Víctor Arrogante
Nos han convocado a elecciones generales para el próximo 10
de noviembre, cuya precampaña está siendo bronca y no lo será menos la campaña,
con España en el punto de mira con fondo en Catalunya. El Gobierno confía en
que la gestión que haga sobre la crisis catalana, será determinante para los
resultados. De otra parte, la pugna electoral entre el PP y Cs, elimina, de
momento, cualquier colaboración con Pedro Sánchez.
En España, el poder solo respeta la ley cuando se aplica a la
clase menos favorecida, y solo respeta la institucionalidad cuando la gente
vota a las opciones del poder; por eso se repiten las elecciones. Para el
poder, la ciudadanía votó mal el 28 de Abril. En cuatro años hemos celebrado
elecciones generales en diciembre de 2015, junio de 2016, abril de 2019 y ahora,
la cuarta vez, siete meses después. Esta situación pone al Sistema al borde de convertirse
en fallido. El régimen político vigente, oligarquía de partidos, cumple pocos requisitos
para que sea considerado un sistema plenamente democrático. Para cumplir con
los requisitos mínimos, es necesario abrir un proceso constituyente por una
nueva Constitución, que sustituya a la actual por su procedencia histórica y
por la monarquía franquista que representa.
El presidente del Gobierno en funciones, con un discurso en
clave preelectoral, culpóa PP, Cs y Unidas Podemos del estancamiento y bloqueo. Sánchez, sin asumir
ningún tipo de responsabilidad, carga duramente contra UP acusándoles de no haber
posibilitado un gobierno progresista, mientras que Iglesias ha calificado de
"error histórico" rechazar el gobierno en coalición con su partido y
asumir la repetición de comicios.
Gobierno y partidos convierten los disturbios en Catalunya, tras
la sentencia del procès, en munición electoral. Entre las luces cortas y la mirada larga, el Gobierno eligió
las primeras; Catalunya como tentación estratégica, para que el electorado
corone a Pedro Sánchez adalid de la estabilidad en medio de las
reivindicaciones soberanistas. De los partidos autodenominados constitucionalistas
españolistas, cuatro han elegido España, como lema para sus mensajes. El
partido del presidente del Gobierno en funciones, elige "Ahora,
España", slogan que suena más a 1492 que a la España actual, pretendiendo
disputar el voto a la derecha, pese a que los sondeos publicados muestran una
tendencia de estancamiento a la baja.
Por el contrario, los populares de Casado, con un tono de
voz moderado, pero con mensajes incendiarios, exigiendo mano dura en Catalunya,
están en posición de alza, en votos y escaños, lo que demuestra que en la competición
de españolismo y anti independentismo gana la derecha, ahora con su lema "¿Izquierda
o Derecha? España; por todo lo que nos une", que suena a lo más rancio
del nacionalsindicalismo.
Ciudadanos, según las últimas encuestas, se hunde con un
Albert Rivera al borde un ataque de nervios, una Arrimadas difuminada y una
Lorena que tiene el libro de los insultos de cabecera. La formación naranja
perdería treinta escaños y quedaría en quinto lugar. El lema españolista de Cs
es: "España en Marcha", que suena a la interjección que emplea el
ejercito −¡ar! −, como orden de cumplimiento inmediato. La pérdida del número de votantes sería histórico, por su continuo
cambio de orientación, táctica y estrategia, con una durísima oposición a Pedro
Sánchez, al que acusa de formar una banda con los independentistas para
traicionar a España.
Del partido de Abascal y Smiht, poco quiero ni hablar, por
su discurso de enfrentamiento y guerra civil. Su slogan españolista
"España siempre" suena al más rancio franquismo, pidiendo al Gobierno en funciones que declare el estado de
alarma, excepción y sitio en Catalunya. Las encuestas prevén un nuevo
reforzamiento de la ultraderecha española, que se colocaría como cuarta fuerza en
el Congreso.
