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Recordando a José María Coronas, militante incansable

José María Coronas
Juanjo Picó | Unidad Cívica por la República

José María Coronas nos ha dejado. Sirvan estos algunos recuerdos personales de mi vivencia de amistad y camaradería como homenaje a un militante de roble.

Larga es la lista de organizaciones y actividades en donde José María se dejaba la piel día a día, solidario e infatigable al desaliento. Merece la pena recordarlo como miembro fundador de Unidad Cívica por la República-UCR así como otras plataformas republicanas, del programa de radio La Hora de la República, del Ateneo Republicano de Vallekas. En la Coordinadora de Memoria Democrática de Madrid, en la Plataforma contra Impunidad del Franquismo. Como militante de siempre del PCE, IU y CC.OO. En la Asociación de Vecinos de Vallekas. Socio y colaborador en cantidad de organizaciones sociales y ONGs. También en instituciones como el Ateneo de Madrid y otras más. Estaba metido en todas partes, involucrado en todo aquello que pudiera servir como palanca para un cambio de sociedad hacia otra más justa y democrática, socialista y republicana. 







Trabajando siempre con un espíritu unitario a tope, nada sectario a pesar de las discrepancias. La unidad de acción era un faro que le animaba por encima de todo. En lo personal, persona sencilla, noble y leal. Generoso. Amigo de sus amigos. Cumplidor de los compromisos.

De los retazos personales que viví de cerca en su actividad militante quisiera pararme a compatir algunas facetas que se hacían notar, no sin cierto componente simpático, comentadas con cariño.

Lo suyo no iba de elaborar sesudos escritos. Con las lecturas siempre iba también acelerado y retrasado ya que su interés por querer asimilar todo lo que caía en sus manos solo le daba margen para leer “en diagonal”, como decía.

Hablar sin parar también iba de suyo a pesar de esa voz esforzada por esa laringe sometida a no sé cuántas operaciones y revisiones, que las superaba, aunque dejándolo con un hilo de voz que no por ello le impedía seguir como si tal cosa, sin descanso.

Sus notas para las reuniones eran un manojo de trazos que parecían que se fugaran del papel. Apuntes rápidos, deslavazados e indescifrables que precisaban traducción, aunque todo lo llevaba anotado. Escritas con prisa, como si le faltara tiempo y quisiera que este no corriera, como para así dar más posibilidad al actuar.

En nuestras reuniones, con discusiones amistosas no exentas de algunos acaloramientos -ya que su torrente incontinente lo acaparaba todo- le decía que se parecía como un “movimiento browniano”, ese de la química (él era químico y entendía lo que le decía; y se reía), ese por el cual las moléculas de un fluido se agitan y mueven de forma veloz y aleatoriamente desordenada cuando están sometidas a una acción externa.

Mucho de eso tenía su activismo, reaccionando raudo frente a cualquier injusticia, cualquier lucha por la libertad, cualquier reivindicación de derechos. Dinamizaba y agitaba, inventando iniciativas, sin parar, en su entorno y en las organizaciones donde militaba, siempre para la acción. También buscando momentos para la reflexión. Siempre la reclamaba, aunque la dinámica no diera a veces oportunidad serena para una voluntad tan vitalista sin por ello perder la brújula, que la tenía bien orientada.



Activista social incansable. En cualquier convocatoria allí estaba, con su inseparable bolsa de plástico llena de panfletos, convocatorias, bonos de ayuda solidaria, artículos de prensa, de la web, periódicos subrayados. También Mundo Obrero. Así de sencillo. ¡La cantidad de tinta de impresora y en fotocopias que se habrá gastado!

Por no hablar del chorro de correos electrónicos que cada día mandaba a sus distintas listas de distribución, rebotando todos los que le llegaban de cualquier tema relacionado con su militancia. En tu bandeja de entrada raro es que no te encontraras sus múltiples correos diarios; peor aun cuando figurabas en varias de sus listas. Le decías que filtrara, pero no te hacía caso. No podía perder el tiempo en esa molestia colateral.

Material para repartir a quien se le pusiera por delante, para informar, para hacer pensar. Para que nadie por desconocimiento faltara a la siguiente convocatoria. Y así, siempre. Y en paralelo, participando en las reuniones de las organizaciones en las que militaba, donde era cumplidor y no faltaba a sus citas, para debatir, organizar, salir a la calle.

Últimamente tuvo que limitar su actividad militante para poder atender a la salud de su compañera. Los demonios le comían las entretelas por no poder hacer todo lo que le bullía por dentro, lo que creía necesario para movilizar, para cambiar esta sociedad, pero había tomado la opción de dedicación que correspondía. Pese a ello aun encontraba de vez en cuando hueco para una llamada de teléfono, algún correo (se echaron en falta sus envíos), unos vinos para platicar, o alguna escapadita ciudadana para estar en la calle, en el activismo, siquiera fuera con tiempo tasado por sus nuevas obligaciones.

Lo dicho, su dedicación ha sido la de un consecuente e incansable militante. Ir a cualquier evento ciudadano era saber cierto que allí te lo ibas a encontrar. El día 5, en el acto del cementerio civil por el aniversario del fusilamiento de las 13 Rosas, su ausencia fue comentada, no estaba allí como siempre. Pero esta vez, no por ninguna otra razón sino porque ya se había encontrado con su propio destino. Fatal coincidencia.

Desde aquí mi sentido abrazo con cariño. A un amigo, a un camarada, a un militante de roble.

Juanjo Picó, amigo y camarada



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