Víctor Arrogante | Eco Republicano
Decíamos en el anterior artículo de esta serie, que las teorías y las relaciones
en la economía mucho han cambiado, pero que en el fondo está todo inventado.
Los pensadores filósofos economistas que hoy siguen marcando tendencia son:
Adam Smith (S.XVIII), Karl Marx (S.XIX) y John Maynard Keynes (comienzos del
S.XX). Sus teorías siguen vivas, las opiniones enfrentadas y su aplicación
motivo de discrepancia. Vivimos el ataque del «capitalismo de casino», contra
quienes solo tenemos nuestra fuerza de trabajo.
La principal obra de Adam Smith fue «La riqueza de las
naciones» (1776), donde analizaba el feudalismo y defendía la necesidad de un
crecimiento económico, en los albores de la revolución industrial burguesa.
Según su teoría de laissez faire −defendida hoy por el liberalismo
fundamentalista−, la clave del bienestar social está en el «crecimiento», que
se potencia a través de la «división del trabajo» y la «libre competencia»;
siendo «la mano invisible» la que corrige las contradicciones del «mercado».
Aunque no la veamos, mano invisible hay, sabemos quienes las mueven y los
gobiernos nacionales a su servicio.
Para Adam Smith la «división del trabajo» es la principal
fuente de crecimiento y desarrollo de un país. Pone el ejemplo de una fábrica de
alfileres, para explicar que si cada trabajador se especializa en una parte del
proceso de fabricación, se consigue una producción mayor y con ello el
crecimiento. Defendía, que gracias al egoísmo de los particulares (conseguir el
máximo beneficio), se logra el bienestar general. Muchos siguen defendiendo ese
postulado; pero la realidad es otra: el sistema permite el máximo beneficio y
acumulación de capital, sin prestar atención a las necesidades básicas de «sus
semejantes».
Después del hundimiento de los países llamados comunistas y
de su «economía planificada», hay que seguir teniendo en cuenta los análisis y
teorías de Karl Marx. La escuela económica marxista abarca una teoría
económica, otra sociológica, un método filosófico y una visión revolucionaria
de cambio social. Marx dice que en el «sistema capitalista», la riqueza es la
que determina la posición social y el poder (contrario a como ocurría en el
feudalismo). Esto supone que la acumulación de capital de unos, responde a la
explotación de otros y a su pauperización o empobrecimiento. La estructura
social económica, se convierte en el corazón del entramado social; el Estado es
el garante de la propiedad privada de los medios de producción y ésta motor del
crecimiento, provocando necesariamente desigualdades sociales.
Para Marx, el capitalismo se sustenta en la existencia de
dos clases cuyos intereses son contradictorios: una es dueña de los medios de
producción, los burgueses; y la otra únicamente de su fuerza de trabajo, los
proletarios. Burguesía y proletariado enfrentados en una «lucha de clases».
Según Marx, el conflicto no es nuevo; en la historia siempre han existido
enfrentamientos: esclavos contra hombres libres, siervos contra señores; grupos
antagónicos con intereses contrapuestos, donde las relaciones económicas están
basadas en la explotación.
En mi opinión, el nuevo capitalismo se sustenta del
beneficio que generan diferentes fuentes: Con la especulación financiera −huyendo
de las empresas productivas y la deslocalización−, pagan los trabajadores,
explotación y eliminando de derechos; con los rescates y las quitas −preferentes,
corralitos y demás−, pagan los clientes de los bancos; con la exigencia a los
gobiernos de recortes en gastos sociales y servicios públicos, paga la
ciudadanía en general. Trabajadores, clientes y ciudadanía, que son los mismos,
tríplemente explotados.
En «El Capital» (primer volumen publicado en 1867) Marx
también desarrolla, la teoría del «valor-trabajo». El valor de una mercancía es
el tiempo de trabajo empleado en ella; y el proletariado quien realiza esta
función. Proletarios: «individuos que venden su mano de obra y no poseen los
medios de producción», crean la riqueza de una sociedad, fabricando los bienes
(maquinaria, carreteras, mobiliario, entre otros) y posibilitan los servicios y
manufacturas. Burguesía: pequeños propietarios, terratenientes o comerciantes,
que «poseen los medios de producción», ostentan el capital acumulado y emplean
al proletariado; no pagan a los trabajadores el valor total de las mercancías
que producen, acaparando la diferencia, consiguiendo la «plusvalía de
explotación o beneficio». El planteamiento sigue siendo impecablemente válido.
Otro factor importante en la obra de Marx es la «división
del trabajo». Para los clásicos era la fuente de riqueza de una nación, para
Marx es un factor de «alienación» o pérdida de la identidad de la clase
trabajadora, que convertido en especialista en cierta materia, no sabe hacer
otra cosa. Si una máquina reemplaza esa tarea o desaparece la necesidad de
fabricación, el obrero pasa a ser una «mercancía de desecho». Para Marx, el
sistema tiene contradicciones inherentes, ciclos y crisis, que supondrán su
propio fin. No tuvo en cuenta Marx la capacidad camaleónica de los
capitalistas, para adaptarse a las situaciones que se le presentan. La crisis
actual es una muestra de que siguen en ello.