Podemos mantiene desde 2015 que la receta contra la crisis
catalana es el diálogo y un referéndum pactado, una propuesta que lo diferencia
del resto de partidos de ámbito estatal y que les puede pasar factura el 10N si
el electorado se instala en lo pasional. "En esta campaña solamente se va a hablar de dos cosas: deCataluña y de la momia", decía Pablo Iglesias, asumiendo que, junto a
la exhumación de Franco, estas elecciones van a estar marcadas por la sentencia
del "procès", la respuesta independentista y los disturbios en
Barcelona. Según proyección realizada a partir de las últimas encuestas, Unidas
Podemos sería la tercera fuerza con un 12,7% de los votos, más de punto y medio
por debajo del 28A, que se irían a la formación traidora, Más País (como Más
España, pero sin decirlo), que obtendría el 4,8% de los votos.
Permítanme que me pare en Unidas Podemos, que es la única
formación que habla de otras cuestiones, más allá de ¡España!, y sí de los
españoles y españolas. La dirección de Unidas Podemos, en la presentación de su
Programa Electoral,
exigen el cumplimiento de los artículos sociales de la Constitución frente a
"quienes solo conocen el 155". Iglesias ha defendido el
"artículo 128 que dice que la riqueza del país estará subordinada al
interés general". De otra parte, puesto que los indicadores económicos
prevén una nueva posible crisis, y dado que tanto PSOE como PP quieren
responder a esa situación "gobernando juntos", la garantía para que
la preferencia de "los poderes oligárquicos" no se dé, es que Unidas
Podemos esté fuerte en las elecciones.
Las razones que llevaron al 15M a la calle y al nacimiento
de Podemos siguen intactas. Hoy en día, en España hay muchos derechos de las
personas que no se respetan: el derecho a un trabajo digno y estable, el
derecho a una pensión suficiente, el derecho a una vivienda asequible o el
derecho a una sanidad pública de calidad. Hay, al mismo tiempo, retos de país,
que son también grandes oportunidades de futuro, que siguen pendientes: una
verdadera transición ecológica, una revolución en la economía de los cuidados,
acabar con el machismo estructural y sus violencias o revertir la despoblación
en la España vaciada; Unidas Podemos apuesta por dar respuesta a estas
situaciones.
El programa presentado por Unidas Podemos es, de hecho, todo
lo contrario a lo que hicieron PSOE y PP después de 2008. Es un paquete de
medidas que concreta lo que cada vez es un consenso más amplio entre los
economistas. Para afrontar las crisis, hace falta mejorar los salarios y los
derechos sociales (por decencia, pero también para mantener fuerte el consumo
interno); y el Estado tiene que empujar con inversión pública en sectores
estratégicos: la innovación y la creación de empleo. Esto solo se puede hacer
recortando los privilegios fiscales de la banca, de las grandes corporaciones y
de las grandes fortunas, a la vez que se reduce la presión impositiva sobre
trabajadores y trabajadoras, autónomos y pymes, para así aumentar los ingresos
del Estado.
En las elecciones del 10 de noviembre, hay que elegir adónde
vamos y el camino se bifurca en dos futuros muy distintos. En uno, está el antiguo
bipartidismo que se fortalece, donde los derechos de las personas se siguen
violando y los retos de país siguen pendientes. Al final de ese camino, cuando
llega la nueva crisis, el Gobierno hará lo mismo que hicieron PSOE y PP en la
última: austeridad, recortes y apretarse el cinturón para los de abajo. Lo
llamaron crisis y la mayoría de la sociedad sufrió retrocesos, aumentando el
número de millonarios y los beneficios de las grandes corporaciones crecieron.
En el otro camino, no se cumplirán los planes de los
poderosos y de los partidos que trabajan para ellos. Al final del segundo
camino, los españoles habremos recuperado parte de nuestros derechos, y la vida
de las personas será un poco más segura y estable. Los retos y las
oportunidades del futuro será lo que jóvenes, mujeres, pensionistas y
habitantes de la España despoblada han puesto encima de la mesa en las calles.
Por cierto, la diferencia entre los dos caminos es muy
sencilla: en el segundo está Unidas Podemos en el Gobierno; en el primero, no.
Víctor Arrogante
En Twitter @caval100
Víctor Arrogante, profesor y analista político, colabora en Eco Republicano desde 2013
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