Eduardo Montagut | Eco Republicano
El Partido Conservador español comenzó a formarse en el Sexenio Democrático. Aglutinó a gran parte de los miembros del Partido Moderado del reinado de Isabel II, así como a puritanos y políticos conservadores de la Unión Liberal. En el proceso de creación y consolidación del Partido Conservador tendría un protagonismo indiscutible la figura de Antonio Cánovas del Castillo.
En las Cortes Constituyentes de 1869, el Partido Conservador, aún muy reducido, se mantuvo expectante ante la nueva situación política, aunque ya se presentó como defensor de la causa alfonsina. Este claro retraimiento terminó por decantarse hacia una oposición cerrada al nuevo sistema político desde 1871. En tiempos de la I República Cánovas obtuvo la jefatura del grupo político y consiguió, no sin grandes esfuerzos, la abdicación de la reina Isabel II, exiliada en Francia.
Tras la caída de la República y la disolución de las Cortes el 4 de enero de 1874, Cánovas rechazó el ofrecimiento del general Pavía para participar en un nuevo gobierno. En este momento se produjo un debate interno en el grupo entre los defensores de la participación parlamentaria con Cánovas a la cabeza y los militares partidarios de un pronunciamiento militar. Cánovas se dedicó en esos tiempos a una intensísima campaña de propaganda y estableció importantes contactos políticos con la jerarquía eclesiástica y otros sectores sociales afines a los planteamientos moderados o conservadores. También se produjo la integración en la formación de elementos católicos no carlistas, que hasta entonces se habían mantenido al margen. Posteriormente, otros sectores católicos más o menos integrados en la órbita carlista se acercarían al conservadurismo de la mano de Alejandro Pidal.
Al final, el restablecimiento de la Monarquía a fines de 1875 en la figura de Alfonso XII fue obra del pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto, para disgusto de Cánovas, partidario, como hemos visto, de una vía no militar hacia la Restauración monárquica. En todo caso, Cánovas se hizo con el poder y se dedicó a diseñar el nuevo sistema político. De los diez años de reinado de Alfonso XII, ocho fueron bajo gobiernos conservadores. El nuevo sistema se basaba, en cuestión de partidos, en el turno pacífico y pactado de dos grandes formaciones políticas, el Partido Conservador con Cánovas a la cabeza, y el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta. A la muerte del monarca, en los primeros años de la Regencia de María Cristina el poder pasó a los liberales. Los conservadores lo recuperaron en 1891. En estos momentos, la formación conservadora comenzó a tener problemas internos, siendo Francisco Silvela uno de los protagonistas de los mismos. En noviembre dimitió y se mantuvo al margen hasta 1897 cuando decidió liderar al grupo de conservadores disidentes.
El asesinato de Cánovas en marzo de 1897 provocó un intenso proceso de reorganización del partido, que se cerró a principios de 1899, cuando Francisco Silvela fue promovido a la jefatura del mismo. Silvela planteó un programa político basado en intentar acabar con el caciquismo y en medidas favorables al fomento económico, en consonancia con ciertas premisas del regeneracionismo. Silvela defendió, también, el respeto a las relaciones con la Santa Sede y la asunción de una serie de reformas administrativas en el ámbito territorial.
En diciembre de 1902, Alfonso XIII accedió al ejercicio directo de su responsabilidad como monarca y el gobierno de Sagasta fue sustituido por un gobierno presidido por Silvela. Este gobierno sufrió hasta cuatro crisis en año y medio, hasta que en 1905 se pensó que la única forma de mantener el poder por parte de los conservadores era confiar la responsabilidad a Antonio Maura. Este político mallorquín sería la gran figura conservadora de la época. Gobernó hasta 1909 asentado en una amplia mayoría parlamentaria, pero las consecuencias de la Semana Trágica, la intromisión real y la beligerancia de la oposición le derribaron del poder. Se inició una época liberal con Segismundo Moret y Canalejas, como grandes protagonistas.
En 1912, tras el asesinato de Canalejas y ante la no designación de Maura como sustituto, éste decidió dimitir como jefe de los conservadores. Este hecho provocó una profunda crisis en el seno del Partido Conservador. Se establecieron dos grandes opciones. Una de ellas estaría representada por Eduardo Dato y sus seguidores, los conocidos como los idóneos, y la que seguía a Antonio Maura. En realidad, esta división no era debida a cuestiones ideológicas o programáticas, aunque los mauristas estarían escorados hacia posturas más conservadoras que los idóneos, como se estableció en la asamblea maurista de 1919. Esta reunión es importante en la historia de los partidos españoles porque supuso la transición del modelo de partido dinástico decimonónico a uno casi moderno al plantearse una organización interna jerarquizada. Además, en esta asamblea se defendió la ley de régimen local diseñada por Maura como solución a la cuestión regionalista.
El 7 de diciembre de 1922 se formó el último gobierno de la Restauración, pero sin participación conservadora. Con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera tanto el Partido conservador como el liberal terminaron por desaparecer. La Restauración había concluido a pesar de los intentos de resucitarla, en cierta medida, en 1930.
Eduardo Montagut Contreras, Doctor en Historia Moderna y Contemporánea (UAM)
Fuente: revista.lamardeonuba.es