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Manifiesto: «A los españoles» México, 14 de abril 1940

Acción Republicana Española (ARE), fue la primera asociación de partidos republicanos organizada en México tras el final de la guerra civil. Estaba presidida por Diego Martínez Barrio y aglutinaba a figuras destacadas de los partidos Unión Republicana, Izquierda Republicana y el Partido Republicano Federal.

El primer manifiesto de la ARE fue redactado por el periodista Carlos Esplá, bajo el título «A todos los españoles». El documento se hizo público en México el 14 de abril de 1940, décimo aniversario de la proclamación de la II República Española.




A los españoles

El imperativo del deber, más fuerte que la propia voluntad, señala un término al silencio mantenido desde la pérdida de la libertad de España. Vencida, transitoriamente, la causa política que representamos y sometidos sus defensores a la persecución odiosa de una justicia sin ley y de un rencor sin piedad, creíamos obligado oponer nuestra serenidad a la furia del adversario, estableciendo el necesario contraste de conductas para que el mundo produjera el juicio imparcial que en definitiva ha de constituir e integrar la Historia.

Pero el curso de los acontecimientos y la contumacia en presentarnos con fisonomía política distinta a la propia, cancela la resolución temporal, único medio de satisfacer la generosa impaciencia de nuestros compatriotas exiliados y el ansia, ya incontenible, de los españoles que en el territorio nacional gimen bajo el terror.

Pocas palabras, sin embargo. El dolor verbalista no es verdadero dolor. Nuestras miradas que van hacia España y sus hogares, material y moralmente destruidos, concitan en lo más hondo del pecho la resolución firme de librarla del yugo extranjero que le ha sido impuesto y de las posibles consecuencias que el dominio de alemanes e italianos pueda traernos en el curso de la guerra europea. Esta resolución tiene una base obligada: la de procurar que el odio entre los españoles se disipe, desaparezca la iniquidad y renazca la confianza y la paz en el alma de la nación. Cualquier otra empresa nos es ajena e indiferente, bien que la consideremos defectuosa porque aspire a servir una causa de partido, bien que la creamos excesiva porque busque reanudar la pugna con la finalidad de aplastar al adversario.

Los republicanos tenemos una posición política concluyente y clara: deseamos que España recobre su soberanía y en posesión de ella se trace su destino. El Frente Popular, no existe ya. Los propios núcleos políticos y sociales que le dieron vida entonces, y se la prolongaron durante los años de guerra, atraviesan una crisis orgánica que no ocultan. Consecuentemente estamos en la hora de rectificación que sucede a la derrota: momentos solemnes para los partidos y los hombres, en los que se mira de frente la responsabilidad futura y se saca ejemplo de las lecciones pasadas.

Ese es nuestro caso y suponemos que el de centenares de miles de españoles. Sabemos lo que se ha perdida y lo que el adversario tiene secuestrado y confiscado. Lógico es que sepamos lo que se quiere recuperar. De uno a otro confín de la península, y en la emigración los españoles, angustiados, se preguntan cual puede ser la base política y humana de la reconciliación general que haya de España un hogar común habitable. En la parte deliberativa y resolutiva que nos corresponda, los republicanos emitimos una opinión categórica: España tiene derecho a fijarse su régimen político definitivo con absoluta libertad.

Existe una legalidad suspendida violentamente con el concurso interesado y humillante de las armas extranjeras, que se debe restablecer: la Constitución de 1931. Mientras otro acto de soberanía nacional no derogue, cambie o modifique la Constitución, a ella habremos de acogernos, apartándonos de los que por la fuerza aspiren a más o en secretos conciliábulos se conformen con menos. 

En lo que a nosotros se refiere, la posición política es conocida. Somos republicanos, demócratas y liberales. La República que queremos es esa, y no otra: la República liberal y democrática. Pero la terrible experiencia sufrida nos ha enseñado, y no lo olvidaremos, que los principales enemigos del Estado son los grupos particularistas que atribuyéndose fines que les son ajenos preparan, desde las posiciones astutamente conquistadas, la ruina del propio Estado. Los republicanos sabremos armonizar el derecho individual de los ciudadanos y el legítimo de todas las clases con el más alto, permanente e inviolable de la sociedad.

