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La carta de un republicano que humilló públicamente al ministro franquista Manuel Fraga

La carta de un republicano que humilló públicamente al ministro franquista Manuel Fraga
El ilustre periodista mexicano, Juan Miguel de Mora (1921-2017), fue un fiel defensor de la causa republicana. En 1936 se alistó a las Brigadas Internacionales que llegaron a España a combatir el fascismo, participando en la Batalla del Ebro. Años después, en 1964 viajó a España en la clandestinidad para realizar un reportaje sobre la dictadura fanquista lo que provocó la cólera del entonces Ministro Manuel Fraga Iribarne, quien utilizó los medios de comunicación franquistas para difamar su persona. La respuesta del intrépido periodista mexicano fue apoteósica en una carta dirigida a Manuel Fraga, que tendría su contestación posterior. 





Por todos estos méritos. En 1965, Juan Miguel de Mora fue nombrado Caballero de la Orden de Liberación de España, galardón que le impuso el presidente de la II República Española en el Exilio, Don Luis Jiménez de Asúa, en un acto celebrado en la embajada de la República Española en México.

A continuación reproducimos la carta de Juan Miguel Mora al ministro Manuel Fraga: 


Sr. D. Manuel Fraga Iribarne
Ministro de Información y Turismo
Madrid, España.

Le escribo para darle las gracias. Yo se agradecer, aun cuando la intención de quien merece mi agradecimiento no haya sido favorecerme. Le agradezco, pues, sus ataques virulentos en la prensa que usted inspira y sostiene, ataques que prueban cuánta razón tuve al entrar en España clandestinamente para ver la trágica realidad del pueblo, tan diferente del rosado panorama que usted presenta en su propaganda. Le agradezco expresiones como "sapo", "alimaña" y otras que el buen gusto nos impide en México reproducir en letras de molde ("La Gaceta del Norte", Bilbao 4-XII-1964), exabruptos que son clara muestra de mi razón y de la impotencia de usted ante alquien a quien no pudo comprar para que mintiese en favor de la oligarquía que mantiene al régimen totalitario y tiránico en la patria de Lope de Vega, esa España a la que los mexicanos tanto queremos y que no puede ser la del erupto cuartelero ni la de la mano alzada al modo nazi. (Pero ahora, aunque Franco ya no lo haga, si alza usted su mano comprobará que sí llueve, porque hoy, como hace 25 años, llueve el desprecio y la censura. de los hombres honrados y conscientes sobre la farsa sangrienta del franquismo).

Que sepa usted quien muestra de tal manera el cobre, resulta particularmente interesante por tratarse de un hombres sagaz y astuto, muy capaz en política, cuya tarea ha sido convertir al franquismo en un nuevo Jano, poniéndole una segunda cara, sonriente y amable, un rostro apto para turistas que haga olvidar el otro, verdadero espejo de su alma, el de los sótanos de la Dirección de Seguridad, el de las prisiones de toda España, el del garrote vil, los asesinatos, la sangre y la sevicia. Por eso no es poco que haya sido usted, maestro en maquillaje, quien me hace el favor de justipreciar mi labor periodística en España. 

Por una parte sus boletines sin firma, de esos que envía usted a los diarios mediante la oficina de censura que funciona en los bajos de su ministerio -cuya existencia acostumbra usted negar con buena dosis de cinismo- y después nada menos que en el órgano oficial de su ministerio, "El Español", que en su número del 19 de diciembre de 1964  me dedica entera la página 8 y anuncia que posiblemente seguirá ocupándose de mí. Tenga la seguridad de que considero esos ataques como galardones y, por ello, las páginas de esos periódicos que usted paga, lucirán, en marco, en el lugar más visible de mi casa.

