Eduardo Montagut
En la época del Sexenio
Democrático existieron mujeres que militaron en las filas del republicanismo.
Una de las más destacadas fue, sin lugar a dudas, la aragonesa Modesta Periú
(1845-1871), de corta vida, pero de intenso compromiso en el federalismo.
Participó en mítines, manifestaciones, publicó en diversos periódicos
republicanos y llegó a aparecer en los Episodios Nacionales de
Galdós. En 1869 estuvo en las barricadas en Zaragoza en la insurrección de
signo republicano que allí aconteció. Periú siempre demostró un ímpetu
revolucionario y republicano muy intenso, llegando a jugarse la vida.
Desarrolló también un evidente compromiso con la causa de la emancipación de la
mujer. Después de la insurrección se dedicó a escribir en la prensa y formó
parte de la asociación zaragozana Tiro Nacional, para pasar a residir en
Madrid, ya enferma, pero sin dejar de estar activa. Por sus escritos sería
detenida y enviada a la Casa Galera de Madrid, la prisión para mujeres de la
capital.
El primer feminismo
español tuvo evidentes conexiones con el republicanismo, aunque también con el
anarquismo, la masonería y el librepensamiento. En este contexto debemos
encuadrar la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona de 1889 gracias al
esfuerzo de Teresa Claramunt, Ángeles López de Ayala y Amalia Domingo Soler, es
decir, una anarquista, una republicana librepensadora y masona, y una
espiritista. La sucesora de esta organización sería la Sociedad Progresiva
Femenina, inspirada por López de Ayala en 1898, aunque con el concurso también
de las otras dos. La Sociedad aunó su trabajo en favor de la emancipación de la
mujer con el librepensamiento y el laicismo, así como con las ideas
republicanas y las reivindicaciones de tipo social.
Ángeles López de Ayala fundo la
revista de la sociedad, El Gladiador, donde escribieron
librepensadores, masones y las Damas Radicales. La publicación sería sustituida
después de la Semana Trágica por El Libertador, y en 1914 saldría El
Gladiador del Librepensamiento. La Sociedad tuvo una relación estrecha con
el radicalismo de Lerroux. En este sentido, es importante destacar a las
mencionadas Damas Radicales, ya que sería la primera organización política
republicana de mujeres. Debemos destacar que en el año 1910 Ángeles López de
Ayala convocó la primera manifestación feminista de la Historia de España en
Barcelona con el apoyo, precisamente, de los republicanos radicales.
Avanzando el siglo XX algunas
de las más destacadas intelectuales y feministas españoles también se dedicaron
a la causa política republicana. Entre ellas, destacaron, sin lugar a dudas,
Clara Campoamor y Victoria Kent. La primera estuvo cerca en un principio del
socialismo, dando conferencias en la Casa del Pueblo de Madrid y llegando a
prologar la obra feminista socialista más importante de las primeras décadas
del pasado siglo, es decir, el libro Feminismo Socialista de María Cambrils,
pero nunca militó ni en el Partido Socialista ni en la UGT. En 1929 formaría
parte del comité organizador de la Agrupación Liberal Socialista, junto con
Matilde Huici, una organización que no terminaría de cuajar. Después estaría en
los inicios de Acción Republicana, pero terminó por pertenecer al Partido
Radical. En lo que sí se distinguió fue en la defensa de algunos de los
implicados después de la rebelión de Jaca y en el proceso conta el Comité
revolucionario. Campoamor sería elegida por la circunscripción de Madrid en las
elecciones generales de 1931. Debemos recordar que las mujeres podían ser
elegidas, pero no votar. Tuvo, como es sabido, un destacado papel en las Cortes
Constituyentes, siendo la gran defensora del reconocimiento del derecho al
sufragio. Su propio Partido, en cambio, no se distinguió, precisamente, en esta
conquista.
En noviembre de 1931 creó la
Unión Republicana Femenina, organización que pretendía promover campañas para
que las mujeres asumieran sus deberes cívicos en favor de la República,
organizando actividades culturales y de signo pedagógico político. En las
elecciones de 1933 no pudo renovar su escaño, pero se le encargó la
responsabilidad de ser directora general de Beneficencia y Asistencia Social
desde diciembre de ese año hasta octubre de 1934. Precisamente, cuando el
Partido Radical comenzó a gobernar con la CEDA, Campoamor decidió romper con el
radicalismo, desengañada por la fuerte represión de la Revolución de Asturias.
Así se lo hizo saber a Lerroux en una carta en febrero de 1935. En julio de ese
mismo año intentó ingresar en Izquierda Republicana, pero se le negó su
entrada, seguramente como represalia por su abandono de Acción Republicana en
su día. Tampoco pudo estar en el Frente Popular.
La militancia republicana de
Victoria Kent comenzó al afiliarse al Partido Republicano Radical-Socialista,
fundado, liderado por Marcelino Domingo y por Álvaro de Albornoz, al que
defendió en el brillantemente en el Consejo de Guerra al que fue sometido el 20
de marzo de 1931 por el delito de sublevación para la rebelión militar por
haber participado en los movimientos para terminar con la Monarquía.
Fue elegida en las elecciones a
las Cortes Constituyentes en junio de 1931, siendo muy activa en las
discusiones sobre el proyecto constitucional. Aunque Victoria Kent era una
reconocida feminista se mostró contraria al reconocimiento constitucional del
derecho al sufragio femenino porque compartía la teoría de una parte del
republicanismo español de que la mujer española seguía fuertemente influenciada
por la Iglesia, por lo que defendió que el reconocimiento de este derecho fuera
aplazado, aunque eso fuera a costa de renunciar a un principio en un ejercicio
de pragmatismo político. La polémica con Clara Campoamor tuvo ya en su momento
una gran repercusión, ya que Campoamor consideraba que la madurez política se
alcanzaba ejerciendo todos los derechos.
Victoria Kent tuvo un destacado
papel en la Administración de la Segunda República al hacerse cargo de la
Dirección General de Prisiones, donde estuvo unos catorce meses, desarrollando
una intensísima labor reformista que ha pasado a la Historia por su defensa del
proceso rehabilitador frente al exclusivo punitivo de las penas y las cárceles,
siguiendo la estela de Concepción Arenal.
Pero algunos aspectos de su
reformismo terminaron por chocar con el Gobierno, especialmente sus deseos de
depurar al personal penitenciario por considerar que muchos de sus componentes
no eran reformistas. Fernando de los Ríos no estaba ya en el Ministerio de
Justicia, y su sucesor, Álvaro de Albornoz, a pesar de ser compañero de partido
de Kent y su antiguo defendido, se alarmó de estas propuestas porque podían
suponer conflictos, y tampoco Azaña estuvo muy por la labor, al considerar que
la reformadora era demasiado humanitaria, podía generar indisciplina en las
cárceles y que no contaría con apoyo social para los cambios. Victoria Kent
decidió, en consecuencia, dimitir.
Eduardo Montagut Contreras es Doctor en Historia Moderna y Contemporánea, colabora con Eco Republicano desde 2014.