Tras la guerra de España llegó la interminable lista de atrocidades nazis en los campos de exterminio alemanes, donde con el consentimiento de Franco los condujeron después de la derrota. El mismo Franco dio vía libre a Hitler para que hiciese con los republicanos españoles lo que quisiese con ellos. Entre esos republicanos españoles estaba Alfonso Maeso y ésta es la historia de un sobreviviente al horror nazi.
Alfonso Maeso era tan solo un joven de 17 años cuando salió por la puerta de su casa para alistarse en el ejército del bando republicano para defender la democracia y la libertad frente a unos fascistas. Una vez terminada la guerra, ganada por los fascistas, a los vencidos no les quedó más remedio que exiliarse para salvar sus vidas ante las posibles represalias por parte de los vencedores, como así fue. Por el espionaje y las cartas escritas en clave que les enviaban de España sabían de las torturas y de los crímenes que se estaban cometiendo. Alfonso Maeso se refugió en Francia junto a miles de familias españolas que huyeron de su país que había caído en manos de los fascistas.
Luego de pasar por varios campos de refugiados franceses, los republicanos españoles fueron presionados por los franceses para que se alistasen en el ejército galo para luchar una vez más contra los nazis. Los mismos que hicieron la guerra en España se pusieron de nuevo a luchar al lado del pueblo francés para no volver a verse bajo el sistema fascista que querían implantarse en Europa, similar al que había ya instaurado Franco en España. Hasta que cayeron prisioneros en manos de los nazis en las playas de Dunkerque en 1940, cuando las tropas alemanas victoriosas tras la conquista de Bélgica cercaron su posición y fueron conducidos a los campos de exterminio, tras atravesar Bélgica, Holanda y Alemania.
Una vez en Mauthausen, los republicanos españoles fueron separados del resto de los prisioneros y alojados en unas barracas sometidas a fuerte vigilancia. Un día les comunicaron que debían salir porque había llegado una delegación española enviada por el ministro y cuñado de Franco, Serrano Súñer. Los componentes de esa delegación, auténticos verdugos, les comunicaron su nuevo destino que era la muerte en los campos de exterminio nazis.
Su primer destino en Mauthausen fue la construcción del edificio que acogía el crematorio y la cámara de gas. Entonces ignoraba que estaba ayudando a levantar dos de los símbolos universales del horror nazi. Alfonso sufrió torturas, vejaciones, hambre, incluso sirvió de cobaya para los experimentos de los nazis. Pero lo más triste para Alfonso fue ver morir a sus compañeros de inanición y de las palizas que le propinaban los nazis. De los diez mil españoles que ingresaron en Mauthausen solo sobrevivieron dos mil quinientos, produciéndose el grueso de las bajas en Gusen. Mauthausen era el campo principal, la sede central de su empresa exterminadora, la que garantizaba el funcionamiento de todo. Gusen formaba parte del entramado de subcampos que constituía Mauthausen, y fue una de las sedes escogidas por los nazis para descongestionarlos. Gusen fue el verdadero cementerio para los españoles, casi nadie salió con vida de allí.
La prioridad para salvar la vida era evitar ir a Gusen y la suerte era la principal aliada para eludir tal destino, como lo era también sobrevivir en Mauthausen. Si la suerte era esencial para la supervivencia en el campo, la prudencia era su mejor aliada. Con los años aprendieron a bajar la cabeza ante los nazis, no hablar en su presencia, realizar todo aquello que le obligaban como propinarle patadas a la cabeza de un compañero como si fuese un balón para divertir a los nazis y trabajar durante horas sin descanso y sin probar un bocado.
El 5 de mayo de 1945 fueron liberados por los americanos y se hicieron cargo de los republicanos españoles, puesto que seguían abandonados por los suyos. Luego lo hicieron los rusos para recoger a sus compatriotas prisioneros en Mauthaussen. Al mismo tiempo liberaron Gusen, aunque solo sobrevivió un puñado de españoles y al salir se fundieron todos ellos en un fraternal abrazo al verse libres y con vida.