A partir de 1972 el régimen de Franco daba sus últimos coletazos, iniciándose una encarnizada lucha ideológica y de poder dentro del PSOE. Por una parte se encontraban los socialistas que defendían el socialismo marxista y el republicanismo histórico, representados en el exilio por el pedagogo Rodolfo Llopis, secretario general del PSOE desde 1944. Por otro lado, un grupo de jóvenes universitarios del interior, entre los que destacaban, Felipe González y Alfonso Guerra, que aspiraban a hacerse cargo del partido y desplazar a los veteranos.
En mayo de 1972 se publicaba en El Socialista un artículo de Alfonso Guerra titulado: "Los enfoques de la praxis", una crítica a la figura de Rodolfo Llopis que venía liquidar la ideología marxista dentro del PSOE para adaptarse a las socialdemocracias europeas.
Según Alfonso Guerra, «Con frecuencia los militantes marxistas se han planteado la polémica teoría-praxis. Que es prioritario en el tiempo: ¿la práctica o la teoría?. Se debe buscar antes la preparación teórica de la clase obrera, y así al tomar conciencia, actuará o por el contrario la acción es lo único que importa y con ella alcanzará el proletario un nivel teórico suficiente. Esta práctica teórica es necesaria para la ejecución consciente de una acción. La acción en sí misma es una fuente de enseñanzas teóricas. De esta forma teoría y práctica, opuestos-simultáneos impulsan el proceso revolucionario que colocará en el centro del poder a la clase ascendente: la clase obrera».
Para Alfonso Guerra, había dos enfoques diferenciados dentro de la Ejecutiva del partido socialista: «mientras los militantes exponen su vida y su libertad en la acción diaria desde las calles y en la clandestinidad», aludiendo a la fracción liderada por Felipe González; otros en el exilio «discuten, proponen y maniobran en pensamiento» dentro de un enfoque abstracto y anticuado, en referencia a Rodolfo Llopis.
El PSOE abandona la República y el marxismo
De aquella trifulca de "enfoques de la praxis" ocurridos durante los Congresos socialistas de Suresnes, finalmente en 1974 salió vencedor Felipe González, que obtuvo el apoyo de la socialdemocracia alemana representada por Willy Brandt y del partido socialista francés liderado por François Mitterrand, según se recoge en el libro "El precio de la Transición" de Gregorio Morán, quien sostiene que: «La Transición es la estafa mayor a la sociedad española». El periodista Alfredo Grimados va más allá y en su libro "La CIA en España" condiciona el ascenso del PSOE al apoyo de los servicios de inteligencia norteamericanos, a la financiación de la socialdemocracia alemana y la connivencia una parte del franquismo que pretendía perpetuarse en el poder tras la muerte de Franco, evitando así una Revolución como la ocurrida en Portugal en 1975 y el ascenso del PCE.
El día 11 de junio de 1975, el PSOE liderado por Felipe González -habiendo purgado previamente al histórico republicano Rodolfo Llopis- creaba la Plataforma de Convergencia Democrática, a espaldas del Gobierno de la República Española en el Exilio y para contrarrestar la acción política de la Junta Democrática de España creada por Antonio García Trevijano y Santiago Carrillo en julio de 1974.
Posteriormente, el 10 de mayo de 1978, un artículo firmado por la periodista María Antonia Iglesias, publicado en "Informaciones", se hacía eco de unas declaraciones de Alfonso Guerra, quien afirmaba que: «Yo soy marxista y sigo declarándome marxista», matizando unas declaraciones de Felipe González donde se constaba el deseo de éste de abandonar el marxismo en el PSOE. Alfonso Guerra afirmó que se habían malinterpretado dichas declaraciones, aunque recordó que, en varias ocasiones, tanto él como Felipe han afirmado que «la época de los dogmas y profesiones de fe hace mucho tiempo que termino, y que el marxismo no es una secta ni un dogma». Guerra Insistió también en que, en cualquier caso, el PSOE no abandona, la praxis marxista ni el análisis dialéctico de la realidad, que es la base del marxismo. Negando igualmente que Felipe González se hubiera definido socialdemócrata, «lo que dijo —manifestó— es que no le importaba que lo considerasen socialdemócrata».
Posteriormente, en el Congreso Extraordinario del PSOE celebrado en Madrid en septiembre de 1979, bajo el lema "Forjando el Socialismo", el partido socialista abandonaba oficialmente el marxismo como ideología oficial. Iniciando una profunda renovación interna que culminaría el 28 de octubre de 1982 con la implacable victoria electoral de Felipe González. Ese día un Alfonso Guerra eufórico manifestó: «¡Vamos a poner a España que no la va a reconocer ni la madre que la parió!». Y tenía razón. Aquél mismo año España ingresaba en la OTAN, el resto de la historia es de sobra conocida por todos.
