José Guisasola y Goicoechea, nació en Madrid el 15 de julio de 1833, en la calle de Hortaleza número 49. Era hijo de Manuel Guisasola Bascarán, de profesión armero y de María Goicoechea y Echevarria, ambos naturales de Éibar (Guipúzcoa).
Con gran lucimiento hizo todos sus estudios en el colegio de San Carlos en Madrid, hasta adquirir el grado de licenciado en la Facultad de Medicina. Fue practicante mayor en el Hospital Militar de Madrid, y se distinguió notablemente durante la epidemia colérica de 1865, tanto por sus servicios profesionales como por su desinterés y abnegación.
Médico inteligente y hombre de gran laboriosidad, apenas si ejerció la profesión más que para servir a los pobres y a sus amigos. Corazón de una entereza indomable, espíritu independiente y alma generosa, consagró toda su vida a la defensa de los ideales republicanos.
Guisasola fue demócrata desde su juventud, formado con los primeros que se dieron aquel nombre y constituyeron el núcleo del partido demócrata. Tomó parte de los acontecimientos de 1854 y 1856. Cuando la división de los republicanos (1864) en individualistas y socialistas, fue de éstos. Desde un principio formó entre los socialistas, y estas ideas defendió, ya con su palabra en el Fomento de las Artes, ya con su pluma en el periódico La Discusión. Estuvo siempre en la vanguardia del partido, y tomó parte en cuantas conspiraciones se fraguaron para derribar la monarquía de la reina Isabel II.
Cuando se publicaba La Discusión le tocaron 5000 pesetas (30.000
reales) de la lotería. Íntegros los entregó para sostener dicho periódico,
negándose a figurar como accionista. Fue entonces suplente por la provincia de Barcelona para el Comité nacional, cuyo representante era Estanislao Figueras.
Pocos trabajaron más que Guisasola en el movimiento federal, dirigiendo sus preliminares como individuo que era de la Junta Revolucionaria y delegado en ella de Galicia y Asturias.
Contribuyendo con su actividad y sus proclamas a la revolución de 1868. Iniciado el movimiento, acompañó personalmente a don José María Orense a Extremadura para conseguir la sublevación de Béjar y Salamanca. Orense fue hecho prisionero y Guisasola huyó a Portugal, allí ejerció la medicina, y posteriormente partió a Burdeos (Francia), donde permaneció hasta la Gloriosa o Revolución de Septiembre, siendo de los primeros que entraron en España. Tomó parte del levantamiento del Ampurdán, con el general Blas Pierrad, Orense, José Rubau Donaden y otros, firmando con ellos un manifiesto republicano federal.
Una vez triunfante la revolución, se estableció en Madrid, donde fue elegido miembro del Comité Electoral que se nombró en el Circo de Price. En 1866 fue uno de los comandantes que se batieron en las barricadas de la plazuela de Antón Martín y calles inmediatas. Ya se había dado a conocer como orador en el Fomento de las Artes defendiendo las ideas socialistas, y como escritor en la prensa liberal más avanzada. Era filiado a la fracción intransigente del partido republicano. Fue presidente del republicano Club de la Montaña y vicepresidente del Club de Antón Martín. También perteneció al Club de la calle de la Yedra, recogiendo en él la herencia de Adolfo Joarizti.
El 11 de noviembre de 1868 un grupo de periodistas sacó a la luz el periódico La Igualdad, cuyo copropietario y fundadores eran José Guisasola y Alfredo Vega. La Igualdad, diario democrático-republicano que había servido a Figueras, José María Orense, y
José Paúl y Angulo, y se oponía a las tesis del periódico de Castelar, El
Orden. La redacción del periódico La Igualdad estuvo ubicada en diferentes lugares, primero en la Calle Atocha 100, luego en la Plaza de Santa Catalina de los Donados 2, Calle San mateo 6 y Calle Santa Isabel 27. Su domicilio sirvió en muchas ocasiones como lugar de reunión de los diputados de la minoría republicana y de algunas Asambleas federales.
Guisasola fue encausado varias veces por el gobierno liberal de entonces. Una de ellas por un Suplemento que publicó La Igualdad con motivo de la sublevación federal de Cádiz en diciembre de 1868. El 30 de enero de 1869 José Guisasola dejaría de ser copropietario y redactor de La Igualdad por razones ajenas a la política. El 23 de septiembre de 1869 también sería encausado por el gobernador de la provincia de Madrid por un presunto delito de "rebelión" y "sedición" previstos y penados en el art. 198 del Código Penal.