Un enorme desempleo azotó a los años treinta del pasado
siglo. La economía clásica planteaba que, tratándose de una cuestión puntual,
se ajustaría automáticamente, bajando los salarios. Y aparece John Maynard
Keynes, discrepando de los clásicos: «el equilibrio de la economía, no puede
ser a costa de un alto nivel de desempleo». La teoría «keynesiana», fue la
respuesta dada a la «Gran Depresión» de 1929. Su obra «Teoría general del
empleo, el interés y el dinero» (1936) dice que en momentos de crisis, con el
paro creciendo e incertidumbres sobre el futuro, con menos ingresos, los
particulares ahorran por temor y precaución; y al no correr el dinero, se
agudiza el ciclo bajista. Por esta razón, en momentos de depresión económica,
hace falta que el Estado intervenga con la «Política Fiscal» para «desatascar»
la economía.
En un informe del Banco de España, que analiza la evolución
de la economía española subrayaba, que la escasa capacidad de ahorro de las
familias en un contexto de caída de la renta disponible, el elevado
endeudamiento y un panorama laboral incierto, deja poco margen para la
recuperación del consumo a corto plazo y por consiguiente del empleo. De libro.
Las familias no consumen, no se vende, ni se fabrica, por lo que se destruye el
empleo. Pues pese a todo, contra la depresión económica, más austeridad.
Tres visiones, complementarias algunas, en tres épocas
distintas, que ayudan a entender los problemas de funcionamiento del modelo
económico que hoy impera: «el capitalismo». Otros definen como «economía libre
de mercado». Parece que, pese a todo, algunos nos quieren llevar a las
postrimerías del Siglo XVIII. Ocurre, como dice Antonio Miguel Carmona, que la «politización
de la economía, convierte a la disciplina en un toma y daca donde, no se sabe
bien por qué, la izquierda acaba siendo keynesiana y la derecha neoclásica».
Me está costando más de dos semanas entender los mecanismos
de la economía, pero he sacado algunas conclusiones: En política económica los
errores se pagan; no es lo mismo hacer una cosa que la contraria; la economía
no es sólo cosa de economistas. Las diferentes teorías economicistas están
avaladas por ideologías; la aplicación de una u otra viene a beneficiar a la
clase capitalista o a la clase media y trabajadora. Los depositarios de las
ideologías son los partidos y con ellos los gobiernos; cuando se dice que todos
los gobiernos son iguales y hacen lo mismo, hay que decir a continuación: que
si hacen lo mismo, es porque tienen igual ideología. No es cierto que los
gobiernos que representan a la izquierda ideológica, hagan lo mismo que los de
la derecha; ni todos son iguales ni todos hacen lo mismo. La realidad es que seguimos
en crisis y la padecemos los mismos de siempre.
Nota final sobre la realidad. La economía no va bien. Según
el Barómetro del CIS, el 53,5% considera que la situación
económica es «mala o muy mala», el 51,6% considera que está igual que hace un
año y sin esperanzas. Además, para el 65,8%, el paro es el principal problema
que sufrimos. Mariano Rajoy anuncia que el Gobierno elevará la previsión de
crecimiento para este año hasta el 2,5%. Los indicadores apuntan a una leve
moderación de la actividad, como resultado del impacto negativo derivado de la
situación política en Catalunya, que impide aprobar un instrumento básico de
política económica como son los Presupuestos Generales del Estado. Bruselas
eleva la previsión de crecimiento al 2,6%, aunque algunos organismos vislumbran un fuerte recorte del crecimiento
que se podría llevar por delante hasta 30.000 millones del PIB en dos años.
La EPA correspondiente al cuarto trimestre de 2017 dice que el
número de ocupados disminuye en 50.900 personas, hasta los 18.998.400 ocupados.
Las personas paradas son 3.766.700, la tasa de paro se sitúa en el 16,55% y la
de actividad 55.8%. Los hogares con todos los miembros en paro ascienden a más
de un millón doscientos mil. La tasa de paro entre los menores de 25 años ha aumentado un
1,49% desde el trimestre anterior y se sitúa en un 37,46%, mientras que la
cifra los menores de 35 años se eleva a 1.438.100. En Enero se registraron 1.749.911 contratos, de los que el
90.12% eran temporales. La cobertura del sistema de protección es del 58,6% y el
número de beneficiarios cae un 4,5%; lo que significa que más de 4 personas de
cada 10 no reciben ninguna prestación. El índice de precariedad elaborado por Eurostat señala que el 56,8%
del empleo creado en España es precario frente al 22% en el conjunto de la
Unión Europea. Un 32% de los asalariados cobran el salario mínimo (735,9 euros
en 2018), lo que muestra la realidad que existe: hay precariedad, temporalidad y
abuso empresarial.
España tiene una de las tasas más altas de pobreza infantil de
la UE y es el tercer país, por detrás de Rumanía y Grecia, tanto en pobreza
relativa como «anclada». Casi el 40%
de la población infantil vive por debajo del umbral de la pobreza, en
hogares con familias numerosas o monoparentales y en situación de desempleo o
empleo precario, con ingresos inferiores al 60% de la media nacional. Unicef, denuncia
la «escasa protección a la infancia» y los recortes de 11.500 millones de
ayudas entre 2009 y 2015.
4,5 millones de españoles no pueden calentar su hogar
porque la factura de la calefacción y agua caliente se ha encarecido un 70% en
diez años. Pero Rajoy dice que hay que ahorrar para tener pensión privada o
pagar estudios a los hijos; no asume su fracaso. Con una frase anuncia las
intenciones del Partido Popular: cargarse los derechos fundamentales, atacando todavía
más al Estado social. No más precarios.
Víctor Arrogante
En Twitter @caval100
Este artículo (ahora actualizado) fue publicado en la
anterior etapa de DiarioProgresista
el 29 de abril de 2013 y en el libro Reflexiones Republicanas
Artículos relacionados: