Covid-19 · Actualidad · Internacional · República · Opinión · América Latina · Ciencia · Cultura · Derechos Humanos · Feminismo · Entrevistas


24M, día de elecciones. Por la unidad

Estamos en campaña. Mes de elecciones autonómicas y locales, preludio de las generales, que se celebrarán cuando a las cuentas de Rajoy le convengan. Los resultados de éstas será determinante para la fecha de aquellas. Mientras los titulares de los sondeos y las encuestas pronostican el fin del bipartidismo, otros aseguran que no está todo perdido. Lo cierto es que la aparición de nuevas formaciones políticas y agrupaciones, tienen a los políticos en vilo y a la ciudadanía indecisa.

La ciudadanía se muestra descreída e indecisa ante la falta de respuestas a las necesidades que padecemos. ¡Qué tiempos aquellos!, en los que la unidad hizo posible establecer un programa de unidad republicana socialista. Lo tengo dicho, el partido o coalición, que incluya en sus propuestas, medidas que nos lleven a la igualdad real y efectiva, la justicia social y la solidaridad, junto con el compromiso de dar los pasos necesarios para establecer la República en España, contará con mi apoyo. 

Hace unos años, unas elecciones municipales hicieron caer el régimen monárquico y posibilitaron la promulgación de la Segunda República. Recuerden: El 12 de abril de 1931, hace ahora 84 años, se celebraron en España elecciones municipales, con el objetivo de consolidar el sistema y conseguir mayor apoyo popular, pero resultaron ser la perdición «real». La monarquía era un símbolo de decadencia, y republicanos y socialistas, decidieron convertir las elecciones municipales, en un plebiscito. Todo comenzó en 1930, con el «El Pacto de San Sebastián», por el que se acordaba poner fin a la Monarquía representada por Alfonso XIII y proclamar la Segunda República, que sucedió el 14 de abril.

Las elecciones de abril, suponían para la monarquía, volver a la normalidad de antes de la dictadura de Primo de Rivera. Para las fuerzas republicanas, significó una prueba de fuerza y las convirtieron en una consulta sobre la forma de Estado. Las candidaturas «republicano-socialistas» obtuvieron el triunfo en 41 de las 50 capitales de provincia. Los monárquicos ganaron en 9 capitales. De cualquier forma, los resultados fueron un mazazo para los monárquicos, que poco hicieron para evitar que Alfonso XIII perdiera el trono. Los partidos monárquicos habían sido derrotados en los núcleos urbanos, consiguiendo una victoria clara en las zonas rurales, pero fue insuficiente.

El diario ABC publicó la declaración del rey caído: «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Espero a conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación, suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España, reconociéndola así como única señora de sus destinos». Fue posible por la unidad de las fuerzas republicano-socialistas. Hoy no van las cosas por ahí. Los partidos de la izquierda, no están unidos, incluso están enfrentados; alguno ha eliminado de su ideario la noción republicana del Estado, alegando respetar el pacto, ahora fallido, del 78 o por puro pragmatismo. Los partidos republicanos, ni están de moda ni se les escucha; poca voz les ofrecen los grandes medios de información.

Vamos a entrar en la recta final de la campaña electoral, con pocas certezas y muchas (demasiadas) incertidumbres. La aparición con fuerza de Podemos y Ciudadanos, configurarán, con toda seguridad, otro mapa político e institucional distinto al actual. Los pactos y acuerdos postelectorales van a ser la norma decisiva. El Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de abril, que daba el pistoletazo de salida a la campaña, confirma la debacle para unos, el ascenso meteórico de otros y el mantenimiento sin demasiados sobresaltos para algunos.

Derrumbe del PP, recuperación del PSOE y fuerte irrupción de Podemos y Ciudadanos en parlamentos autonómicos y ayuntamientos. «Los resultados dan alas al PSOE y Ciudadanos, inquietan al PP y ponen plomo a Podemos, IU y UpyD». «El CIS sitúa al PSOE a solo un punto del PP». «24M: 'El día del cambio'». «El PP depende de Ciudadanos para mantener los Gobiernos en Madrid y Valencia». «El PSOE se acerca al PP, Podemos se desploma y Ciudadanos se dispara». «La campaña más incierta». «Podemos se aferra al 40% de indecisos tras la encuesta del CIS», son algunas de las interpretaciones interesadas en los titulares de la prensa. De los programas electorales, poco conocemos, si acaso las promesas de llevar a cabo, las promesas incumplidas de otros comicios. Rajoy dice: habré incumplido promesas electorales, pero «he cumplido con mi deber». El gobierno pone como ejemplo el fracaso de las encuestas en Reino Unido; hasta los encuestadores británicos, han quedado desconcertados. En fin.

Con la unidad de la izquierda, se ganaron las elecciones generales el 16 de febrero de 1936. El bloque de izquierdas —Frente Popular (FP) —, que luchaba contra las políticas reaccionarias llevadas a cabo durante el «bienio negro», se comprometía con un plan político que habría de desarrollarlo el gobierno salido de las urnas. Hoy, desde diferentes ámbitos, se ha propugnado la unidad, pero los intereses particulares de las formaciones y personales de las candidaturas, no lo han hecho posible.

