Víctor Arrogante | Eco Republicano
La económica capitalista se mueve de manera cíclica, a golpe
de crisis, más o menos profunda, de forma habitual. En los últimos diez años,
hemos atravesado cuatro grandes crisis hasta llegar a la actual; el FMI cifra
en 122, las que se han producido desde la más famosa en 1929. Intentando
comprender sus causas y razones, entendemos que la crisis es consustancial con
el sistema capitalismo insaciable y por los errores políticos, avalados por la
teoría-ideológica, de quienes las gestionan.
La crisis económica es una «fase recesiva de un ciclo
intenso y rápido, caracterizada por un fuerte retroceso de la producción,
quiebra de empresas y sensible aumento del desempleo» (Jordi Sevilla). Es más
sencillo adivinar el movimiento de las estrellas, que lo que ocurrirá con el
mercado, venía a decir Isaac Newton. Los partidarios del «mercado» culpan a la
intervención del Estado, cuando lo que falla son los mecanismos del propio
mercado, demostrado, precisamente, por la aparición de las crisis.
Las últimas cuatro grandes crisis se han producido en muy
diferentes lugares del planeta y por distintas causas, pero con un hilo
conductor: la sobredimensión, que
provoca «burbujas». Los casos que vamos a sintetizar son: la llamada crisis de
los «dragones asiáticos», la bancarrota de Rusia, el «corralito argentino» y la
crisis de las empresas «puntocom». Ahora estamos inmersos en la del
«capitalismo de casino».
La crisis de los «dragones asiáticos», en palabras de Paul Krugman, se inicia
porque Japón vivía una burbuja en sus activos: «el terreno del Palacio Imperial
de Japón valía más que todo el Estado de California». Todo comenzó a
desbaratarse cuando el mercado bursátil japonés reventó, llevando a su poderosa
economía a una espiral, primero de crisis, y luego de recesión total,
arrastrando a sus vecinos: Singapur, Tailandia, Filipinas y Corea del Sur.
Estas economías, sujetas a un tipo de cambio estable, no pudieron eludir la
caída en el consumo de Japón y sucumbieron en una depresión profunda, que
obligó a una reestructuración de sus economías y a la intervención del Fondo
Monetario Internacional y del Banco Mundial, con sus políticas de
estabilización.
La crisis de 1998, produjo la quiebra financiera de Rusia. La
enorme deuda pública instigada por la crisis asiática, fue una de las causas.
La crisis se originó por los desajustes macroeconómicos de la balanza
comercial, cuenta corriente, fiscal y monetarios. La caída de los precios
mundiales de materias primas y la reducción de los ingresos por la venta del
petróleo, hizo desaparecer la liquidez. A todo esto hay que sumarle el proceso
de organización del Estado, tras el derrumbe de la URSS. Rusia no pudo cubrir
la brecha fiscal y la balanza de pagos, dejó de pagar sus deudas y se declaró
en suspensión de pagos el 17 agosto.
En diciembre de 2001, Argentina instauró el «corralito», que venía a restringir
la retirada de depósitos bancarios, transferencias al exterior y pagos
realizados fuera de Argentina con tarjetas de crédito. A finales de los 90, la
situación económica mostraba un elevadísimo déficit fiscal. La política de
estabilización monetaria que se implantó, con la degradación de la moneda,
provocaron el empobrecimiento de miles de personas, lo que generó en conflicto
social y la caída del primer Gobierno democrático desde la dictadura. Con un
elevado endeudamiento, se paralizó el comercio y el crédito, la economía perdió
competitividad, se rompieron las cadenas de pago y llegó la asfixia económica.
Con la retirada masiva de dinero de los bancos, se provocó el colapso del
sistema bancario y con todo, el default
o la suspensión de pagos.
La crisis de las empresas «puntocom» en 1999, comenzó tras el
colapso generalizado y la desvaloración económica de ciertas compañías que
operaban en Internet, por la desconfianza generalizada en los mercados de
valores, después de una rápida valorización en Bolsa. La especulación, la gran
disponibilidad de capital de riesgo, junto con la ausencia de un plan de
negocios claro, generó el colapso múltiple: se pinchó la burbuja. En menos de tres años, el índice Nasdaq de New York,
perdió un 70% de su valor. Se estima que desde el año 2000 al 2003
desaparecieron casi cinco mil compañías de Internet, por quiebra o fusión.
En España la crisis de las «puntocom» tardó más en llegar,
pero lo hizo con efectos ruinosos. El ejemplo que simboliza el auge y caída de
las «puntocom» en España es Terra, que cerró el círculo de la burbuja en julio
de 2005. Con revalorizaciones de hasta el 1.000%, las tecnológicas, empujaron
hasta sus máximos históricos a todos los índices de cotización, hasta que la
burbuja explotó, y la gran mayoría de los valores puntocom se derrumbaron, con caídas superiores al 60%, 70% e
incluso el 90%.
