Observen bien la foto de entrada de este artículo. ¿Marcha del 31, PIT? No, fue el 2 de junio de 2014, cuando el Rey abdicó y la multitud salió a la calle con la bandera republicana. ¿Lo hemos olvidado? Ese día diputados y secretarios generales hicieron dimisión de su responsabilidad. Esas traiciones trajeron estos lodos. Algunos dijimos esto: Referendum y Abdicación: «Les pasaremos por encima» / Al Servicio de la República/ Pedro A. García Bilbao
Pero hoy tenemos nuestro propio frente:
¿Marco de entendimiento o Frente Popular? Contra el ciudadanismo, la posición republicana
[Al Servicio de la República ASR] El procedimiento acordado en #Madrid resumido en el llamado marco de entendimiento firmado entre #Podemos y #Ganemos está lleno de prejuicios antipartidos y antipolítica, es complejo, alambicado y lleno de palabrería, implica la disolución de cualquier fuerza política organizada que acepte ese formato. Derrotar a la derecha y #GanarMadrid es un intención loable y un objetivo imprescindible. Lograr ese objetivo sería siempre una buena noticia, pero es preciso ser lúcidos sobre los peligros y las implicaciones de lo que está pasando. En 1982 era vital un cambio y una ola de ilusión logró 202 diputados para el PSOE; ya vimos lo ocurrido después y a donde nos ha llevado. El llamado marco de entendimiento se construye con un modelo organizativo que responde a lógicas muy dudosas, es preciso tenerlo claro. Sobre todo porque hay otros modelos de articular alianzas que, curiosamente, rechazan el aparato de IU y los núcleos ciudadanistas que promueven las nuevas «alianzas»; el Frente Popular, por ejemplo, no es solamente una alianza de partidos con un programa conjunto, sino que es una forma de articular una coordinación política y electoral. Quienes escogen modelos organizativos salidos de las factorías de ideas de la Fundación Soros y destierran nuestra tradición política saben porqué lo hacen.
Que IU PCE acepten esas formas de estructurar alianzas electorales ciudadanistas demuestra en primer lugar que han perdido la iniciativa política y que han abandonado la lucha por lograr cualquier atisbo de hegemonía ideológica como fuerza de izquierda. Las apelaciones a Gramsci de los que buscan un lugar al sol de Podemos/Ganemos dan vergüenza ajena. Confiemos en que se imponga la cordura. El Tte. Coronel Barceló no esperó instrucciones, hizo lo que tenía que hacer. Quiñones igual.
La única salida es, efectivamente, convocar un Frente amplio, con la estructura propia de un frente popular y salir de este estado de postración y derrota ideológica en la que se encuentra la izquierda parlamentaria. Esto es desgraciadamente muy poco probable dada la situación de —por ejemplo IU—, caracterizada por la derrota ideológica de su modelo y su incapacidad para reconocerlo. José Díaz hubiera sabido como actuar, pero el modelo de memoria histórica del PCE post-carrillo desgraciadamente no incluye aprender estrategia de los éxitos del pasado, ni enseñanzas de las derrotas.
Respecto de la República, IU comparte con Podemos y Ganemos el que los debates relacionados con ella y su papel en la derrota del actual régimen les resultan irrelevantes. ¿Hay alguna referencia a la República y la lucha contra la impunidad como claves para derrotar este régimen y poder comprender su naturaleza? En los procesos de diálogo y unidad no existe ni el menor atisbo de ello, salvo el significante vacío de «proceso constituyente» que tiene más que ver con Fukuyama y George Soros que con Kelsen o Jiménez de Asúa. Si finalmente aceptan los acuerdos de «convergencia» que cuestionan la izquierda, los partidos, la memoria histórica, la república y dan por válido el discurso naranja ciudadanista con toda su palabrería vacía (empoderamiento, ciudadanismo, gente, proceso constituyente, arriba, abajo, derecho a decidir), IU se habrá suicidado políticamente, habrá entregado a cuantos creyeron encontrar en esta fuerza un frente de lucha valido y con ello habrá dejado el campo libre a fuerzas postmodernas, llenas de prejuicios anti-izquierda y que muy posiblemente se quebrarán ante el choque con la realidad.
El gran peligro a veces viene unido a la gran esperanza. La esperanza de derrotar electoralmente al PP o al PSOE y lograr un cambio de tercio político parece venir de ésta fuerza emergente, Podemos, tan rápida y entusiásticamente adoptada como actor imprescindible de las pantallas, medios de prensa y encuestas oficiales. El gran peligro viene de la forma de su especial apuesta que pasa por cuestionar la izquierda, despreciando cualquier capacidad de lograr mayorías respetando sus valores y señas de identidad.
El malestar ciudadano es de tal magnitud y la necesidad de una esperanza de cambio es tan enorme, que la visibilidad mediática unida a lo modulado de su discurso se está traduciendo en una conexión muy grande con el electorado potencial, nutriéndose de fragmentos muy distintos. En esta tesitura, las vacilaciones y las contradicciones internas están triturando a Izquierda Unida.
Si el ascenso de Podemos tritura a IU y luego, a su vez, su apuesta fracasa o resulta invalidada por el contacto con la realidad, ¿que puede pasar en el ámbito de la izquierda? Desolación organizativa y hundimiento moral del electorado de la izquierda. en un contexto de grave crisis política, con leyes de excepción policiales y un marco de «dictadura activable a voluntad» fruto de los pactos PPSOE, sería un escenario estremecedor perfectamente posible.
