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José Sánchez-Covisa [1881-1944]

José Sánchez-Covisa

José Sánchez-Covisa y Sánchez-Covisa nació en el municipio conquense de Huete el 18 de junio de 1881 y falleció en el exilio en Caracas el 24 de junio de 1944. Fue un destacado dermatólogo, profesor y diputado a Cortes durante la II República Española.

Nuestro protagonista estudió medicina en la Universidad Central de Madrid. Dedicado profesionalmente a la dermatología, fue socio fundador de la Sociedad Española de Dermatología y Sifilografía -precedente de la actual Academia Española de Dermatología y Venereología-, de la que fue primer secretario general y presidente de honor. En 1904 obtuvo el grado de doctor con la tesis titulada Algunas consideraciones generales sobre el concepto de la clorosis. En 1920 fue elegido presidente del Colegio de Médicos de Madrid y en 1926 ganó por oposición la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de Madrid. Con la llegada de la República Española ejerció de Decano de la Facultad de medicina en la Universidad Central de Madrid.

Autor de numerosas obras científicas. Entre sus múltiples aportaciones a la dermatología, destacaron sus estudios sobre la sífilis y la lepra, también la creación de un Instituto de Enseñanza Leprológica. Su enorme prestigio le llevó a ingresar en 1928 como académico de número en la Real Academia de Medicina.

Durante la dictadura de Primo de Rivera formó parte del grupo de médicos que actuó esforzadamente contra aquel régimen, y en conferencias y discursos propugnó el advenimiento de la República. Estuvo inscrito desde su fundación en la Agrupación al Servicio de la República, para militar posteriormente en el partido Derecha Liberal Republicana que lideraba Niceto Alcalá-Zamora. Obtuvo escaño como diputado en las Cortes Constituyentes de la II República por la circunscripción de Cuenca. A finales de febrero de 1932 se incorpora a la minoría del partido Acción Republicana. En abril de 1934 aparece como uno de los fundadores del partido Izquierda Republicana que liderará Manuel Azaña, formando parte de la Comisión ejecutiva permanente que aprobó los Estatutos del partido.

Como diputado se mantuvo como firme partidario de la implantación del divorcio en España: «No se puede ligar de un modo permanente dos vidas que por unas u otras circunstancias divergen en lugar de marchar paralelas. Y debe establecerse sin condiciones». Asimismo, desde el grupo médico parlamentario defendió que en la Constitución apareciese que la Sanidad debe ser función indelegable del Estado, exigiendo la creación del ministerio de Sanidad, Beneficencia y Previsión Social. También se se posicionó a favor de los médicos rurales. En sus discursos hablaba sobre atender con gran intensidad la higiene sanitaria y hacer desaparecer la prostitución reglamentada y se llegase a la determinación del delito sanitario mediante una ley especial. Sobre el modelo territorial, defendió la unidad del Estado español, con autonomía de las regiones. 

Fue un hombre de ideas arraigadamente liberales, de corazón generoso, de inteligencia privilegiada, era en la medicina un sabio, caracterizado con la sencillez que tan noble es en los sabios, y en la vida social era un amigo entrañable, ejemplo de lealtad, honradez y humanidad. Su hermano Isidro también se dedicó a la medicina siendo uno de los urólogos más destacados de la época.

Durante la Guerra Civil se mantuvo leal a la República y, en agosto de 1936, asumió el cargo de director del Hospital Clínico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid. En noviembre de 1936 aparece como uno de los firmantes del manifiesto que hicieron los intelectuales españoles protestando ante el mundo contra la barbarie fascista del bombardeo aéreo de las zonas urbanas de Madrid. La guerra le obligó a abandonar la capital rumbo a París, pero regresó a Valencia para después instalarse en Barcelona donde ejerció la docencia. Al final de la contienda, a petición del presidente Negrín, volvió brevemente a Madrid.

Su entusiasmo por la causa republicana le llevó al exilio, como a tantos otros hombres de ciencias y de letras, en condiciones de terrible penuria económica, abandonando una patria que, en tiempos de normalidad, le había proporcionado cuanto la vida puede dar, con perfecto derecho, a los que como él, se consagraron abnegadamente al trabajo, en beneficio de la sociedad. Su nombre profesional, era respetado y admirado en todos los centros científicos de Europa.

Al triunfar el golpe militar fascista se exilio a París y, tras pasar por Nueva York, se exilió definitivamente en Venezuela. Allí continuó ejerciendo la dermatología. Sus trabajos son conocidos en todas las universidades del mundo y en reconocimiento a la fructífera labor desarrollada país, se le concedió por unanimidad el título de "Doctor Honoris Causa" de la Universidad Central de Venezuela. Falleció en Caracas el 23 de junio de 1944. Su prematuro fallecimiento a solo cuatro años de haber llegado a Venezuela no impidió que hubiera dejado su huella en todas las generaciones de dermatólogos que lo sucedieron.

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