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La República es la única alternativa

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Llevamos tanto tiempo viviendo en una situación de permanente crisis económica, política y social que muchos han aceptado que este es el funcionamiento normal de un país normal. Pero no es cierto. El modelo político, económico y social que llamamos «Régimen del 78» representa una anomalía completa en lo que respecta a derechos, libertades, justicia y dignidad para la inmensa mayoría de la población.

La vivienda es un derecho incondicional de toda la ciudadanía (reconocido incluso en la «sagrada» Constitución de 1978). Por eso, el empeño de todos los partidos políticos institucionales en todos los niveles administrativos del Estado (central, autonómico y local) por convertir este derecho en una mercancía de lujo controlada por un puñado de especuladores, es el mejor ejemplo de que esta «democracia» no está al servicio del pueblo, sino de una minoría de millonarios. Cuando hablamos de la vivienda en España, hablamos de una crisis social completamente transversal, pero que se ceba especialmente con los sectores más vulnerables: juventud, familias monoparentales, víctimas de violencia machista, migrantes de dentro y fuera del país, trabajadores precarios, etc. Una crisis tan grande que ya no puede resolverse con reformas parciales, dentro del marco de las instituciones actuales. «Tenemos derecho a un piso, o nos lo dan o lo cogemos» era el lema de las manifestaciones por la vivienda en los años 70 y 80, y sigue siendo tan válida hoy como entonces, pues únicamente la expropiación (institucional o popular) de las viviendas acaparadas por especuladores individuales y colectivos, puede empezar a solucionar esta gravísima crisis social, aunque su solución definitiva solo puede producirse tras un cambio de modelo político, de régimen, que imponga una verdadera democracia como «poder del pueblo».

Frente a los discursos triunfalistas del gobierno (que no se cansa de repetir, entre otras cosas, que España es el país con mayor crecimiento económico de la UE), la realidad es que somos el país con mayor tasa de paro juvenil de toda Europa (12% frente al 6% de media), acabamos de ver cómo el Congreso aprueba (por PSOE, PP y SUMAR, entre otros), una reforma legal que anima a los trabajadores más precarios a seguir trabajando hasta los 72 años si quieren tener derecho a la pensión de jubilación completa (lo cual es una invitación directa a que los empresarios mantengan los salarios de miseria de la clase trabajadora), y donde hace ya mucho tiempo que tener un empleo no garantiza las condiciones mínimas para una vida digna debido a las trampas de nuestro mercado laboral (trabajo temporal, horas extras no pagadas, jornadas parciales, brecha salarial, pluriempleo forzoso, etc.), y a la necesidad de hacer frente a pagos cada vez más insoportables a cambio de servicios básicos y derechos fundamentales (electricidad, agua, vivienda, transporte, educación, etc.) Estas condiciones son las necesarias para que los grandes capitalistas, especuladores y rentistas se apropien, dentro y fuera de nuestra jornada laboral, hasta la última gota de la riqueza que produce nuestro trabajo.

No nos engañan; ninguno de los partidos que hoy ocupan las instituciones tiene la menor intención de cambiar esta situación (como ya han demostrado todos ellos), puesto que no son parte de la solución sino del problema, como gobiernos al servicio de la corona y de un Régimen del 78 que nos conduce directamente al abismo de la pobreza, la explotación y la guerra.

La guerra no es ninguna tragedia para los especuladores y grandes capitalistas, sino un negocio rentable con el que amasar inmensas fortunas mediante la venta de armamento, la reconstrucción de lo destruido y la eliminación de ingentes cantidades de mercancías no vendidas y mano de obra excedente. Por eso, cuando llevamos 20 años de crisis económica permanente, la guerra a gran escala se presenta cada vez más como una amenaza real para la clase trabajadora y una inversión segura para los grandes capitalistas.

Por eso, cientos de miles de millones de euros son desviados de las arcas públicas a unos presupuestos de guerra que ni siquiera son debatidos en el teatro parlamentario. El Régimen del 78 y su gobierno «progresista», en lugar de invertir en servicios públicos básicos (educación, sanidad, transportes, vivienda, etc.), prefiere llenar los arsenales y los cuarteles. La guerra no es barata, pero para las clases trabajadoras el precio es doblemente alto; primero la pagamos con nuestro dinero, a cambio de perder servicios públicos, derechos y libertades, y después la pagamos con nuestras vidas, luchando en defensa de los intereses económicos y los negocios de los grandes empresarios que controlan los gobiernos.

Las clases trabajadoras no tenemos nada que ganar con la guerra entre pueblos y, sin embargo, podemos perderlo todo. Nos negamos a ser usados como carne de cañón, y avisamos de que, si se nos obliga a empuñar las armas, no dudaremos en volverlas contra los culpables de nuestra miseria.

Los métodos de los que disponen los especuladores, capitalistas y rentistas para saquear, amenazar y asustar a las clases trabajadoras son casi infinitos. Se valen para ello de la necesaria complicidad de las instituciones del reino, encabezada por la propia monarquía, como ejemplo y garantía para todos los ladrones de guante blanco del país. Por eso, no puede haber reforma posible dentro de los estrechos márgenes legales del Régimen del 78. Por eso, la Tercera República no puede venir, ni vendrá, de la mano de ningún referéndum o reforma constituyente. El único camino posible es la organización de las clases trabajadoras en defensa (autodefensa) de sus derechos más básicos, de sus libertades fundamentales, y de su dignidad, hasta que caiga el régimen monárquico y sus instituciones podridas.

Cada día y cada hora, las clases trabajadoras producen cantidades inmensas de riqueza en forma de bienes y servicios, además de dinero contante y sonante. Y sin embargo, esas mismas clases trabajadoras se asfixian en la pobreza y la desesperación de verse privadas de esos mismos bienes, servicios y de sus derechos más básicos. Vivimos en un régimen de expropiación legalizada, siempre que los expropiados sean los trabajadores y los expropiadores sean los millonarios. Es necesario dar la vuelta a esta situación.

La anomalía democrática, económica, política y social que conocemos como Régimen del 78 es una verdadera trampa para las clases trabajadoras, y ninguna de las reformas y alternativas que se presentan desde su interior puede cambiar esto, como ya hemos comprobado a lo largo de más de 40 años de vigencia de esta monarquía.

La única salida a esta trampa es una democracia auténtica; donde la mayoría del pueblo lo decida todo, de abajo arriba y de arriba abajo; desde el último ayuntamiento hasta la jefatura del Estado. Esa salida solo puede ser republicana, a través de una ruptura completa (ninguna reforma), con este Régimen de explotación y saqueo legalizados.

POR LA VIVIENDA, EL TRABAJO, LA PAZ Y DIGNIDAD: TERCERA REPÚBLICA YA
¡¡VIVA LA REPÚBLICA!!

Firmantes del manifiesto: Partido Comunista de España (Marxista-Leninista), Juventud Comunista de España (Marxista-Leninista), Foro por la Memoria de Madrid, Unidad Cívica por la República, Izquierda Unida, Izquierda Republicana, Plataforma contra los crímenes del franquismo, Partido Comunista de Madrid, Agrupación Republicana de Móstoles, Partido Histórico de los Trabajadores de España, Asamblea Republicana de Henares, Asamblea Republicana de Moratalaz, Asamblea de Leganés por la República, Ateneo Republicano de Fuenlabrada, Colectivo Militar Anemoi.

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