Representante en la Asamblea Federal por Gerona y Orense. Fue candidato a la diputación por Ciudad Real, quedó entre los vencidos en enero de 1869. También fue vencido en las elecciones municipales de Madrid celebradas en enero de 1870. Donde obtuvo la victoria el candidato monárquico marqués de Perales con 21.000 sufragios; y la hubiera obtenido Guisasola con 19.000 sufragios, si la candidatura de Salmerón no le hubiera quitado tres o cuatro mil votos de republicanos. Fue la lucha electoral más formidable que presenció Madrid. Dirigió los trabajos y costeó en gran parte los gastos, el gran catalán José Rubau Donadeu, vicepresidente en aquel entonces del Club de la Montaña..
Guisasola perteneció a la masonería española, aunque no creía en el G. A. de U. Por cierto que su ateísmo le valió un disgusto con algunos masones portugueses, que seguían invocando el soberano arquitecto y eran muy apegados a las rutinarias tradiciones de la masonería de los tiempos del gran marqués de Pombal.
Guisasola trabajó en el periódico El Combate, diario popular que tanto dio que sentir a la partida de la porra y que tanto hizo en pro de las ideas republicanas. El Combate apareció por primera vez el 1 de noviembre de 1870. Lo
fundó y dirigió en su primera época José Paúl y Angulo, y sólo se publicaron
cincuenta y cuatro números, desde el 1 de noviembre hasta el 25 de diciembre.
El 16 de noviembre de 1870 Amadeo de Saboya fue elegido rey en el Parlamento (con 191 votos a favor y 60 a favor de la República Federal). Como consecuencia del asesinato del carismático y poderoso general Juan Prim y Prats en diciembre de 1870, los redactores del diario republicano El Combate, José Paúl y Angulo y José Guisasola son investigados y perseguidos.
En este sentido, José Guisasola se exilia a Francia, y desde Francia a Montevideo, precisamente cuando acababa de recibir su acta de diputado por el distrito de El Salvador, de Sevilla tras las Elecciones generales de 8 de marzo de 1871, acta que no presentó y cargo que no llegó a ejercer. Guisasola regresaría en septiembre de 1873. Su compañero José Paúl y Angulo, no regresaría nunca; vivió en América del Sur y luego en París, donde murió el 23 de abril de 1892.
En Montevideo, Guisasola ejerció su profesión y gano por oposición una plaza de médico de puerto. Sirvió, como siempre, a sus amigos, y aún consiguió alguna fortuna, ofreciéndole aquel país, donde adquirió gran importancia, seguro porvenir, más siempre, generoso y siempre dispuesto a sacrificarse por las ideas.
El diario El Hispano Americano, de Montevideo, 10 de Agosto de 1873 lo despedía en estos sentidos términos:
"Guisasola no es menos médico que político, y si su palabra impone respeto a las masas consternadas por la efervescencia de las pasiones políticas, dulce con los que sufren, lleva la salud al alma afligida. Las curas que ha hecho son notables. Unos ven, otros andan, otros hablan, otros ejercen en la sociedad su misión, y esta vista con que ven, y esta salud que gozan, y este habla y estas funciones que ejercen, las deben al talento filantrópico desprendimiento de nuestro correligionario político.
Prolijo sería enumerar los bellos servicios gratuítos que desinteresadamente ha prestado Guisasola. A una pobre mujer la visitó por espacio de seis meses sin querer recibir remuneración alguna, antes al contrario, le hizo notables limosnas; a otras muchas personas ha visitado años enteros; en una palabra, infinitos son los beneficios que le son deudores los que por ellos nos hacemos voz.
Reciba Guisasola, en nombre de estos pobres a quienes nos hacemos un deber en representar, un millón de gracias; y decimos un deber en representar, porque las columnas de este periódico no bastarían para poner los nombres, las curas y los servicios que los agradecidos nos han indicado para que hiciéramos notoria su gratitud.
Como políticos sentimos no haber sido los primeros en saludar su arrojo y desprendimiento: como españoles invitamos a nuestros compatriotas para la manifestación que tendrá lugar, hoy a las doce, en la Plaza de la Constitución: como instrumento , del cual se han servido esta multitud de agradecidos, le damos las más repetidas gracias.
Nos dependimos de nuestro amigo; pero aunque el Océano nos separe, tendremos siempre presente que luchamos por idéntica causa cual es que la unidad de nuestro principio tenga por patria el perfecto reinado de la humanidad".
Aunque le esperaba en la capital del Uruguay un porvenir risueño, se apresuró a volver a su país cuando vio que la República española se veía amenazada por las maquinaciones de sus enemigos. Llegó a Madrid a mediados de 1873, sosteniendo entonces la necesidad de apoyar a todos los gobiernos republicanos. Se negó siempre a aceptar ningún puesto oficial.
