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Discurso de Marcelino Domingo en Tortosa: Las tres disciplinas de la República

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El domingo 14 de febrero de 1932 se celebró un acto en Tortosa. En él pronunció un discurso Don Marcelino Domingo, hablando de las tres disciplinas que se necesitan para que la República cumpla su cometido.

DICIPLINA POLÍTICA 

Primero, disciplina política, dijo: En una democracia la responsabilidad para ser efectiva necesita ante todo la disciplina política. Para una sólida y eficaz disciplina política se requiere, ante todo, disciplina moral. El español ha de pensar que ha dejado de vivir en una autocracia para vivir en una democracia. Es decir: que ha dejado de ser súbdito para elevarse a ser ciudadano; que ha dejado de ser objeto pasivo que sólo obedece para ser sujeto activo que colabora en la acción del Gobierno. 

Y que, por consiguiente, no ha de sentir impaciencias ni decaimientos, sino tener juicio exacto del deber. Este juicio del deber le llevará a meditar sobre esto: Que, cuando se ha tenido paciencia para soportar cincuenta años de Restauración y ocho años de Dictadura, no está justificada una impaciencia apremiante y agresiva a los diez meses de República. ¿Qué se haga más, que se vaya más lejos? No se puede ni se debe poner un motor a una diligencia vieja. Y una diligencia vieja era el viejo Estado español. Precisa, pieza a pieza, tornillo a tomillo, hacerlo nuevo. Cuando esté hecho el motor podrá tener todo el empuje que lleve dentro el alma del español. 

¿Decaimientos? ¿Por qué? ¿Porque se ha hecho poco? Se ha entrado en la ley. Se han dado las reformas militares. Se ha derogado la ley de Jurisdicciones. Se ha realizado la reforma de la enseñanza, de la que Herriot ha dicho que no se había hecho en Francia todavía. ¿Porque se ha hecho mucho?. En síntesis: Ha nacido una nueva España. Esta nueva España supone un nuevo español. Que no se mueva por arrebatos de entusiasmo, sino con deber. 

El español ha de dejar de ser el hombre de la calle, suelto, irresponsable, que se conduce según sus humores o sus arrebatos. Ha de ser un militante en un partido político. Una autocracia la gobiernan reyes o favoritos, generales o cardenales. Una democracia la gobiernan partidos. Y en los partidos no sólo son responsables los que gobiernan. Son responsables, del mismo modo, los que están en la oposición. La democracia no es un régimen de personalismos ni de conveniencias, ni de habilidades, ni de simulaciones. Es un régimen en el que se ha de jugar el nombre y la popularidad. Lo demás es autocracia o demagogia. ¿No será perfecto este Gobierno porque no es de una homogeneidad absoluta?. El caso de Inglaterra evidencia que no es precisa la homogeneidad para gobernar. No serán perfectas estas Cortes. Pero cualquier problema de los que en ellas se ventilan han consumido Cortes enteras en otros países. 

A la República interesa: estabilidad en su Gobierno; duración en sus Cortes. Los partidos que pudiendo y debiendo estar colaborando en el Gobierno pasan a la oposición, si desde la oposición sólo pensaran en derribar el Gobierno y acabar con las Cortes que lo sostenían, contraerían la responsabilidad -en una hora en que la democracia ha de acreditar sus instituciones- de desacreditarlas.

Un Gobierno nuevo y un Parlamento nuevo sólo evidenciarían que en la democracia española ni los Gobiernos ni los Parlamentos pueden durar. Y ante quienes honradamente abogan por la dictadura de la derecha o por la dictadura de la izquierda, porque afanosos de obra piensan que solo hay continuación y autoridad donde hay estabilidad, interesa que por encima de las dictaduras la democracia es mayor garantía de la realización de una obra porque sus instituciones son estables.

DISCIPLINA ECONÓMICA

A la disciplina política ha de seguir la económica. La economía española es una economía anárquica. No tiene utilidad, ni articulación, ni ideal. No se funda sobre bases científicas. No está racionalizada. Ni la agricultura, ni la industria, ni el comercio son lo que pueden y deben ser. La capacidad de riqueza es muy superior a la que la riqueza española rinde.

Ha de crearse, pues, una disciplina económica. ¿Cómo? No dejando los intereses sueltos, sino sujetándolos al interés nacional. Si hay cultivos improductivos deben sustituirse por otros que produzcan; si hay industrias sin la base de primeras materias deben crearse industrias a base de las primeras materias que España tenga o produce. Ha de darse crédito al crédito con objeto de que un nuevo sentido del comercio extienda la riqueza nacional. Muy pronto habrá de someter a discusión del Parlamento el plan de articulación de la economía nacional, el gran plan económico de la República que consiga la convergencia en él en brazos, capitales e inteligencias de todas las energías nacionales. España no ha de tener una economía como la que tiene, sino como la que puede tener; una economía que se imponga, no que reciba las imposiciones de otras economías con menos posibilidades de desenvolvimiento. 

Precisa dar una mayor valoración a nuestra riqueza. Para dársela precisa disciplina. Disciplina económica. Es decir, que los intereses creados adviertan que no hay interés legítimo si no cumple su función social y que esta función social ha de ser determinada por la propia naturaleza del interés y por su subordinación al interés nacional. Lo decía yo hace muy pocas horas en el Parlamento: Hasta ahora sólo hubo pequeña Policía de abasto; ha de irse a una gran política de abastecimientos. Lo mismo si el mundo se convierte en una suma de nacionalismos económicos al que se sujeten las economías nacionales, España ha de racionalizar su economía dándole unidad, disciplina y rendimiento. Es decir, pase lo que pase en el mundo, España no ha de esperar a ser objeto pasivo, sufriendo las consecuencias, sino sujeto activo, que diga su palabra, trace su orientación y sea el ejemplo de una obra. España puede ser una economía soberana y ha de serlo. En las Cortes pienso desenvolver este tema con toda amplitud cuando presente a debate el plan de reconstrucción económica nacional. 

DISCIPLINA SOCIAL

Se necesita también disciplina social. La República ha de conseguir que no haya un solo obrero parado. Es decir, a que el derecho al trabajo sea un principio sagrado. He de ir a la implantación de leyes sociales en consonancia con los mayores avances de la democracia. Pero sin obreros parados y con leyes sociales avanzadas la República ha de mantener inflexiblemente la disciplina social. No ha de ser obstáculo para la exposición de ninguna idea. Toda idea ha de tener libertad, y dentro de la ley, posibilidad de imponerse. Fuera de la ley toda manifestación es un delito, y la República ha de impedir por todos los medios su comisión y castigarle si se produce. 

Pero la disciplina social no es sólo disciplina del proletariado: es también disciplina del patrono, que ha de aceptar la realidad del proletariado como una señal inequívoca de nuevos tiempos y ha de prestarse a tener una relación democrática con él, incorporando a la economía y a la vida social las relaciones que son consideradas como postulados fundamentales de la política.

La República -terminó diciendo don Marcelino Domingo- es la gran empresa que hemos tomado en nuestras manos los españoles. La iniciaron los hombres del 73. Luego les hemos llorado. Pensemos hoy esto: que la República no es juego, ni fruto de impaciencias, ni lugar de codicias, ni espectáculo. Es responsabilidad. Responsabilidad que se cumple con disciplina. Sólo una disciplina activa ha producido todas aquellas obras que justifican la jerarquía de la humanidad.

Eco Republicano


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