Han pasado ochenta años, pero algunas circunstancias de entonces, siguen dándose hoy: Nos gobierna una derecha católica y reaccionaria, que sirve los intereses del capital. Con sus reformas han eliminado los principios del Estado del Bienestar y reducido los derechos de la clase trabajadora, eliminado derechos sociales y económicos y de la ciudadanía en general. Se han recortado prestaciones sociales, en especial a la población y colectivos más necesitado..El gobierno está utilizando el Código Penal para reprimir protestas y manifestaciones contra su política, propio de un estado totalitario. Que voy a decir yo que ustedes no sepan. Qué más tiene que suceder, para que los partidos de la izquierda política, digan ¡basta! Ha llegado la hora de decirlo.

El FP en 1936, aprobó un programa basado en la defensa de las reformas sociales emprendidas en el primer bienio, que estaban siendo paralizadas o eliminadas. El manifiesto proponía reformas políticas, con la finalidad de mejorar las condiciones de vida de la población y de las clases más desfavorecidas. Se apoyaba la educación laica, la creación de escuelas de enseñanza primaria, media y superior, restablecimiento de la legislación social, fijando salarios mínimos, que aseguraran a los trabajadores una existencia digna. Para superar la recesión económica que sufría España, la Hacienda y la banca debían estar al servicio de la reconstrucción nacional. Se llevaría a cabo una reforma fiscal sobre bases progresivas y para reactivar la economía, una política de inversión en obras públicas, con el objetivo principal de reducir el paro. Con estas medidas, alguna otra y la unidad, el FP de la coalición de izquierdas, ganó las elecciones. El golpe de estado del 18 de julio y la guerra civil, impidieron el desarrollo del programa de la coalición vencedora y la muerte de la democracia. En eso están.

Nos encontramos en una situación de emergencia social. La necesaria unidad no ha llegado a tiempo para estas elecciones del 24M. Podría intentarse con los acuerdos postelectorales, y tiene que darse para las generales. El frente político necesario, habría de comprometerse con derogar las leyes injustas impuestas por el PP en el gobierno. El dinero público debe estar gestionado por principios de decencia y transparencia, protegido contra la corrupción de las compatibilidades y las «puertas giratorias». El trabajo debe ser un pilar de un nuevo modelo social, en el que impere la justicia social y la solidaridad. Se han de blindar derechos sociales, la sanidad pública universal, gratuita y de calidad; la educación pública para todos y laica; las prestaciones a las personas dependientes, pensiones de jubilación y la vivienda como derechos fundamentales.

No es de extrañar que ahora, en 11 de las 13 CCAA que celebran elecciones, el porcentaje de personas que declaran que no tienen claro a quién votarán supere el 35% y en 4 de las 7 capitales en las que el CIS ha realizado sondeo se declaren indecisos: Vitoria (36,1%), Zaragoza (44%), Barcelona (47%) y Santiago (50,9%). Unas cifras que los expertos no vacilan en calificar de «históricas» y que dan buena cuenta de hasta qué punto están abiertos los resultados. Veremos como repercute esta situación en la participación, que podría ser de los más bajos. Son varias las razones para que se de esta situación: lejanía de la gente con la política, falta de serios compromisos de las candidaturas, por los incumplimientos sistemáticos de las promesas anteriores, porque se desconoce a los candidatos, porque hay quienes dudan si abandonar a los grandes partidos para apostar por los emergentes, porque la oferta electoral es más amplia, y por la desunión de quienes tendrían que haberse unido y se presentan disgregados.

Algo va estando claro: el PP representa a la derecha tradicional española, junto con Ciudadanos, que se presenta como más moderno pero con los mismos valores; su democracia termina con la campaña electoral. Por la izquierda, el PSOE, con incoherencias entre sus dichos y sus hechos, ha dejado parte de los postulados de su «Programa Máximo». Podemos no es tan de izquierdas como en un principio parecía, aunque Pablo Iglesias sigue apoyando la confluencia con la Izquierda Unida de Garzón, que se presenta como la «verdadera fuerza de izquierda preparada para derrotar a los gobiernos del PP», si bien, algo ha debido de hacer mal o no explicado bien, pues parece que no va a recibir el apoyo electoral suficiente. Con todo, sigue habiendo candidatos que, si ganan, pueden empezar a cambiar las cosas.

La falta de conciencia de clase, es aprovechada por la derecha, contra la clase trabajadora; en esa conciencia y en la unión, está la clave del ser de la izquierda. No parece que el panorama vaya a cambiar. Se necesita mucha esperanza para soportar tanta realidad, aunque todo puede suceder. Pese a todo hay que votar. La democracia es participación y no vamos a dejar que nos la arrebaten. Ya lo he dicho al principio: apoyaré al partido, fuerza o formación, que incluya propuestas contra la corrupción, así como medidas que nos lleven a la igualdad real y efectiva, la justicia social, la solidaridad y la República, porque ser coherente con el espíritu republicano, es hacer todo lo posible para establecerla en España; sino, no.

Víctor Arrogante
En Twitter @caval100

Publicar un comentario