Difíciles y agitados eran en verdad aquellos tiempos, en los cuales se conjuraban contra la República así los hombres como las circunstancias. Los mismos que habían proclamado la conspiración contra ella, y muchos que pasaban y pasan por demócratas, apoyaban a los carlistas en odio a la democracia. Hasta en los gobiernos elegidos por las Cortes hubo traidores y hubo renegados.
Pero Guisasola no era capaz de desaliento, y se dedicó en la medida de sus fuerzas a la política de conciliación. El ministerio de Palanca, próximo a constituirse en la mañana del 3 de enero de 1874, le había designado para el importante cargo de gobernador civil de la provincia de Madrid, cargo que no desempeñó por el golpe de Pavía. En él hubiera prestado seguramente servicios muy señalados.
Después del 3 de enero, y más tarde a raíz de la restauración, hizo diferentes viajes para conferenciar con varios jefes del ejército del Norte y con otras personas que parecían dispuestas a nuevos sacrificios en pro de la República y que se opusieran al golpe traidor del general Pavía, pero fue preso y sólo consiguió que el gabinete de Cánovas le desterrara a Fernando Póo, sin formación de causa; pero se le conmutó la pena gubernativa y arbitraria que se le iba a imponer, gracias a las gestiones de la duquesa de Santoña (había conocido nuestro amigo esta dama cuando el cólera en Madrid en 1865 y le tenía estima), de Rubau Donaden y Emilio Castelar, gestiones seguramente no solicitadas por el interesado, porque este era su carácter.
Desde aquel tiempo hasta que falleció, vivió en París con la mayor modestia, visitando gratuitamente a cuantos españoles lo solicitaban, y escribiendo con Alberto Araus , Nicolás Estévanez y otros emigrados españoles, en el Correo de Ultramar. Su muerte prematura fue muy sentida de sus correligionarios y de sus compañeros de emigración, que casi todos tenían algún favor que agradecerle. A su entierro asistió lo más florido de la colonia española, excepto los católicos y los reaccionarios. Fue sepultado en el cementerio de Clichy, situado fuera de las fortificaciones de París, en el glacis de la misma y casi en la cresta de la contraescarpa.
No obstante la actitud pasiva que observó en Francia, fue ignominiosamente perseguido por los esbirros de la embajada española y miserablemente calumniado por los que anhelaban expulsarlo de París. La policía francesa llegó a dictar la orden de expulsión, fundada en los malos antecedentes de nuestro honrado amigo; fue necesaria la intervención de Ruiz Zorrilla, José Rubau Donadeu y creemos que también de Salmerón, para que la injusta orden quedara sin efecto.
José Guisasola, murió a las 5 de la tarde en París, el día 1 de septiembre de 1884, a la edad de cincuenta y un años, después de haber cumplido con su deber de republicano
federal entusiasta y de revolucionario decidido. Para los que fueron sus amigos su memoria será imperecedera. Para José Rubau Donadeu: "La República ha perdido un carácter, una honradez y una consecuencia. Imitemos su ejemplo".
Su fallecimiento proporcionó un verdadero día de luto en todas las fracciones del partido republicano y un verdadero pesar a cuantos conocieron las bellas prendas de su carácter y su temple de alma, siempre en la adversidad y siempre indomable. Guisasola no quiso nunca fotografiarse. Muerto, su amigo Rubau Donadeu mandó fotografiarlo y encargó al escultor José Ferrer su busto, que donó a un instituto.
Sobre el carácter de Guisasola, debemos repetir que
fueron sus principales condiciones la honradez más severa e inflexible, la fe
en las revoluciones y en la democracia federal, y una actividad y una
abnegación sin límites. En París y Montevideo fue la providencia de los pobres
emigrados. En Madrid, donde alcanzó tanta popularidad, todos sus amigos tenían
en él un médico solícito, inteligente y gratuito.
Toda su vida Guisasola estuvo al lado de la política, de los ilustres catalanes Estanislao Figueras y Francisco Pi y Margall. Intransigente siempre, lleno de fe en las ideas republicanas, y político que unía el pensamiento a la acción política, convencido de que la política no es al fin más que acción, y siempre acción, para vencer las resistencias del error y de las pasiones, encarnadas en las instituciones y en los intereses.
Guisasola, no era de los que se dejaba pasar la mano por el lomo, por consecuencia, como republicano, hombre
de bien y de político consecuente, es un modelo que todos debemos imitar. Su memoria
debe ser y será venerada siempre por todos los republicanos.
El 28 de octubre de 1888, casi cuatro años después de
su muerte, sus restos fueron trasladados desde Francia al cementerio civil del
Este de Madrid, donde reposan perpetuamente al lado del que fue su cariñoso
amigo Don Estanislao Figueras.
Luis Egea