Thomas Jefferson |
El sistema político republicano de los Estados Unidos diseñado en la Constitución de 1787 no supuso más que el comienzo de una ardua tarea para asentarlo, perfeccionarlo y, sobre todo, ponerlo en práctica. El régimen era presidencialista y no sólo por lo que estipulaba el texto constitucional sino por la propia voluntad de su primer presidente, George Washington. Esta opción pretendía crear un poder fuerte frente a las fuerzas menos centralistas, más disgregadoras. El presidente tenía grandes competencias constitucionales, especialmente a través del derecho al veto sobre leyes aprobadas en el Congreso, pero también es cierto que el poder legislativo norteamericano conservaba mucho poder porque la mayor parte de las políticas y las decisiones que habría que tomar necesitaban siempre la ratificación de las dos cámaras.
En Estados Unidos se produce uno de los capítulos más importantes de la historia de los sistemas políticos contemporáneos, el relacionado con el nacimiento de los partidos políticos, organizaciones que pretenden estructurar y coordinar posicionamientos ideológicos, intereses y aspiraciones comunes ante los poderes de la nación. Es cierto que ya había partidos en Inglaterra –whigs y tories- pero será al otro lado del Océano Atlántico donde se estructuren más claramente. Surgieron dos formaciones, el Partido Federal y el Partido Republicano. El Federal sufrirá una crisis muy temprana entre dos sectores, como tendremos ocasión de estudiar. Los republicanos, por su parte, eran defensores de la independencia de los Estados. A partir de los años veinte del siglo XIX pasaría a denominarse Partido Demócrata. Los inicios de los partidos están marcados, como vemos, por crisis y titubeos, y eso es fruto de que se trataría de organizaciones muy pragmáticas y no tanto teóricas. Así pues, se adaptan y cambian, por lo que no parece extraño que durante algún tiempo bajo una misma etiqueta política puedan cobijarse programas distintos y hasta contradictorios. Los primeros republicanos no tienen nada que ver con los republicanos de mediados del siglo XIX, por ejemplo.
En los momentos finales del siglo XVIII los federalistas eran centralistas y los republicanos anticentralistas. Pero esta diferencia crucial no es la única, también les separa la política económica a emprender después de los graves problemas que la guerra había provocado. Pero, además, el conflicto y las competencias o atribuciones de cada Estado habían generado un claro desbarajuste, como el de la existencia de distintas monedas, fenómeno que tendría mucho que ver con el vertiginoso aumento de la inflación, además del déficit por los gastos militares. Hamilton, a la sazón secretario del Tesoro, propuso medidas centralizadoras como la creación de un Banco nacional, y la consolidación de la deuda de los estados bajo la responsabilidad del gobierno federal. El secretario de Estado, Jefferson, en cambio, no es partidario de estas medidas.
Por otro lado, los federalistas estaban desunidos por cuestiones políticas. Los hamiltonianos, entre los que estaría el propio Washington, mantenían posiciones conservadoras, de control oligárquico del sistema político, frente a los moderados, con Adams a la cabeza, que conectaban con el campesinado. Aunque el Partido dominaría la escena política desde la independencia hasta 1800 estas tensiones económicas y políticas internas provocararían su declive y el triunfo de sus rivales.
En 1792, Jefferson había fundado el Partido Republicano. Frente a las posturas centralizadoras de los federalistas existía otra tendencia, muy pronunciada en los estados sureños, que defendía el poder de los mismos. Jefferson recogerá estas aspiraciones y conseguirá el apoyo de los pioneros del Oeste y los pequeños propietarios rurales frente a los grupos de poder económico del noroeste, que tenían en Hamilton uno de sus principales valedores. El Partido Republicano obtiene en 1800 no sólo estos apoyos citados sino también los de los moderados federalistas enfrentados a Hamilton. Jefferson es elegido presidente. Los republicanos se asentarán en el poder durante un largo período gracias, además, a la desunión entre los federalistas, como hemos tenido oportunidad de comprobar, pero, además porque los republicanos llegaron a incorporar a sus políticas parte del programa de los federalistas.
El país entra en una fase de clara expansión hacia el oeste, incorporándose nuevos estados, algo que se convierte en un nuevo factor que afecta a los partidos políticos, que deben tener en cuenta la nueva situación. En este sentido, Jackson remodela el Partido Republicano en un sentido democratizador, y lo transforma en el Partido Demócrata en 1829. El nuevo partido controlará la vida política norteamericana hasta 1860.
Por su parte, en 1856 se producen movimientos importantes en la Asamblea de Pittsburg y en la Convención Nacional de Filadelfia, donde nacerá el moderno Partido Republicano. Se trata de una formación que recoge las aspiraciones de distintos grupos pero que tienen en común tres principios: nacionalismo, antiesclavismo y prohibicionismo. Sus bases se encuentran entre los empresarios e industriales del noroeste y los antiguos federalistas seguidores de Hamilton. Accederán al poder supremo en 1861 con la victoria de Abraham Lincoln.
Eduardo Montagut
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