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El 12 de octubre, una fecha «por exclusión», símbolo de una España secuestrada.

El 12 de octubre, una fecha «por exclusión», símbolo de una España secuestrada.
Se suceden estos días las críticas al 12 de octubre y de nuevo destacadas figuras públicas y políticas se desmarcan de las celebraciones. Nada nuevo, pero se hace preciso analizar desde un punto de vista republicano este hecho, visto por muchos como un ejemplo de lo extraño de España respecto de otros estados. No se trata de un choque entre España y separatistas, entre los que se sienten españoles y los que no, es algo que más y que debe ser aclarado. Se puede y se debe explicar. Entendemos que haya que hacerlo, sobre todo si la evidencia no aparece obvia. 

Las llamadas «fiestas nacionales» tienen una clara razón de ser, representan a una comunidad nacional articulada políticamente en estado —o no—, o bien con una fuerte identidad y autorreconocimiento; suelen ser días marcados simbólicamente por hechos que representan algo del máximo significado positivo en la vida de un pueblo; como quiera que las libertades y la soberanía popular no cayeron nunca del cielo sino como resultados de esfuerzos importantes tanto individuales como colectivos, esas fechas lo que recuerdan es eso precisamente, que no logramos ser lo que somos sin esfuerzo y sacrificio. Es un mito fundacional, basado en hechos de una otra forma, necesario para mantener una identidad colectiva respecto de otros. 

La aparición de estados democráticos sustituyó la historia privada de reyes y aristócratas por la historia colectiva de los pueblos y en ella se escogerían momentos clave de su lucha para lograr la emancipación de los poderes tradicionales. Este es el origen usual de las llamadas «fiestas nacionales». No es el caso de la España actual, claro. Al 12 de octubre, un día escogido originalmente más por razones culturales e históricas que políticas, se ha llegado por «exclusión». 

El 12 de octubre o día de la hispanidad nació como recuerdo o símbolo de la extensión de lo hispano a América, no se trata tanto de la conquista o descubrimiento, como del hecho de la existencia de una comunidad cultural basada en un idioma compartido que alcanza varios continentes y tiene diversos niveles de profundidad. Surgió en los años 20 y no fue ajeno a ello el hecho de la enorme emigración española a América desde finales del XIX; se trataba de una afirmación colectiva basada en el propio reconocimiento frente a los anglosajones, pero sobre todo fue una mano tendida a las Repúblicas americanas, sentidas como hermanas, es decir, un abrazo entre hermanos, dejando atrás nacionalismos y chovinismos. Ese fue el sentido original, muy pronto manipulado por unos u otros. 

La guerra y la dictadura franquista le dieron al 12 de octubre una perspectiva completamente diferentes, dándole una carga totalitaria nacional-católica y paternalista absolutamente brutal. La democracia post-franquista, el régimen del 78, incapaz de asumir el pasado democrático anterior a 1977 sin sentirse en peligro, y en la incapacidad de encontrar fechas posteriores que no sometieran a tensión los equilibrios del régimen, optó por lo más fácil, rescatar una fecha cultural, externa y no exclusiva, pues lo del día de la Hispanidad no nos atañe solamente a los españoles, en la que se intentaba disfrazar una vez más el fracaso de la monarquía postfranquista en lograr cimentar un sentimiento nacional sólido sobre bases democráticas, algo imposible dado el origen del estado español actual, basado en la impunidad de la dictadura. 

Criticar el 12 de octubre por la carga nacional-católica que arrastra es sólo una de las razones para el rechazo que esta fecha merece como día símbolo de la nacionalidad española. La indigencia cultural del pais tras tantos años de bazofia postfranquista explica el corto alcance de algunas críticas, así como lo ridículo de quienes pretenden justificarla y la defienden. Una España con una bandera nacida para diferenciar las posesiones de la familia Borbón en el Mediterráneo, que no tiene himno sino un toque que señala la presencia del rey en su palacio y que lógicamente nada tiene que cantar a coro en una fiesta que no es suya, tiene hoy una fiesta nacional basada en una impostura y que no es sino una prueba de un inmenso fracaso que todos padecemos. 

Ni la constitución de Cádiz, ni Riego, ni Mariana Pineda, ni Torrijos, ni Prim y la Gloriosa, ni Pi i Margall, ni el retoño de libertad en el viejo tronco que cantara Walt Witman refiriendose a la Iª República, nada de la España liberal, monárquica o republicana pero constitucional del XIX es aceptable para la España postfranquista; del siglo XX ya ni hablemos, es inapropiado y altamente desestabilizador hablar del siglo XX en términos simbólicos hasta llegar a 1977. Así estamos. Españoles sin España, en el exilio en nuestro propio país, tenemos a un lado a los que niegan su identidad compartida por asco y pérdida de toda esperanza de que las cosas mejoren y, al otro a los que disfrutan en exclusiva de la herencia de la dictadura de la que provienen y son la negación misma de la España fraterna y solidaria que amamos.

Solamente la República podría cambiar esta situación y salvar a la nación, España, esa nación de naciones, que solo precisa liberarse ya de una vez y volver a afrontar el futuro con la ilusión hermosa de aquel 14 de abril, no por lejano menos vivo en el corazón de muchos. En días como los 12 de octubre, en los que hay que tener las cosas claras, se ven las limitaciones de algunos que dicen representar al pueblo y que hasta dicen querer cambiar las cosas y son incapaces de siquiera de pronunciar las palabras «República Española», demostrando en su incapacidad para respetar el 14 de abril, haber interiorizado el discurso de los verdugos de la libertad del pueblo español. Mañana faltaran algunos diputados a la gala real, eso está bien, pero son los mismos que tampoco acuden a los 14 de abril; ni tibios, ni templados, ni incendiarios, no son sino la izquierda falsa que este régimen necesita en esta nueva fase.

Decididamente no, los republicanos no sentimos este 12 de octubre como la Fiesta Nacional, no lo es por mucho que se empeñen. El 12 en Palacio será una gala triste, en la que celebraran la dominación de un pueblo y un secuestro que dura ya 80 años. No se trata de que no iríamos nunca, sino de que consideramos que nuestra obligación es acabar con esta situación y recuperar nuestro país, no uno nuevo, sino el nuestro, el que le fue robado a este pueblo y construir la Tercera república Española.

Pedro Alberto García Bilbao
Colectivo Al Servicio de la República

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