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El desastre no se consumó

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Víctor Arrogante 

Una crónica urgente, con un dato histórico. Se han celebrado elecciones generales. El escrutinio está todavía caliente y faltan datos del exterior que permitan dar a un ganador definitivo. Mientras, el PP ganando ha perdido y el PSOE mantiene su status, que le permitirá gobernar con el apoyo de las fuerzas que ha mantenido al gobierno progresista. Feijóo mendigando el gobierno pide que se deje gobernar al partido más votado, sin tener en cuenta que el sistema parlamentario de mayorías queda diseñado en la Constitución. Los españoles no quieren un gobierno de la derecha reaccionaria unida con el fascismo extremistas.

El resultado que han dejado las elecciones generales abre un escenario de ingobernabilidad en España con un PP que gana las elecciones, pero que no alcanza con Vox la mayoría para gobernar y un bloque de izquierdas, formado por PSOE y Sumar, que no forma tampoco otro bloque alternativo con los que han sido sus socios parlamentarios (ERC, EH Bildu y PNV) durante la legislatura. Solo con una abstención de Junts será posible que el bloque de la investidura fragüe una nueva mayoría. 

Con el 99,94% de los votos escrutados, el Partido Popular ha ganado las elecciones generales con 136 escaños y un 33,04% de los votos. El PSOE se queda con 122 diputados y el 31,70% de los sufragios, en un escenario mucho más ajustado del que se esperaba. Como tercera fuerza se mantiene Vox, que ha reconocido que ha perdido 19 representantes, con 33 diputados y el 12,39% de lo votos; y Sumar pasa a ser cuarta fuerza, con 31 escaños y el 12,31 %. La candidata, Yolanda Díaz, no ha conseguido superar los 38 diputados que sumaron Unidas Podemos y Mas País en 2019. 

Ni el bloque de la derecha ni el de la izquierda tiene opciones de gobernar de forma inmediata. PP y Vox suman 169 diputados en el Congreso, una cifra que no les da para gobernar, ni con la hipotética unión del diputado obtenido por UPN y el de Coalición Canaria, ya que no llegan a los 176 necesarios para la investidura. PSOE y Sumar han logrado 153 diputados y necesitarían un total de 23 diputados más y sus aliados tradicionales en el Parlamento suman 19. Una hipotética investidura de Pedro Sánchez acabaría dependiendo de lo que haga Junts. 

ERC y Junts empatan en siete escaños, con mayoría de votos para los republicanos, que sufren una importante caída en apoyos y se dejan seis diputados en el Congreso. En el País Vasco EH Bildu, que saca seis y 'sorpassa' al PNV, que se queda con cinco. NG, CC y UPN obtienen un escaño cada uno en un Congreso de los Diputados mucho menos fragmentado que pasa de tener 16 formaciones a 11. PP más Vox sumarían 170 escaños; PSOE, Sumar, ERC, Bildu y BNG sumarían 172 escaños, suficiente para conseguir la investidura e3n u7na segunda vuelta por mayoría simple. Todo está por ver. Días de incertidumbre e intriga se avecinan. Pero todo podía haber sido peor. 

Los españoles decidían hoy entre dos modelos de país, entre dos bloques: el progresista y el conservador. El Partido Socialista, por un lado, y el Partido Popular por otro, compitiendo para formar gobierno, pero en la actualidad difícilmente pueden hacerlo solos, en unos comicios en los que estábamos llamadas a votar 37.446.432 de personas. La participación ha alcanzado el 70,4% (abstención 29,59%) y hemos votado 24.717.554 personas, más de un 4,17% que en 2019. 

Sigue habiendo dos Españas enfrentadas. Ahora la mayoría se ha opuesto a avalar los proyectos del PP-Vox. Un partido radical ha arrastrado a otro supuestamente moderado hacia posiciones duras. El PP ha aceptado que no aparezca violencia de género sino intrafamiliar en la Comunidad Valenciana. O pacta la derogación de una ley emblemática, como la de memoria en Extremadura. De igual forma admite la derogación de leyes como las de educación, vivienda, eutanasia, memoria democrática o ley trans. Están desapareciendo las consejerías y concejalías de Igualdad. Sus políticas pretenden llevar a la sociedad española a momentos olvidados de la historia de los más oscuros y tétricos, derogando todas las leyes del gobierno de coalición progresista y anulando los derechos reconocidos en la Constitución. 