La crisis que nos aqueja en España, comienza a finales de 2006,
con los problemas de las entidades financieras estadounidenses, que habían
popularizado las hipotecas subprime,
concedidas a personas con pocos recursos. Estas hipotecas fueron vendidas, como
productos derivados, a otras entidades en todo el mundo, contaminando al
sistema internacional. La crisis global se origina en Wall Street, por los
fallos del mercado desregulado; y la quiebra de Lehman Brothers en 2008 (nuestro ministro de Guindos es la cara de la caída de lacompañía en España), transforma la crisis de liquidez, en crisis de
solvencia del sistema financiero. Pese a las inyecciones de liquidez de bancos
centrales y gobiernos, los créditos no llegan ni a familias ni a empresas. Los
bancos utilizan esos fondos para hacer frente a una morosidad creciente.
Interesa más la especulación financiera, que la inversión productiva. Con ello
aparece otra fase de la crisis: la de la economía real, con el resultado de
miles de empresas cerradas y 50 millones de personas más desempleadas en todo
el mundo.
Como el objetivo del sistema capitalista es ganar dinero,
fabrica y vende cuanto más mejor y con ello, la capacidad de producir, crece
más que la posibilidad de consumir. Aquí es cuando entra el sistema financiero,
que está en todo, concediendo créditos al consumo, provocando el endeudamiento
del sector privado (familias y empresas), que al crece desproporcionadamente,
hace que algunos precios suban; como el de la vivienda que resulta inflado,
creando la «burbuja inmobiliaria especulativa». Cuando la distancia entre la
capacidad de compra y capacidad de pago aumenta, el riesgo de impago sobrepasa
los límites y estalla la burbuja. Otra crisis está servida. Ahora nos dicen que
ya estamos saliendo de ella, cuando la realidad es bien distinta: las
relaciones laborales deterioradas y un retroceso en materia de derechos y
conquistas sociales.
A mediados de 2017, el Banco
Popular, al borde de la quiebra, por la exposición a los activos tóxicos
inmobiliarios, se convierte en el primer banco expropiado por la Unión Europea
por motivos de interés general. Horas después, es comprado al precio de un euro
por el Banco Santander. El 7 de septiembre, el Banco de España da por perdido el
75% del rescate bancario. Se da la paradoja de que la banca se consolida como el sector productivo que más puestosde trabajo destruye. Este año, con los ERE de Evo Banco, Santander-Popular y
el de Bankia-Mare Nostrum, lleva camino de batir sus marcas propias. Entre
enero y noviembre fueron despedidos 2.487 empleados.
Gran parte de la ciudadanía no ha tenido otra opción que la de
apretarse el cinturón. El gasto medio que una familia destinaba a ocio y
cultura, restaurantes y hoteles, se ha reducido hasta un 29%. Y lo peor es que
esto no ha terminado. El Gobierno no se enfrenta al grave problema de las
pensiones y los gastos de la Seguridad Social, que costean además desempleo y
sanidad. En
enero de 2018, la Seguridad Social destinó la cifra récord de 8.904,9 millones
al pago de las pensiones contributivas, 3% más que en el mismo mes de 2017.
Rajoy ha vaciado el 90% la «hucha». En el año 2011 el fondo
ascendía a 66.815 millones y a finales de 2017 el saldo ha caído a los l8.095. «La revalorización de un 0,25% es "una mierda"», declaraba
Pepe Álvarez, secretario general de UGT: «Si no tenemos un sistema público de
pensiones potente, condenaremos a nuestros ciudadanos a la pobreza». Laindignación crece al ritmo que el Gobierno fomenta las pensiones privadas yrecorta las públicas, mientras que las personas pensionistas más
vulnerables están pagando la crisis que no les corresponde.
La precariedad no es sólo laboral sino que se ha convertido enun nuevo modelo de vida impuesto. La precariedad impide el acceso a una
vivienda digna, a una sanidad, educación y a unos servicios públicos de calidad;
priva de la cultura, del deporte y el ocio, y atentan contra el medio ambiente
y el patrimonio natural. La precariedad afecta a todas las esferas de la vida. El
gobierno de Rajoy, que gestiona el sistema capitalista, fiel a su ideología,
con la excusa de la crisis, desmantela el «Estado social». En España, tras
negarse la existencia de la crisis, las soluciones se abordaron tarde y mal, al
dictado del neoliberalismo económico. Pese a la austeridad, no se ha reducido
el déficit público. La deuda del conjunto de las administraciones públicas aumentóen diciembre en 5.879 millones, hasta terminar 2017 en 1.144.629 millones deeuros, lo que equivale al 98,08% del PIB. Según datos del Banco de España,
la deuda ha vuelto a batir el récord tras crecer un 0,51% con respecto a
noviembre y un 3,38% frente a diciembre de 2016.
Las consecuencias de la crisis y las políticas de recortes y
de austeridad la estamos pagando los que siempre pagamos todo; nos quitan
derechos y los sustituyen por incertidumbre y miedo. En este tiempo ha
aumentado la pobreza, ha subido la deuda pública y las prestaciones sociales han
mermado.
Moraleja: el egoísmo de unos por insaciable, perjudica la
salud de otros por subsistencia. Los poderosos desmantelan el bienestar y se lo
estamos permitiendo.
Víctor Arrogante
En Twitter @caval100
Este artículo (ahora actualizado) fue publicado en la
anterior etapa de DiarioProgresista
el 6 de mayo de 2013 y en el libro Reflexiones Republicanas