Entre otras cosas, habla usted, por boca de ganso, de que quiero "presumir de riesgos" y "certificarme de héroe". En cuanto a los certificados de héroe es la policía de usted la que los extiende, apaleando y torturando a cualquiera que critique al régimen: son sus leyes absurdas, como la de asociación, que declara ilícita toda la que no sea franquista y falangista y establece que aún estas pueden ser suspendidas por cualquier autoridad gubernativa; son sus sindicatos, en los que los obreros no pueden ni siquiera hablar. Todo eso y mucho más es lo que extiende certificado de héroe en España, puesto que convierte en verdadero heroísmo, sin comillas, la ejecución de cualquier acto que sería normal e inofensivo en un país democrático y civilizado. En cuanto a mí, he tenido una vida lo bastante agitada, dentro de la profesión periodística, como para carecer ya de esas vanidades. Golpes de Estado, motines, revoluciones y guerras han sido la sazón de mi labor durante años, como corresponsal extranjero. Cuando, por ejemplo, se ha estado en el Delta del Mekong volando con los pilotos estadounidenses en esos helicópteros que con tanta frecuencia derriban las fuerzas del viet-cong, esas cosas ya no impresionan. ¡Lástima para usted, señor ministro, que ese tiro haya errado el blanco!.

Pero a pesar de su exasperación contra mí, yo le comprendo a usted. Comprendo su ira, su indignación, su furia. Hay muchas cosas que se comprenden, aunque no se compartan. Usted es el tipo sinuoso y hábil, acostumbrado a las sutilezas, a las conversaciones "elegantes", en las que se bebe alcohol caro mientras se tratan con mucha distinción asuntos en los que puede juzgarse el destino de millones de seres humanos; usted es el experto en sobornos, seguro que "todo hombre tiene su precio", el funcionario, en fin, que coloca el artístico y precioso biombo por delante del ensangrentado cadáver que dejó la Guardia Civil. Ellos son los "rudos" y usted el "fino", ellos los "toscos" y usted el "delicado", pero todos integrando el mismo espectáculo, como esas compañías de luchadores que recorren las provincias haciendo creer a los espectadores ingenuos que "el malo" es malo y el "bueno" es bueno. Y claro, un hombre "fino y delicado" considera tosco que alguien pase los Pirineos a campo traviesa. ¡Qué horror, caminar tanto! ¡Qué horror, correr el riesgo de que le den el alto y le disparen! Tengo la plena seguridad de que usted no haría tal cosa en ninguna causa.

Claro que si yo hubiese ido directamente a verle a usted como enviado especial de ¡SIEMPRE! ¡cuántos paseos, homenajes, banquetes y atenciones habría recibido de su Ministerio! ¿Y cuanto dinero por mi silencio cómplice?

Mas, aunque nadie ha pretendido sobornarme ni me han pagado nada por callar determinadas cosas, pidiéndome, por el contrario, que escribiese la verdad en conciencia, el pueblo ibérico me ha hecho objeto de invitaciones, atenciones de todas clases y paseos -a Guernica y a El Pardo, por ejemplo- pero eso lo han hecho los hombres que luchan tenaz y valientemente contra el gobierno de asesinos del que usted forma la parte más inteligente y delicada.

Dice "El Español" -órgano de usted, señor Ministro-, que "en España no hay Resistencia". Fíjese usted que yo no hable, ni antes ni durante mi viaje, de grupos armados, guerrillas ni nada semejante. Yo dije -y digo- Resistencia. Usted afirma que no hay. Muy bien, ¿quienes imprimen y hacen circular todos los periódicos clandestinos que el pueblo busca, por cierto, con mucho más interés que "El Español"?

He afirmado en mis conclusiones que existe una verdadera Resistencia muy bien organizada en las provincias vascas y que en el resto de la Península hay oposición general al régimen franquista. Usted asegura que no. ¿Quién distribuye Gudari por todas partes en el País Vasco? ¿Quién imprime y hace circular Lan-Deya, organo ilegal de los trabajadores católicos vascos? ¿Quién hace lo mismo con Alderdi, Euzkadi Socialista, y otras publicaciones de diversas fuerzas antifranquistas que demuestran la impotencia de la policía?

¿Y cómo llamaría usted a la indomable actitud de la clase obrera negándose a aceptar las condiciones de oprobio y esclavitud en que la ha sumido el "Movimiento" del que usted forma parte? ¿No recuerda usted la huelga de 1947, primera en el mundo contra un estado policíaco y totalitario, huelga que paralizó Vizcaya, Guipuzcoa y parte de Alava? ¿No supo usted de la huelga de 1956 en toda la ría de Bilbao, que paralizó la casi totalidad de las industrias de la zona? ¿Y qué me dice de 1962, cuando entre la cuenca minera asturiana y las industrias vascas pararon casi cien mil trabajadores? ¿No sabe usted que durante 1964 no ha dejado de haber huelgas en Euzkadi? La Wilcox y otras industrias menores, por ejemplo, estuvieron en huelga durante mi estancia en Vizcaya. ¿Tal mal informado está el Ministro de información como para no saberlo?.

¿No llama usted Resistencia a todo eso? ¿O cree usted que una huelga de decenas de miles de trabajadores contra un gobierno es un acto súbito e individual en el cual todos coinciden por milagro en dejar trabajar el mismo día para mostrar su repudio a la tiranía? No subestime usted a los obreros porque ellos serán los que un día, a la vanguardia de la nación y usando su arma esencial, la huelga, darán al traste con las esperanzas de usted de que el franquismo sobreviva a Franco.

Y sí, como usted dice, no hay Resistencia, ¿de qué se ocupa la policíaca "Brigada de Investigación Social" o "Político-Social" de la que es jefe Vicente Reguengo González? ¿Y de qué el Tribunal de Orden Público y los Juzgados Especiales? ¿Y por qué hay en España tantos detenidos políticos en cárceles y comisarías?.

Uno de sus secuaces -porque usted no es tonto-, ha creído un rasgo de ingenio preguntar si "en el propio México el caso de una fábrica de asesinatos montada por unas celestinas, ¿no vale la pena echarle una ojeadita?. Pues bien, tal fábrica, comparada con la enorme, inmersa fábrica de palizas, torturas y asesinatos que es todo el Estado español franquista se queda, como dicen en España, en "tortas y pan pintado".

¿De qué murió, en octubre pasado, Benito Embid, empleado del Banco de Vizcaya, S.A., en Barcelona? ¿No sabe usted que fue la paliza policíaca lo que lo llevó al sepulcro, a los cinco días de su detención, sin haber recobrado el conocimiento? Nuestras criminales celestinas -y dígame usted un país en el que no haya delincuencia del orden común-, fueron inmediatamente a la cárcel con el repudio y la náusea del gobierno y de toda la nación, pero, ¿cuántos de los asesinos de Benito Embid -cuya única culpa fue un comentario contra el gobierno del que usted forma parte-, están sometidos a proceso?.

El coronel Enrique Eimar, del cuerpo de inválidos, ha asesinado en España a más gente de la que podrían matar nuestras celestinas si viviesen tres vidas, ¿acaso está sometido a juicio? Un individuo que ni siquiera es abogado, el titulado "Comandante del Cuerpo Jurídico Militar", Manuel Fernández Martín, actuó durante veinticinco años ilegalmente en los Consejos de guerra, siendo causa directa de más de mil penas de muerte -el noventa por ciento de ellas ya ejecutadas- que hasta en el régimen usurpador de Franco adolecen vicio de nulidad, y, ¿a caso está en la cárcel?.

Al final de su artículo -¡otro error, señor ministro!- dice usted que omiten cierta palabra -supongo que será palabrota- para que mi hijo "no se avergüence de su padre antes de tener uso de razón", porque "ya tendrá ocasión de avergonzarse después". Lo que haga mi hijo cuando sea hombre esta por verse, señor Fraga, pero lo que si está ya visto es que los hijos de los ministros del gobierno de ignominia al que usted pertenece si se avergüenzan de sus padres. Y si lo duda pregunte a su colega el general Lacalle, Ministro de Aviación, qué le contestó su hijo -actualmente en prisión por pertenecer a un sector de esa Resistencia que usted dice que no existe- cuando, en una demostración elocuente de lo que es el amor de un padre franquista, fue a la cárcel a darle una pistola para que se suicidara.