Fernando Valera y el restablecimiento de la República
Frente aquella dialéctica de enfrentamiento y desavenencia socialista que abandonaba la lucha republicana a principios de los setenta, una voz serena, clara y elocuente se alzaba desde la atalaya de la libertad. Fernando Valera, presidente del Consejo de Ministros de la República Española en el Exilio, en un discurso pronunciado el 16 de abril de 1972 en el "Circulo republicano de París" declaraba: «Independientemente de lo que la institución monárquica pueda representar como ideal político en otras naciones, lo cierto es que en España los monárquicos han sido el estorbo en el camino de esa coalición nacional con que algunos soñaron, por la pretensión inaceptable de heredar y suceder a Franco, con Franco, sin él o contra él, según los casos, pero siempre sin previo consentimiento de la voluntad popular».
Y Valera añadía: «En España no hay, no puede haber otra solución nacional, justa, pacificadora, progresiva, que el restablecimiento de la República, previo el rescate de la soberanía popular que, a nuestro juicio, llevará necesariamente a ella».
Lealtad a la República
En abril de 1974, durante un acto que conmemoraba la proclamación de la República Española, Fernando Valera manifestaba: «La República es un régimen abierto a todos los españoles, o no es República. Ni por la derecha, ni por la izquierda excluimos de la convivencia nacional a nadie que esté dispuesto a respetar los derechos y libertades de los demás ciudadanos»
«No puede haber, no habrá auténtica democracia, ni consiguientemente libertades políticas, paz social y prosperidad económica, si se le sustrae a la nación el ejercicio de la facultad constituyente en el acto fundamental de decidir sobre la forma de gobierno y designar el Jefe del Estado. No hay régimen legítimo, ni príncipe respetable, si no emanan de la consulta previa, libre y sincera a la voluntad actual de la nación», señala.
«Las Instituciones republicanas en exilio no arriarán, pues, la bandera de la auténtica legitimidad ante un monarca espurio, desleal a su dinastía, cómplice y ejecutor testamentario del déspota carismático que lo erigió, por su solo arbitrio, príncipe heredero de la usurpación inicial, y responsable con él y a la par de él, ante el pueblo y ante la historia, del crimen imprescriptible de haber asaltado y mantenido en secuestro durante tantos años la soberanía de la nación», sentencia.
En 1975 fallecía en la cama el dictador Franco, precipitando los acontecimientos que marcarían la reciente historia de nuestro país. La entereza y lealtad que demostraron durante cuarenta años los representantes del Gobierno de la II República Española en el exilio, contrastaban con las ansias de poder entre las fuerzas postfranquistas y los opositores al régimen. La necesaria ruptura con los poderes fácticos de la dictadura nunca se produjo. Por el contrario, hubo el llamado "café para todos, que se tradujo en un reparto de poder a partir de un sistema partitocrático basado en la impunidad de los crímenes del franquismo. Primero con una amnistía para los asesinos del franquismo; posteriormente impidiendo la participación de los partidos republicanos en las elecciones de 1977; y finalmente aceptando la imposición de la Monarquía dentro de la Constitución en 1978 evitando así una consulta popular sobre el modelo de Estado.
Fernando Valera contra la Monarquía y el régimen del 78
El 21 de junio de 1977, desde París, José Maldonado, presidente de la República y Fernando Valera, presidente del Consejo de Ministros, declaraban solemnemente el fin de la República Española, poniendo fin a la misión histórica que se habían impuesto.
Frente a la adversidad, Fernando Valera no abandonaría nunca su ideal de lucha en pro de la República. De este modo, en febrero de 1978, en el periódico "Acción Republicana" escribía: «La Corona es el dispositivo imaginado por Franco para perpetuar el dominio de su clase política". Y se lamenta: "Cuando nos acercábamos a último cuarto de hora, que es cuando se deciden todas las batallas, es la claudicación de la oposición interior, entrando en la farsa democratizadora, la que ha convertido la ya inevitable derrota de la clase franquista en su victoria democrática el 15 de junio de 1977, perdiéndose para mucho tiempo la República y, por consiguiente, la auténtica democracia».
En junio de 1979, en un artículo publicado en la revista "Política", Fernando Valera calificaba de "equivocada e inmoral" el abandono de EE.UU. a la causa republicana y al establecimiento de la plena democracia en España: «A Foster Dulles, Secretario de Estado del Presidente Eisenhower, le expuse que la decisiva influencia americana en España se orientaba a promover la evolución del régimen fascista hacia una democracia, sui generis, que cambiando las apariencias, conservara la riendas del Poder en manos de las fuerzas económicas y sociales que, con la ayuda de Hitler y Mussollini, se habían alzado contra la República e instalado un régimen totalitario»
«La prodigiosa transmutación continuista de la dictadura totalitaria en democracia, es lo que a la postre se ha hecho, con veinticinco años de retraso y, al parecer, con el consentimiento de gran parte del pueblo español. La praxis, como se dice ahora en el horroroso lenguaje de los pedantes, me ha demostrado que cuarenta años de corrupcion franquista han borrado del alma nacional -si alguna vez existieron- aquellas virtudes esenciales que hacían de España 'la reserva moral de la humanidad'. De otra manera no sería posible que el pueblo aceptara sumiso, y hasta contento, la instauración y consolidación del reino franquista, es decir, el reino del perjurio, de la apostasía y la impostura. Y que a eso se le llamara democracia»
Equipo de redacción de Eco Republicano