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Los estudiantes quitan el sueño al rey... otra vez

Los estudiantes quitan el sueño al rey... otra vez
Felipe VI quería que el 3-O fuera su 23F. La emergencia de la juventud contra la Corona lo acerca más al 15S de Alfonso XIII, el día que su bisabuelo ligó el destino de su dinastía al de la dictadura de Primo de Rivera.





Santiago Lupe | Izquierda Diario


Este jueves fueron las de Alicante y la Universidad Miguel Hernández (Elche) las que se sumaron a los referéndum sobre la monarquía. En la noche del miércoles, la Universidad de Cantabria. Ya son 14 ¿Cual se apuntará mañana?

Esta es la pregunta que debe rondar la cabeza de Felipe VI en estos días. Los estudiantes universitarios están robándole el sueño al rey. La última vez que un Borbón tuvo que abandonar el trono y salir por patas lo hizo precedido de grandes movilizaciones estudiantiles contra la monarquía que había respaldado la dictadura de Primo de Rivera.

Hace un año Felipe VI asumió el reto de aplastar el movimiento catalán como su 23F. Una emulación senil de su padre que le ha dado efectos muy distintos. Entonces Juan Carlos I, ayudado por un PCE y un PSOE totalmente entregados a la labor de estabilizar el Régimen nacido de la Transición, pudo vender la moto de que había detenido el golpe de Estado detrás de cuyos preparativos estuvo hasta unas semanas antes de la entrada de Tejero al Congreso. La cosa coló.

El 23F de Felipe VI, que tiene el acrónimo de 3-O, no parece que vaya a tener el mismo efecto. Todos los medios cantaban loas a un rey que había enfrentado el “golpe de Estado de los independentistas”. Sin embargo, la opinión pública no siempre coincide, o al menos no en la misma proporción, con la opinión publicada. Hoy el 39% de la población desaprueba el discurso del 3-O, y el apoyo al derecho a decidir crece en el resto del Estado hasta el 41%.

Algo que demuestra que millones de jóvenes y trabajadores no eran parte del “a por ellos”. Otra cosa es que su oposición discurriera “en silencio”, fruto del clima instalado por el bloque monárquico y su nueva “unidad de los demócratas”. Que Podemos e IU optaran por dar un paso al costado, se negaran a llamar a movilización alguna y se limitaran a alguna declaración formal contra la escalada represiva, no ayudaba mucho.

Por ello el 3-O de Felipe VI se acerca más al 15S de Alfonso XIII que al 23F de Juan Carlos I. Ese día de 1923 el bisabuelo del actual Jefe del Estado bendijo el golpe de Estado de Primo de Rivera. Una salida autoritaria y represiva, en especial contra el movimiento obrero, para la larga y profunda crisis del régimen de la Restauración.

El último intento de sobrevida de un régimen basado en un bipartidismo corrupto, incapaz de resolver las grandes demandas democráticas emergentes –como la naciente cuestión catalana, el problema colonial, la separación de la Iglesia y el Estado o sobre todo la cuestión agraria- y mucho menos las demandas sociales que exigía un potente movimiento obrero que venía de protagonizar el gran ascenso huelguístico del llamado trienio bolchevique.

Alfonso XIII ligó así el destino de su reinado, y el de la propia dinastía borbónica, a que esa salida reaccionaria triunfara y estableciera un régimen de dominación estable. No lo consiguió y cuando Primo de Rivera cayó en enero de 1930, a la monarquía le quedaba poco más de un año de vida.

En el caso de nuestro actual rey su discurso del 3-O fue el respaldo a un intento de restauración del Régimen del 78 en clave represiva y centralizadora. Aplastar al movimiento democrático catalán y sobre esa vía establecer una nueva forma de gobernar basada en el Ejecutivo, instituciones tan antidemocráticas como el Senado y sobre todo el reaccionario Pode Judicial, esos togados tan sensibles a la banca, los corruptos y los violadores.

A día de hoy ninguno de sus objetivos ha sido alcanzado. La cuestión catalana sigue viva, a pesar de que la política de la dirección procesista esté llevando a un impás y al retroceso de la movilización. Y lo nuevo, el rechazo a este régimen, a sus intentos reaccionarios de sobrevivirse y a la Corona como comandante en jefe de éstos, se extiende por amplísimos sectores de todo el Estado, en especial la juventud.

