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Rajoy en estado puro.

Lo menos que podría hacer Rajoy ante un problema como el de Cataluña sería poner cara de preocupación. Sin embargo pone cara de desprecio con elevados tintes de prepotencia. Rajoy es así, pero debería actuar como el presidente del Gobierno que es. Acaba de decir que (sic) "no sabe que es lo que se va a hacer el 9N" y nuevamente nos miente. Rajoy sabe perfectamente lo que va a pasar el próximo nueve de noviembre y porque lo sabe está mandando a Cataluña contundentes remesas de fuerzas de orden público, no para poner orden, que lo debería haber hecho él hace muchos meses mediante el dialogo y la negociación.

Unas fuerzas policiales que envía no solo para impedir las votaciones a que aspiran los catalanes, también para que se líen a palos con los que tengan a bien manifestarse en contra de la prohibición cautelar de la consulta por ese Tribunal Constitucional que en poco más de dos horas analizó, discutió y dictó sentencia sobre un asunto de tanta relevancia. Así es Rajoy y así es el TC. Por su parte la popular Alicia Sánchez Camacho ha declarado en público que (sic) "Impedir que se vote es bueno para la democracia". Así son en el Partido Popular.

La chulería de los populares raya en lo chabacano cuando le dicen a Mas que si quiere cambiar las cosas en Cataluña que tramite una solicitud de reforma de la Constitución, a sabiendas de que el rodillo de los populares cortará de raíz la iniciativa y además con la inestimable ayuda del PSOE. Una chulería que no deja de echarle en la cara a todo el mundo, repitiendo hasta la saciedad que están donde están por los votos obtenidos, olvidando que los votos no legitiman a nadie para convertir una democracia en un régimen absolutista como el que estamos padeciendo desde noviembre de 2011. El ninguneo de Rajoy hacia los catalanes nos costará caro y si no al tiempo.

Con España convertida en el club privado de unos pocos, en el que se impide votar libremente al 20% de la población, los jueces inhabilitados y los ladrones de guante blanco por la calle, con el récord europeo de paro y pobreza y el PP metido hasta el cuello en tramas de corrupción, vemos como las encuestas le dan al partido de Rajoy cerca del 33% de los votos si hoy se celebraran elecciones generales. Está claro que a los españoles nos va la marcha y nos encantan las hostias, las consagradas y las otras.

Si preocupante es que se siga votando en masa al PP, lo es más aún que se vaticine una abstención que la encuesta cifra en un 38% del electorado. Vamos que entre aquellos a los que le va de fábula con el PP y a los que les da igual va a resultar que "España va bien" según la mayoría de los españoles.

Según la misma encuesta, para desalojar al PP del gobierno sería necesaria la unión de PSOE, IU y Podemos, pero todos sabemos, o deberiamos saber, que en el PSOE prefieren ir por libre aunque ello signifique cuatro años más de paro, pobreza y corrupción. A pesar de sus últimos batacazos electorales y en pleno proceso de maquillaje todavía se creen con posibilidades de ganar unas elecciones generales, y puede que tengan razón, como he dicho antes a los españoles nos va la marcha.

Ni se vota en Cataluña, ni se vota la elección entre monarquía o República, (lo de escribir monarquía con minúscula es un simple ejercicio de justicia), ni el PP ni el PSOE están por labor y ya lo han dejado clarito en el Congreso de los Diputados. Está claro que si queremos que España sea una República tendremos que seguir los pasos de los que lo consiguieron en 1931 y eso que no tenían ni móviles ni internet.

Si, tenemos al frente del Gobierno de la nación a un salvapatrias, rodeado de una troupe de marinistas por partida doble, adoran a Mariano y rezan a supuestas vírgenes María después de darle un viaje a la tarjeta visa en un barde copas y nenas. Igualito que Franco, que salvó a España del otro Pablo Iglesias, se rodeó de ministros del Opus Dei y firmaba las sentencias de muerte después de oír misa y comulgar. En la Zarzuela sin novedad, lógico, la única novedad posible pasa porque sus inquilinos la desalojen y tomen un avión a Ginebra para reunirse con los Urdangarines.

Benito Sacaluga

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