LAS DOS ESPAÑAS (I)
Eduardo Calvo García
Decía en mi anterior trabajo: "todas las Revoluciones, han de ser políticas”. Sin embargo, quiero dejar bien sentado, me estaba refiriendo, por tratarse de llevar a cabo una en España, a una teoría de obligado cumplimiento debido al pragmatismo que debería imperar en dicha Revolución. Me explicaré. Es verdad que también se podría hacer un Revolución social, pero, repito, al tratarse de llevarla a cabo en España, estaría condenada al fracaso desde antes de su inicio. El gran déficit cívico-social que sufre la nación española, haría saltar por los aires cualquier proyecto democrático basado en la razón, la ausencia de maniqueísmo y la tolerancia.
España tiene un gran problema. En España está muy extendido el vicio de que cada español quiera imponer su propio modelo de sociedad. Si ateo, quisiera que toda la nación se arrancara de cuajo sus sentimientos seculares. Si creyente, anhelaría hacer del Estado el instrumento de dominación de una secta sobre todas las conciencias individuales. Si obrero, quisiera que el Estado sólo estuviese al servicio de su clase. Si patrón, el Estado sólo debería ser bueno para perpetuar los privilegios de la burguesía. Si agricultor, estaría siempre presto a sostener el alza del precio de los productos del campo. Si industrial, en su mente primaría la idea de un arancel protector para todos sus malos negocios.
Pero no sólo esta tesis equivaldría a tener que renunciar previamente a todo revolucionarismo de tipo social. España, en éste sentido, tiene otro problema mucho más grave: la evidencia de que España no tiene dinero para implantar un Estado de Bienestar medianamente equiparable al de los países de la UE de los 15. Tal evidencia conllevaría, si se quiere alcanzar ese Estado del Bienestar, el tener que forzar una Revolución política capaz de sentar las bases para que la nación española pueda desarrollarse política, social y económicamente de acuerdo con unos parámetros de progreso que en nada se parezcan a los actuales. Pero, teniendo muy en cuenta, que la simiente de cualquier ley que se quiera implantar en un Estado, para que esta germine y produzca el fruto deseado, deberá provenir sin remisión, de un semillero común llamado Constitución. En nuestro caso, la Constitución Política de la República.
Aunque tenga que usarlos, no me voy a enredar mucho con porcentajes; si diré, taxativamente, que España está a la cabeza de todo lo malo y, a la cola de todo lo bueno, de cuantas situaciones sociales se puedan dar en la UE de los 15. Llegados a éste punto, a mi no se me ocurre otra cosa que empezar a enumerar los déficits de orden político, económico y social, por las cuales los españoles nos encontramos en tan especial situación. Déficits que, concatenados en la forma y en el tiempo, han dado forma al secular subdesarrollo español. A nuestro Subdesarrollo.
Por tanto, solucionemos nuestros asuntos y olvidémonos de que alguien nos los va a solucionar. España no tiene amigos. España no tiene en Europa socios en condiciones de igualdad. España, sólo es para Europa, un magnífico cliente de más de 100 millones de consumidores. España no tiene ningún Estado a su lado. España sólo tiene enfrente a una horda de “sanguijuelas” monárquicas y republicanas dispuestas a chuparnos hasta la última gota de nuestra sangre y, a éste lado, una caterva de sinvergüenzas que lo están permitiendo interesadamente.
Yo no soy economista, ni sociólogo, ni experto en comunicación o, manipulación de masas, pero, sí se contar, sí sé cuáles son las causas que llevan a los españoles por el camino de la amargura y, me sé explicar, aunque sólo sea a mí manera. A partir del presente trabajo que tienen Vd. en la pantalla de su PC, y sucesivos, voy a intentar hacer comprender a todos los que me lean (si es que todavía no lo saben) cuáles son esas causas que llevan a los españoles por ése camino de la amargura. Y lo voy hacer porque soy un político vocacional republicano que reconoce, no estar en posesión de la verdad, pero si al corriente de la realidad.
