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Un Estado fallido, por Joan Llopis

España


No nos encontramos ante una diversidad de ideologías sino ante ideologías contradictorias. Quizás un día en lugar de elegir a quien nos gobierna, decidiremos gobernarnos a nosotros mismos.

Joan Llopis Torres

Quedan pocas dudas de que España es un Estado fallido. Excepto por aquellos que priorizan el optimismo voluntarioso a la verdad, al inevitable pesimismo que provoca ver la realidad rutinaria como un gris arco iris. Un arco iris que ha trastornado todos sus colores en repetidas franjas grises de desesperanza. Un cuervo en la siniestra. Un mal presagio. Un horizonte dibujado sobre una geografía ficticia cosida con burdas costuras de autopsia ideológica. Sobre un hoy lleno de disparates, un futuro esperpéntico lleno de incertidumbres adivinado según el capricho de un negro grajo. Excepto el que nos dibuja colorido en una infantil acuarela la propaganda del Estado. 

A través de una deuda impagable y de una reforma imposible de la Constitución, navegan con incontrolables vías de agua que sólo presagian el hundimiento de este barco imposible en un mar confuso. Los que se esfuerzan en mantener el barco a flote son el franquismo sociológico que sostiene a la monarquía en defensa de sí mismo, y la monarquía que defiende sin alternativa como último recurso a la Constitución en defensa de sí misma y de nada más. Curiosamente y contra toda previsión histórica, sostenidos por Podemos, por sorpresa en alguna medida por el PNV y Otegui (como metáfora de lo que representa), y por ERC contra todo pronóstico independentista (La peor forma de negación es la demora: la explicación pues , mañana. Oriol Junqueras: la independencia de Cataluña mañana por la vía amplia, o pasado mañana ) el aplazamiento es una negación como lo es un diálogo de sordos en la solución de cualquier conflicto. La misma inexcusable propaganda que inexplicablemente nos presenta a JuntsxCat como una sociología de derechas cuando la única esencia que la define es el independentismo. Cualquier otro añadido es innecesario y los que se pretenden son falsos. El mismo absurdo es esperar de los partidos estatales, que en esta ficción se presentan como democráticos siendo incapaces de levantar de sus asientos a unos cuantos señores del CGPJ, que puedan modificar una Constitución blindada por su propio contenido y guardada con armas (contra el pueblo que contradictoriamente dice proteger de sí mismo con un paternalismo conocido de todos y de ellos mismos). No nos encontramos ante una diversidad de ideologías sino ante ideologías contradictorias. Quizás un día en lugar de elegir a quien nos gobierna, decidiremos gobernarnos a nosotros mismos. En previsión de ese futuro el cuervo no sabe dónde ponerse.


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