerdo no son rupturas, son acuerdos mutuos. Este no es el caso. Quien haya prometido más Disney ha mentido, ha engañado. Las cosas no funcionan así.

Los soberanistas catalanes no han cuestionado la ley española y la constitución sino que se niegan a aceptarla en su territorio, es decir no la niegan en Madrid; su rechazo a la ley española se debe a que la consideran extranjera y declaran no querer meterse en cuestiones de otro país, España, que no son ellos. Pugnan por negociar de igual a igual con el gobierno español, sin cuestionarlo en lo fundamental. Esta ha sido su estrategía escogida. ¿Había otras opciones? Los republicanos tenemos nuestra opinión al respecto, pero nosotros no tenemos representación parlamentaria y apenas podemos influir. Considerar que el patriotismo catalán es incompatible con el patriotismo republicano español es un error de dimensiones históricas que hará más fuerte el nacionalismo español reaccionario y consolidará al Borbón y su régimen. Nosotros cuestionamos la legitimidad de la Constitución, del origen de la ley que hoy se impone a Catalunya, pero los soberanistas ignoran este acercamiento al problema, como si en el 77-78 no hubiera habido complicidades catalanas con el régimen mientras los partidos republicanos españoles vivieron las elecciones de 1977 ilegalizados, algo que hoy tantos desean hacer olvidar.

Si se da por válida la ley vigente y la Constitución sin cuestionarla de fondo ¿debe extrañarnos que sus defensores la apliquen?

En otras palabras, la reacción del gobierno español es legal, es acorde con el orden constitucional vigente. Esto no es una opinión, es un dato objetivo. Las decisiones del gobierno y el Parlamento catalán rompieron ese orden y establecieron uno distinto. Esto es también un dato objetivo. El enfrentamiento nace de aquí. Defender esta posición exige asumir las consecuencias. Y ahora que se han producido las consecuencias se plantean dos caminos: o ceder a la legalidad vigente española —negociando una salida—, o resistir a esa legalidad y defender la propia —y hay muchas formas de hacerlo—.

El escenario real que se nos plantea hoy es el del enfrentamiento. Es muy probable que haya una huida hacia adelante y que de forma inmediata o en los próximos días se produzca una declaración unilateral y acciones de resistencia civil y política. Entramos en un territorio nuevo en el que el poder central se va a reforzar, el nacionalismo español reaccionario se ha relanzado y la figura del Rey se consolida notablemente como pieza imprescindible que mantiene unido todo el tinglado del régimen. Felipe VI aparece ya como el salvador del bloque de poder dominante como su padre lo fue el 23F en 1981, mientras que la única oposición republicana es… la catalana.

La respuesta del PSOE y de Cs es apoyar al gobierno de Rajoy. Todos ellos unidos en torno al gobierno, al bloque de poder económico y la figura del Rey, símbolo vivo del estado. ¿Y ante ellos? Ante ellos un cierto caos.

Las fuerzas políticas soberanistas catalanas con su estrategia de choque frontal e insumisión civil y política, pero aislados de cualquier otra fuerzas rupturistas en el resto de España, en parte por opción propia y en parte por la inexistencia de éstas.

La izquierda, representada por la nebulosa de mareas, confluencias y Unidos Podemos, ha demostrado en estos meses de la crisis que no tiene un mensaje ni un discurso ni una voluntad de afrontar en serio al régimen del 78, no cuestiona su legitimidad, no considera la cuestión repubiicana como prioritaria ni estratégica y en el tema catalán se ha enfrascado en la petición de objetivos que demuestran desconocer o negarse a asumir la naturaleza del régimen del 78, en el que la impunidad franquista y la legalidad de lo que fue la dictadura en su día constituyen la clave de bóveda de todo el sistema. Disponen de una importante fuerza parlamentaria y numerosa presencia y cierto poder local en ciudadads clave, pero estén demostrando una incapacidad casi genética para pasar de la política «disney» postomoderna en la que habitan, a las disputas por el poder real. En Catalunya, en cambio, pese a errores de estrategia, sí que se ha producido un pulso por el poder: se ha combinado acción política parlamentaria, con acciones de masas y de resistencia civil, se han moviizado todos los recursos disponibles y se logrado plantear al régimen una batalla social y política en toda regla. Curiosamente se ha logrado todo ello con muy pocas citas falseadas de Gramsci, ninguna fábula de gatitos y ratones, sin temor a confrontar, sin tableros ni centralidades y, sobre todo, con muchas, muchísimas banderas republicanas (catalanas).