Aunque algunas veces pueda dar esa sensación, y esto lo saben muy bien los que me conocen personalmente, no voy a incurrir en la defensa del patrioterismo españolista recurrente, pero, tampoco lo voy hacer, en defensa del Internacionalismo, ni voy abundar, en el sentido retórico que se le da hoy al humanismo democrático.
Partiré del axioma de que los españoles pertenecemos a una “sociedad” con pretensiones de rica, pero que sobrevive en un país secularmente empobrecido, por culpa de unas instituciones políticas que, perfectamente conchabadas con las oligarquías, nunca han sabido-querido, hacer lo correcto para situarla en el puesto que le corresponde como nación digna y soberana. Decía Don José Ortega y Gasset al analizar la descomposición de nuestra nacionalidad que “empezando por la monarquía y continuando con la Iglesia católica ningún poder nacional ha pensado más que en sí mismo. Y añadía: ¿Cuándo ha latido el corazón, al fin y al cabo extranjero, de un monarca español o de la Iglesia española por los destinos hondamente nacionales? Que sepa, jamás. Han hecho todo lo contrario: se obstinado en hacer adoptar sus destinos propios como los verdaderamente nacionales”. Frases de rabiosa actualidad vistos los derroteros por los que se mueve la realidad española.
ANALICEMOS ESA REALIDAD. QUIEN NO ESTÉ DE ACUERDO CON MIS APRECIACIONES, POR FAVOR, QUE ME LAS REBATA.
En España no se puede sostener por más tiempo el hecho irrefutable de las dos Españas. Se tendría que acabar con él. En cualquier caso, sería a los republicanos españoles a quienes nos tocase zanjar tamaña aberración histórica. Los demás, podemos estar seguros, que nunca lo harán. Si los republicanos españoles no somos capaces de hacer que la mayoría de los españoles fuerce al unísono, una revolución política, España, no dejará de ser lo que es: una gusanera. No una manzana podrida. Un cesto lleno de manzanas podridas. Los republicanos españoles tenemos que dar ejemplo con el ejemplo, tenemos que adoptar, motu proprio, la disciplina de la democracia, la disciplina de la libertad, la disciplina de la razón, la disciplina del sentido común, la disciplina de la decencia. La disciplina republicana.
SIGAMOS ANALIZANDO EL POR QUÉ DE LA NECESIDAD DE FORZAR UNA REVOLUCIÓN POLÍTICA:
En España, históricamente, una minoría (35%) de españoles, tiene sojuzgados al resto (65%). En España, existen dos Españas: la España de los propietarios y farsantes, la de los grandes terratenientes, la de los terratenientes a secas, la de la Nobleza, la de la los profesionales de la política, banqueros, grandes empresarios, la gran burguesía, la pequeña burguesía, las clases profesionales de renta alta, la casi totalidad del funcionariado, la clerecía católica, el personal de clase del Ejército, las clases medias compuestas por autónomos de fortuna: fontaneros, electricistas, carpinteros, pintores (de brocha gorda), restauradores (taberneros), taxistas etc. Esta minoría (35%) por lo general de tendencia liberal conservadora es la que decide el nivel de presión que los medios de comunicación y, los políticos, han de ejercer sobre la mayoría. Los grandes temas que se debaten en los medios, son exclusivamente, los que interesan a esta España. Una España que lleva a sus hijos a guarderías, escuelas y universidades privadas. Una España que usa la sanidad privada. Una España, que cuando enferma de gravedad, y acude a la sanidad pública, recibe un trato preferencial. Una España que consume gran cantidad de productos importados de lujo como coches, motos, barcos, relojes, ropa, caviar, champagne etc., que hacen que se dispare el déficit comercial de España. Una España que hace esto, dice, porque lo puede pagar. Una España, envalentonada. Una España temida. Una España, temible.
Además existe la otra España, la España popular, la España a la que me referiré en mi próximo trabajo.
Continuará…
Eduardo Calvo García. Artículo publicado el 10 de mayo de 2011