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«La luz» de la República

La luz de la República

Fernando Fernández Rodríguez
Alternativa Republicana-Sierra de Cádiz.

Que la debilidad de nuestras instituciones, de nuestro sistema político y en definitiva del interés de la llamada «res» pública es manifiesto, lo prueban día a día las noticias con las cuales la prensa nos saluda. Bien es cierto que los propios medios de comunicación, diáfanamente controlados por los principales grupos de poder económicos, no serán nunca el factor que ilustre las conciencias o revele los muertos, escondidos en los armarios, de un sistema construido sobre un ideal ficticio de perfección democrática.

Nos dicen a los republicanos que hablar de la República no toca, que son otras las prioridades y que no es el momento de discusiones ni debates estériles. El problema fundamental radica en que, para nosotros y nosotras, las prioridades urgentes se sitúan en este momento muy lejos de las del actual sistema monárquico y los entresijos políticos y económicos que los rodean.

Asistimos con pudor, vergüenza y en definitiva rabia, a un escenario en el que la luz, un bien del que hoy en día nadie puede prescindir, se somete con escarnio, con nocturnidad (nunca mejor dicho si tenemos en cuenta las tarifas eléctricas venideras) y alevosía al dictado de los mercados.

El actual sistema ha hecho mucho por dejar la pelota en el tejado de la empresa privada, por desentenderse de impedir los abusos y el monopolio en un sector eléctrico en el que la libre competencia es poco menos que un chiste malo. No solo el consumidor no se puede beneficiar de una liberalización, proclamada por el capitalismo más ortodoxo, que le beneficie sino que a la vez, partidos que se autoproclaman de «izquierdas» y que en algunos casos llevaban en su programa estas cuestiones siguen moliendo el mismo grano.

Las puertas giratorias siguen girando, los gobiernos demostrando su debilidad ante el sector eléctrico y sacando normativas beneficiosas para los grandes holding de la electricidad, utilizando un intervencionismo político siempre favorable a las empresas eléctricas que se encargarán de reservar un sillón bien pagado en los consejos de administración para aquellos que han servido bien a Roma.

Frente a esto: nuestra opción. La republicana, que niega la mayor. Que considera que la energía eléctrica es hoy en día, un bien comparable a la sanidad o la educación y que debe ser protegido. El taimado plan de los patricios se ha ido ejecutando bien, dejando las infraestructuras en manos de empresas privadas, renunciando en este sentido a toda obligación el Estado, ahorrando fondos y planificación a corto plazo y aceptando el incentivo al sector privado en el desarrollo de estas infraestructuras vía aumento constante en la factura de la luz, o cuando menos subida de las tarifas en los momentos en los que el populacho, confinado, más necesitaba de este bien. Aquí el argumento es siniestro: es el consumidor el culpable por no hacer un consumo responsable, incluso cuando ha estado confinado y no le quedaba más remedio que recurrir a un mayor uso de la luz.

Mientras en muchas casas durante el invierno tengan que decidir si pueden permitirse mantener encendida la calefacción en determinados tramos horarios, nuestra clase política seguirá haciendo lo de siempre, la vista gorda. Los medios de comunicación oficiales analizan la noticia bajo una aparente cientificismo que trata de evitar cualquier reivindicación popular de indignación. Protestas en más de dos o tres podrían ser sedición ¿Quién sabe? Consultemos al juez Marchena. Y es que llegado al punto de movilizarse en masa, los plebeyos podrían mostrar las vergüenzas del entramado montado. Pero aquí me temo que no hay tribuno de la plebe que nos invite al plante colectivo o la rebelión democrática pero organizada.

Desde los que defendemos la República, y más desde la perspectiva de la República federal de izquierdas, seguimos sosteniendo que lo público, el interés público, debe ser protegido y puesto en valor por encima del mercado. No tenemos pretensión de nacionalizarlo todo, es cierto, pero también que nuestra afirmación es contundente: aspiramos a que sea el pueblo soberano en definitiva, el que detente el control de recursos fundamentales. En nuestra propuesta, en nuestros valores, no se acepta que un padre y una madre tengan que decidir si poner o no una estufa más en una fría tarde de invierno o que autónomos y pequeños empresarios (los que de verdad generan empleo) se vean perjudicados por esta subida asesina bien planificada. Revelemos el engaño: Rápidamente la derecha política pide bajada de impuestos para las grandes empresas de forma que se compense este aumento en la tarifa eléctrica. Son las mismas empresas que en muchos casos forman parte de las redes económicas y clientelares de las propias eléctricas, o que muchas ocasiones tienen una importante parte de sus acciones. Propio de la derecha política, defender los intereses de los grandes, pero traición de la izquierda que es incapaz de argumentar con ferocidad que deben ser las eléctricas las que asuman los déficits en las inversiones en infraestructuras, ya que para ello tienen beneficios, pues cuentan con la exclusividad de un sector que no debiera ser privado ¿Quién pagará al final la subida? Los de siempre: los pequeños, los parados, la gente humilde, los autónomos y pequeños empresarios, los jubilados, los pensionistas... En definitiva esos que son incapaces de vivir como vampiros, para ajustar su actividad y necesidades domésticas al tramo horario en que la luz es más barata: de 12 de la noche a 8 de la mañana ¿Pero es esta la hora en que usted y yo desayunaríamos, comeríamos, cenaríamos, pondríamos la calefacción o el brasero para que los niños hagan sus deberes o se acuesten calentitos o encenderíamos la tele o la luz para alumbrarnos mínimamente? No amigo o amiga, vade retro. Si usted hace eso es un consumidor o consumidora irresponsable y entonces se merece una subida de la luz que en muchos casos le repercutirá hasta un 40% en su factura.

¿Indignante? Sí, pero nadie saldrá a la calle, ningún partido les llamará a la movilización ni al escrache a las eléctricas. Felipe, Aznar y tantos otros ministros servidores de Roma (izquierdas y derechas del turno), no moverán ficha: El problema son los indultos, Cataluña, el coletas… o cualquier otro affaire que impida ver que un gobierno que se dice socialista participa del festín de la carroña que deja el botín eléctrico, sean sillones o prebendas.

Y frente a esto, nuestra concepción republicana, la de Alternativa Republicana, es clara: nacionalización de la energía como indiscutible y que supone un ahorro directo en el bolsillo del trabajador. Y seguimos para consolidar una red básica estatal con tentáculos, aunque puedan parecer mínimos, eficientes. Sanidad y educación públicas y con fondos suficientes; justicia independiente y no un sistema en que algunos jueces son elegidos por partidos políticos; una banca pública que al menos atienda a las necesidades del proletario, del estudiante, del pequeño empresario y del autónomo, y que no venda seguros y paquetes diversos de productos mientras que pone horas límite a los cajeros en sus oficinas; un servicio estatal de correos; un verdadero ferrocarril al alcance de los bolsillos del populacho o en definitiva un sistema en el que la justicia social, la igualdad, el mérito y la capacidad prevalezcan. Un sistema en el que el derecho divino, el de sangre, o el lobby económico y sus influencias carezcan de arraigo y si sean, en cambio, objeto de censura.

Un sistema en el que el bien de nación, sus riquezas y su patrimonio se pone al servicio de todos los españoles y españolas, y en el que la subida de la luz propuesta sería inviable. Eso es la República que defendemos amigos y amigas. Lo otro, eso que nos dicen que va tan bien y no hace falta cambiar, es lo que ustedes ven y sienten sino en sus carnes, si en sus bolsillos.




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