Entre las primeras reacciones al 155 se observa que Podemos incorpora cambios en la terminología. Hay cambio de viento y se aprestan a virar. Podemos empieza a hablar de «bloque monarquico», y su satélte Alberto Garzón lleva ya un tiempo prodigándose en recordar que el republicanismo federalista español es histórico y progresista sin que la prodigalidad haya afectado ni a sus propuestas parlamentarias, su línea estratégica, su discurso y su política de alianzas. No olvidemos que ni siquiera en estos momentos son capaces de defender abiertamente una salida en clave republicana a esta crisis de régimen. Todo parece indicar que su previsión es que no se llegará a mayores, que habrá disturbios en los que se guardará la ropa y no abriran frentes en la calle en el resto de España y que cuando el sistema aplaste la disidencia en Catalunya la represión no les alcance a ellos y si se produce la refundación del régimen, que ya no será el del 78, sino el del 2017-18, con reforma constitucional incluida promovida por PP-PSOE-Cs, ellos cuenten con un lugar al sol. Es decir, ¿república española? Si la encuentran en el arroyo tal vez, ¿comprometerse por ella ahora? Jamás.

Este posicionamiento oportunista de Unidos Podemos deja en realidad las manos libres al bloque de poder dominante. Lo de «monárquico» les incluye a ellos a nuestro modo de ver.

¿Qué podemos hacer los republicanos?

Pues en primer lugar ayudar a clarificar la siituación. No es el problema de Catalunya, es el problema de España.

Consideramos que el día que la bandera española legítima ondee en Madrid, que no lo hace, podremos restañar la fractura abierta en Catalunya. España no es la caricatura grotesca que dicen algunos soberanistas catalanes y que encarnan a la perfección los nacionalistas españoles reaccionarios que andan crecidos estos días. Los republicanos españoles defendemos la España solidaria, fraterna y democrática que Lluís Companys evocó en 1934 con su proclama de un estado soberano catalán en el marco de una República federal «libre y magnífica» según fueron sus propias palabras.

Condenamos la intervención en Catalunya, reclamamos la libertad de los detenidos, exigimos el restablecimiento pleno de la Autonomia catalana y decimos alto y claro que consideramos ilegítima la Constitución de 1978 entre otros motivos porque la de 1931 nunca fue derogada legalmente. Esto es algo que debe ser dicho hoy más fuerte que nunca.

Los republicanos españoles, conscientes de que el rechazo del soberanismo nos alcanza a nosotros y a nuestra idea de España también, llamamos a la coordinación política de todas las fuerzas democráticas y populares en toda España y Catalunya para confrontar politica, electoral y socialmente al régimen de 1978 y abrir asi el paso a recuperar la legitimidad republicana que fue robada, esta sí, por un golpe de estado qu se prolonga hasta el presente, y construir libremente una República que ampare los derechos y las esperanzas de todos.

En esta hora histórica, expresamos nuestra solidaridad con el pueblo catalán y llamamos a la formación de candidaturas abiertas de UNIÓN REPUBLICANA en todo España que afronten las elecciones con un programa explícito, republicano, socialmente avanzado y que de salidas viables a la cuestión nacional. Es hora ya de afrontar el futuro con esperanza y ahí se alza la República Española como parte necesaria de la solución

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