Realizada que sea la consulta electoral, el deber de los españoles sería someterse al fallo de la nación. Lo haríamos nosotros sirviéndolo directamente si se acomodasen al designio republicano, o respetándolo apartados de toda acción de rebeldía violenta si aun siéndonos adverso, concediera a los españoles un estatuto jurídico, en el que las ideas políticas, religiosas y sociales no constituyeran motivo de diferencias en la relación con el Estado.

La permanencia e integridad de la nación y el cumplimiento de sus fines internacionales, superiores a los intereses y principios de los partidos, señalan ahora la necesidad de rehacer el hogar español sobre la base de la voluntad soberana del pueblo. Otra línea política la consideramos divorciada del interés general y contraria al deseo de que se restañen las heridas, se enjuguen los llantos y se logre la paz.

Una última pregunta que brota de muchos labios sube a los nuestros. ¿Tienen medios los españoles para rehacer sus vidas y recobrar la dirección de sus destinos? En las horas más lóbregas de la Historia, el pueblo español ha encontrado su camino de salvación. Lo encontrara, ahora, también. La seguridad de ello se cifra en que ya aparecen reunidas las fuerzas constructivas de la sociedad, ansiosas de poner término a la jornada de horror.

Con esta convicción nos dirigimos a nuestros compatriotas excitándoles a que sirvan los deseos con la acción, hasta lograr, tenaces e incansables, la recuperación de la libertad y la salvación de España.

México, 14 de abril de 1940

Ex-Presidentes del Consejo de Ministros: Barcia Trelles, Augusto; Giral Pereira, José; Martínez Barrio, Diego (y Presidente de las Cortes).

Ex-Ministros: Alborno, Álvaro de (y ex-Presidente del Tribunal de Garantías Constitucionales); Blasco Garzón, Manuel; Franchy Roca, José; Gordón Ordás, Félix; Hernández Sarabia, Juan; Just Gimeno, Julio; Miaja Menant, Jose; Ossorio Gallardo, Ángel; Pozas Perea, Sebastián; Salvador Carreras, Amós.

Ex-Subsecretarios: Álvarez Ugena, Manuel; Asensio Torrado, José; López Malo, Aurelio.

Ex-Directores Generales: García López, Alberto; González López, Emilio; Martín Luna, Antonio; Pascual Leone, Álvaro; Puigdollers, Eladio F.; Royo Gómez, José; Sol Sánchez, Vicente; Tortuero, Julio.

Diputados a Cortes: Barrio Duque, Moisés; Escribano Iglesias, Roberto; Fernández Vega, Félix; Jaén Morente, Antonio; Laredo Vega, Luis; Méndez Martínez, Juan Antonio; Menéndez Suárez, Ángel; Pina Milán, Rafael de; Ruiz Rebollo, Ramón; Velasco Damas, Luis; Villaverde, Elpidio.

Ex-Diputados a Cortes: Carreras Reura, Francisco; Castrovido, Roberto; López Dóriga, Luis; Marcial Dorado, José; Mateos Silva, Manuel; Ruiz del Río, Jesús; Ruiz del Toro, José; Villa, Antonio de la.

Generales: Llano de la Encomienda, Francisco; Menéndez, Leopoldo.

Coroneles: Carvajal Sobrino, Aniceto; Morales, Gaspar; Sánchez Paredes, Rafael; Redondo Ituarte, Fernando; Riaño, Ángel; Riaño, Luis; Salafranca, Mariano; Sierra, Rafael.

Ex-Gobernadores Civiles: Cordero, Antonio; Palencia Turbau, Ceferino; Parra, Lucas; Piqueras, Alfredo; Solozábal, Fermín.

Catedráticos: Bolívar, Cándido; Bolívar, Ignacio; Caballero Fernández, Justo; Cuatrecasas, José; Cuatrecasas, Juan; Giral, Francisco; Jiménez González, Enrique; López López, Eduardo; Márquez, Manuel; Rubia Barcia, J.; Vázquez Gayoso, Jesús. 

Consúl: Morayta, Emilio

Ex-Presidente de la Diputación Provincial: Valle, Higinio G. Del.


Documento transcrito por el Equipo de redacción de Eco Republicano.

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