Víctor Álvarez Terrón
El último libro publicado por el profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, Enrique Javier Díez Gutiérrez, titulado “La Asignatura Pendiente. La memoria histórica democrática en los libros de texto escolares”, de la editorial Plaza y Valdés, es una publicación imprescindible y necesaria para repensar cómo estamos construyendo el imaginario colectivo de las futuras generaciones en las aulas.
El prólogo que hace el actual Ministro de Consumo, Alberto Garzón, justamente recuerda esto. Que “la normalidad democrática implica poder discutir acerca de todo nuestro pasado y poder poner a disposición de las nuevas generaciones todos los conocimientos necesarios para que adquieran una visión crítica de nuestra propia historia”. Siendo este libro una importante contribución, señala el Ministro, para seguir avanzando en materia de memoria democrática para mejorar el país.
En tiempos de COVID-19, donde la urgencia inmediata es la seguridad en la vuelta a las aulas, repensar el currículum educativo también debería ser una prioridad. Centrarlo en aquello esencial, que ayude a la finalidad fundamental de la educación: cimentar una ciudadanía crítica que contribuya a construir un mundo más justo y mejor, en función de los valores consagrados en los derechos humanos y la carta de la tierra.
Uno de estos derechos esenciales, que permanece olvidado y pendiente en el actual sistema educativo, es la memoria histórica democrática de nuestro país, pues solo así podremos construir una sociedad basada en la verdad, la justicia y la reparación.
Con mis 37 años, aún recuerdo la ligereza y superficialidad con la que se trataron estos contenidos en mi formación escolar. Parecía como si se “pasara de puntillas”,por encima del tema, como refleja muy bien el autor del libro. Es más, cuando se trataba había una equiparación implícita entre “ambos bandos”, ocultando que no había bandos, sino que había una república elegida democráticamente y unos golpistas que atentaron contra el gobierno establecido. Por eso, cuando me hablaban de “nacionales” me sorprendía que denominaran así a los golpistas. Algo similar a lo que actualmente sería quienes se autodenominan “patriotas”, que lo son más de pulsera y bandera que de compromiso con el bien común.
Creo imprescindible la lectura de esta publicación, sobre cómo se está abordando en los libros de texto actuales la memoria histórica democrática de este periodo reciente de la historia de España, no solo por parte del profesorado en activo, sino también de los propios estudiantes, padres y madres y de la sociedad en general, porque si no somos conscientes de los sesgos y la ideología que transmiten los manuales escolares, difícilmente podremos exigir que se cambien.
Es el momento. Ya ha durado bastante la política del silencio o del olvido. Llevamos más de 40 años esperando que, por fin, se repare, también en la memoria colectiva, con verdad y justicia, la barbarie cometida y la impunidad que sigue perviviendo con el franquismo y su herencia atroz. Ahora que el Gobierno ha manifestado la intención de llevar a los colegios el conocimiento de la represión franquista y la lucha antifranquista, a través de la nueva Ley de Memoria Histórica que reformará la norma impulsada por Zapatero en 2007, es crucial tener datos precisos de los límites, las tergiversaciones y ocultaciones que sobre esto se mantienen en los contenidos escolares y los libros de texto de las editoriales comerciales que los controlan. Porque sobre los contenidos reflejados en los libros de texto se construye el conocimiento y la visión del mundo y de la historia de las futuras generaciones.
Las recomendaciones que la ONU ha venido realizando respecto a la necesidad urgente e imperiosa de abordar el aprendizaje de la memoria democrática en las escuelas, deberían traducirse de forma urgente en normativa educativa. Esperemos que el Secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López y la propia Vicepresidenta y Ministra de Presidencia y Memoria Democrática, Carmen Calvo, también lean esta publicación y lo apliquen cuanto antes a nuestro sistema educativo. Está en juego el futuro de unas generaciones que se han formado sabiendo más del nazismo que del franquismo.
Debemos parar el resurgimiento y auge actual del neofascismo, queestá alentado a partidos conservadores y neoliberales también a unirse a postulados negacionistassobre la memoria histórica e incluso a acusar de «adoctrinamiento» o de «reabrir viejas heridas» a quien exige verdad, justicia y reparación. De hecho, quienes se consideran herederos de la dictadura franquista siguen impulsando denuncias y falsas sospechas contra la escuela pública y sus profesionales a través de vetos parentales.
No podemos olvidar que la utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre. De ahí que sean necesarias propuestas alternativas a los libros de texto actuales como las que también ha elaborado el profesor Enrique Javier Díez Gutiérrez con el especialista de historia contemporánea, y también profesor de la Universidad de León, Javier Rodríguez González, que la Editorial Plaza y Valdés publicará próximamente. La consolidación de nuestra democracia precisa que se hagan efectivos los principios de verdad, justicia y reparación. Sin ellos será imposible garantizar un presente y un futuro auténticamente democráticos.
Víctor Álvarez Terrón. Presidente Asociación Tierra, Cultura y Arte (Fabero del Bierzo. León)