Quiero recordar lo que ocurrió en 1933. El 19 de noviembre de 1933 se celebró la primera vuelta de las segundas elecciones generales de la Segunda República para las Cortes y fueron las primeras en que las mujeres ejercieron el derecho al voto. Las elecciones dieron una mayoría parlamentaria a los partidos de centro-derecha y de derechas, dándose inicio al denominado bienio radical-cedista (Confederación española de derechas autónomas), entre 1933 y 1936. 

La labor de este nuevo Gobierno y de estas nuevas Cortes respecto de la obra reformista del bienio anterior se pone enseguida de manifiesto, primero con decretos como el de abolición del de intensificación de cultivos o el de modificación de los jurados mixtos. Las Cortes aprueban la Ley Electoral, la de Amnistía, Arrendamientos y Reforma agraria. Entre los hechos más relevantes de esta legislatura están los sucesos de octubre de 1934, tras la proclamación del Estado Federado Catalán y la Revolución de Asturias. Las normas de funcionamiento de la Cámara son las establecidas en el Reglamento Provisional de 1931, hasta que el 29 de noviembre de 1934 se aprueba un nuevo Reglamento del Congreso de los Diputados. 

El 9 de octubre de 1933, nada más tomar posesión el nuevo Gobierno, el presidente del Gobierno, Diego Martínez Barrio, propuso al presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones generales para los días 19 de noviembre (primera vuelta) y 3 de diciembre (segunda vuelta). A su juicio el Parlamento ya no representaba a la opinión pública dominante en ese momento después de las fuertes reacciones y tensiones que se habían vivido en España como consecuencia de la política reformista emprendida por el Gobierno de Manuel Azaña. Y por eso buscó “orientación y armonía definitiva, acudiendo a la consulta directa de la voluntad general”, tal como se decía explícitamente en el propio preámbulo del decreto de convocatoria de elecciones. 

Durante la campaña electoral, la CEDA hizo un gran despliegue de propaganda. En el manifiesto de la Coalición antimarxista (que fue el nombre que adoptó la candidatura de las derechas no republicanas por la circunscripción por Madrid), se definía la política aplicada por los gobiernos republicano-socialistas del primer bienio como marxista, con su concepción materialista y anticatólica de la vida y de la sociedad y su antiespañolismo por lo que los candidatos de la coalición antimarxista "defenderán resueltamente y a todo trance la necesidad de una inmediata derogación, por la vía que en cada caso proceda, de los preceptos, tanto constitucionales como legales, inspirados en designios laicos y socializantes" Se comprometían a trabajar sin descanso para lograr la cancelación de todas las disposiciones confiscadoras de la propiedad y persecutorias de la persona, de las asociaciones y de las creencias religiosas. 


Como ha señalado el historiador Santos Juliá, el resultado de las elecciones fue un realineamiento espectacular del sistema de partidos, buena muestra de lo lejos que la República estaba aún de ser una democracia consolidada. El cambio más notable fue la irrupción en la escena parlamentaria de la CEDA, la derecha católica "accidentalista" que no había declarado su lealtad a la República y que se convirtió en la principal minoría de las Cortes. Otros partidos de la derecha o del centro-derecha (Agrarios, Conservadores, Lliga, Progresistas y Liberal-demócratas) obtuvieron resultados aceptables, convirtiéndose en piezas imprescindibles para la formación de gobierno.

 

El otro cambio trascendental para el sistema de partidos fue la inapelable derrota de la izquierda republicana y el duro correctivo sufrido por los socialistas, que se habían presentado en solitario a las elecciones con la aspiración de obtener una mayoría suficiente que les permitiese gobernar y transformar de forma pacífica la república burguesa en una república socialista. Por último, señalar que la posición central la ocupaba el Partido Radical.

 

La causa fundamental de la derrota de las izquierdas y del triunfo de las derechas fue que las primeras se presentaron desunidas y las segundas unidas, todo lo contrario de lo que había sucedido en las elecciones de 1931.

 

Ahora, lo que pudo haber sido, la soberanía del pueblo lo ha impedido con sus votos. Todo parecía que la derecha reaccionaria del PP ganaría las elecciones por una mayoría aplastante, que le permitiera gobernar con el apoyo del partido fascista que añora el franquismo más duro. No ha sido posible. El pueblo no ha permitido el retroceso histórico y ha impedido que se ejecuten los desmanes previstos.

Víctor Arrogante, profesor y analista político, colabora en Eco Republicano desde 2013

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