Podemos está combatiendo no solamente a las estructuras caducas de una cierta izquierda, de la que ellos mismos fueron parte de la casta burocrática como asesores de las direcciones, sino también los valores de la izquierda, a los que acusan de ser un lastre para la victoria; hay una linde muy tenue entre el tacticismo extremo y el cinismo político. En este contexto se puede decir que la aventura de Podemos es una apuesta arriesgada, una terapia peligrosa. Su núcleo dirigente está siguiendo un camino personal que pone en riesgo a todos si fracasan, eso se llama aventurerismo. Podemos puede acabar tirando al niño con el agua.
Resulta curioso que siendo la República un objetivo ciudadano, interclasista y democrático sea tildado de peligroso y apartado de escena, cuando precisamente el discurso que se pretende dice ser «democrático», «interclasista» y más allá de partidos y siglas; la cuestión radica en que la república en España implica algo más que una simple forma de estado, es ua propuesta que cuestiona el régimen actual sobre la base del respeto a la legitimidad republicana y el origen bastardo del actual sistema; un sistema basado en la impunidad del régimen franquista y la responsabilidad criminal de la oligarquía financiera y política dominante.
Afirmar lealtad a la República hoy es un acto revolucionario, y trazar una hoja de ruta para recuperarla exigiría tomarse en serio lo de cuestionar al régimen. La principal diferencia con SYRIZA está en que en Grecia, donde también hubo una guerra civil que se perdió, el fascismo golpista acabó siendo derrotado, el Rey cómplice expulsado, los dictadores juzgados y, pese a la supervivencia de complicidades, la República griega se siente como estado, orgullosa de su tradición de lucha antifascista. En España la impunidad continua, los republicanos siguen en las cunetas y tanto la República, el Laicismo y la Impunidad que persiste son temas que incluso fuerzas como Podemos tiene miedo a tratar y calla sobre ellas, demostrando que en eso es igual de cobarde y acomodaticia que los partidos del régimen.
Negar el papel de la República en la lucha actual es renunciar a señalar el núcleo del enemigo, es renunciar a la victoria. El ciudadanismo pretende ser «interclasista» y busca los apoyos de las personas sin adscripción ideológica pero insatisfechos por la situación y deseosos de un cambio; lo hace al precio de renunciar a valores y principios y esconder todo aquello que pueda dividir. Pero en la lucha política conseguir objetivos sin tener que escoger, sin comprometerse, sin arriesgarse a tomar partido, es algo que resulta imposible. Una fuerza política que desea construir una alternativa y soluciones debe saber quién es y qué desea proponer para lograr apoyos y ganar mayorías, pero supeditar el discurso y las contenidos a un fantasmagórico «lo que diga la gente», es una propuesta engañosa y vacía.
El objetivo republicano es perfectamente capaz de construir mayorías y conseguir hegemonía ideológica y social entre la población hoy, pero es preciso creer en él y estar dispuesto a arriesgarse. Este problema es sencillo de plantear: la comunicación política debe estar puesta al servicio de nuestros valores y principios, para lograr persuadir y sumar apoyos, pero si empleamos la comunicación bajo la tiranía de las encuestas y hasta renunciamos a nuestros valores e identidad para supeditarla a la técnica y las necesidades de comunicación, pues entonces estamos siguiendo un camino muy peligroso, el del cinismo.
Quien sólo desee ganar no permitirá que valores y principios se interpongan en su camino. Es necesario plantearse algunas preguntas. Parafraseando a Lenin, ¿Ganar, ganar para qué? ¿Para qué quiere usted ganar? es decir ¿qué desea usted hacer con su victoria?
La República es parte de la solución porque es un proyecto cuya realización exige la ruptura con la oligarquía. Eso que se ha dado en llamar la «casta« de partidos, es simplemente una fracción del problema. Es irrelevante que los carromeros, aguirres, rajoys o hernandos pierdan sus puestos si la estructura de poder a la que sirven ve su posición inalterada; siempre podrán nombrar o cooptar otros subalternos. Ni el Rey ni los banqueros son políticos. La república es un objetivo que en España exige para su consecución el fin de la impunidad del franquismo, verdadero punto débil de la estructura del régimen español.
No es Podemos la única fuerza que no plantea en serio la República. Cuando se pide la República y se apuesta por un referéndum ,sencillamente se está dando oxígeno al régimen actual —pues un referendum en nuestro ordenamiento es un esfuerzo inútil, todo el esfuerzo da como mucho para una ILP, y éstas tienen un recorrido muy limitado— y no se hace otra cosa que distraer a los que quieren un cambio. Los partidos con representación en las Cortes o los bien situados ante la opinión pública, podrían perfectamente denunciar y exigir la declaración de nulidad de los referéndum de sucesión franquistas. No lo hacen. Hay muchos caminos y tácticas a seguir que son posibles, pero no se estudian siquiera.
Lograr un frente electoral unido para derrotar a la derecha no puede hacerse al precio de aceptar que la República y lo que significa ésta quede fuera de la discusión, al de aceptar que partidos y sindicatos son algo a superar como formas políticas; eso no es una alianza para ganar, eso es concederle un triunfo al enemigo y ponernos a sus pies si ganamos.
IU puede suicidarse si acepta integrarse en una estructura pensada para «superar» las ideologías y los partidos. La única solución pasa por escapar al cepo de las contradicciones, realizar una limpieza interna hasta donde haga falta y convocar un Frente Popular donde puedan confluir todos los partidarios de resistir y que no han renunciado a vencer. Es posible. Hay caminos viables para lograrlo, pero ¿habrá voluntad? Por nuestra parte, los republicanos —dispersos, sin referentes políticos claros, pero con voluntad inquebrantable de resistencia— , podemos decir que no vamos a rendirnos. La lucha continua.
Es la hora de una gran alianza republicana.
Pedro A. García Bilbao
Al Servicio de la República (ASR)