Que sean las y los jóvenes los que estén ocupando un lugar de avanzadilla es normal. Nada le debe esta generación al Régimen del 78. Precariedad y frustración de todo proyecto de vida es lo que tiene para ofrecerles. Pero además es algo que hemos visto en otros momentos de la historia en los que ante la incapacidad de la burguesía de ofrecer una salida a su crisis de dominación, y la todavía impotencia de la clase trabajadora para imponer la suya propia, sectores como la juventud estudiantil emergen como expresión y catalizador de los profundos malestares sociales.

León Trotsky, en una carta a la revista Contra la Corriente de los comunistas oposicionistas españoles en junio de 1930 –en pleno auge de las movilizaciones estudiantiles contra la monarquía de Alfonso XIII- escribía: "Cuando la burguesía renuncia consciente y obstinadamente a resolver los problemas que se derivan de la crisis de la sociedad burguesa, cuando el proletariado no está aún presto para asumir esta tarea, son los estudiantes los que ocupan el proscenio. En el desarrollo de la primera revolución rusa, hemos observado este fenómeno más de una vez; este fenómeno siempre ha tenido para nosotros una significación enorme y sintomática. Esta actividad revolucionaria o semirrevolucionaria, significa que la sociedad burguesa atraviesa una crisis profunda. La juventud pequeñoburguesa, sintiendo que una fuerza explosiva se acumula en las masas, tiende a encontrar a su manera la salida de ese atolladero y a impulsar más adelante el desarrollo político."

La situación actual todavía está lejos de la de 1930 y 1931, aunque pueda compartir este esquema general. La situación económica no es hoy la de la catástrofe posterior al crack del 29, aunque los nubarrones en la economía internacional, la precaria salida de la crisis y el mantenimiento de condiciones de vida mucho peores que hace 10 años, convierten este elemento en un imponderable que puede cambiar súbitamente como adelantó el 2008.

Aún así, la principal diferencia es que el rol de las burocracias sindicales como paralizadoras de la capacidad de organización y lucha de la clase trabajadora es mucho más fuerte que entonces. De hecho llevan trabajando con éxito para que el movimiento obrero no intervenga como tal en la crisis del Régimen del 78.

A esta labor pasivizadora, tanto de la clase trabajadora como de otros sectores populares, se suma la política del neorreformismo y las direcciones burguesas y pequeñoburguesas catalanas. Los primeros desactivando la calle en favor de la ilusión de lo electoral y adoptando un curso de integración en el propio régimen como su pata izquierda. Los segundos conteniendo el movimiento catalán en los límites de la presión institucional y como mucho la impotente vía de la desobediencia institucional, pero actuando de bloqueo ante las tendencias a la acción directa o la entrada de la clase obrera, como vimos en el otoño de 2017.

Lo que también es diferente, pero a nuestro favor, es que el movimiento estudiantil no es el de una clase media-alta muy minoritaria como era a comienzos de los 30. La juventud estudiantil que se está organizando y que podría estar dando los primeros pasos de un gran movimiento estudiantil contra el régimen y la Corona es parte de una universidad de masas, aún a pesar de la elitización sufrida con las subidas de tasas y recortes. Su peso social y político es mucho mayor, lo que la convierte en un peligro potencial mucho más amenazante para Su Majestad.

Es por ello que la preocupación y el posible insomnio de Felipe VI está tan justificado como el optimismo de aquellos que queremos acabar con una institución medieval y ligada al franquismo. Para que además del sueño, podamos arrebatarle mucho más, su Corona, será necesario que este incipiente movimiento apunte aún más alto. Que se extiendan y coordinen las consultas a todas las universidades, que se ponga en pie un gran movimiento estudiantil contra la monarquía, que suelde la unidad de la lucha contra el régimen del pueblo catalán con los del resto del Estado y que, sobre todo, busque confluir con otros fenómenos como el movimiento de mujeres y el gigante amordazado, el movimiento obrero.

Que la rebelión contra la Corona que comienza hoy en las facultades, llegue a revolucionar los centros de trabajo, termine con el otro gran reinado, el de una burocracia sindical apolillada en sus sillones desde los Pactos de la Moncloa y abra el camino a poder imponer procesos constituyentes en todo el Estado, donde además de la cuestión de la Corona, podamos conseguir todo un programa contra el paro, la precariedad y el resto de demandas sociales sobre los beneficios y privilegios de los capitalistas y las grandes familias.

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