La parte más hábil de su artículo es sin duda aquella que dice: "Si quiere, puede entrar tranquilamente en España con su nombre y su pasaporte. Incluso puede avisar de su itinerario a la Guardia Cívil seguro de que le ayudará si encuentra alguna dificultad".

¿No leyó  usted el informe que acerca de España emitió la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra? ¡Oh, desmemoriado ministro! Lo esencial del informe es la comprobación de la absoluta y total falta de garantías al ser humano que impera en España, ¿Y me supone tan igenuoso de creer en las garantías que usted ofrezca en un artículo periodístico que ni siquiera firma? ¿Me permitiría usted, por otra parte, visitar cárceles, comisarías y cuarteles de la Guardia Civil, hablando con los detenidos? ¿Podría hablar con esos presos políticos de Carabanchel que cantaron villancicos contra el franquismo la última Nochebuena y después entraron en huelga de hambre? ¿Me dejaría usted reunir a los obreros de Altos Hornos de Bilbao para preguntarles en asamblea, que sería la primera en veintisiete años, qué piensan del régimen y de los sindicatos falangistas? 

Lo que usted me ofrece o es una trampa o un viaje de turista tonto, para ver edificios, cabarets y restaurantes "típicos" y volver diciendo: ¡Qué bonita está la Castellana! Lamento informarle que ninguna de las dos posibilidades me interesa. El viaje a España que me importaba ya lo hice y si quiera volver usaría el mismo procedimiento, no sólo porque su policía ya demostró su incompetencia para encontrarme, sino porque es más seguro y más digno confiar en el gobierno legítimo de Euzkadi, el que el pueblo se dio libremente por su voluntad, y en el Consejo Delegado de la Resistencia que lo representa dentro del País Vasco, que en promesas de quienes usurparon el poder violando juramentos de lealtad, pisoteando la Constitución y reprimiendo a balazos la voluntad del pueblo. Pero más importante que invitarme a mí sería permitir a una comisión del Frente Internacional de Derechos Humanos que haga un viajecito de investigación por España y sus prisiones. ¿Verdad que eso no lo acepta usted?.

Ademas, si su periódico asegura que soy un tonto y que mis artículos sólo dicen mentiras, ¿por qué no ordena usted que los reproduzcan "El Español", "ABC" y "Pueblo", por ejemplo, para que se rían de mí todos los españoles? ¿No es la verdad que de quien reirían sería de usted? Si todo en España está tan bien y tan "bonito", ¿por qué mantiene usted la implacable censura previa de prensa que no deja de revisar ni los anuncios?

Será usted fino, inteligente y elegante, pero, por más que suene duro además de servir de celestino a un grupo de asesinos, es usted traidor a su patria. Llegó usted tarde para invitar a italianos, alemanes y moros a que matasen españoles -como hizo Franco, su jefe- pero se siente feliz de servir a quienes, al instalar bases nucleares en la península condenan a España a la destrucción total en caso de guerra. Y está tan orgulloso de ello que hasta puso en inglés la cabeza principal del artículo contra mí. ¡Deformación profesional de los traidores de oficio!.

Pero la historia, señor Fraga Iribarne, no retrocede y, como Roma, a la larga nunca paga a los traidores. Cuando llegue el momento preciso -ya cercano- es decir, cuando se produzcan las condiciones necesarias, usted y todos los suyos serán barridos como lo que son: entes indignos de ostentarse hijos de la nación que dio al mundo a los héroes de Numancia, al alcalde de Móstoles, a Daoiz, a Velarde, a Francisco Javier Mina y a tantos hombres dignos. Y serán los hombres limpios de la Resistencia, esos héroes que mantienen durante más de veinticinco años una lucha desigual y heroica, quienes fincarán los cimientos de una España nueva y digna, a cuya esencia y espíritu México no sólo quiere, sino que reconoce oficialmente en el glorioso símbolo que es el gobierno legítimo de la República Española. 

Así es México y no se deje usted engañar por quienes le hablen de nuestros defectos o se los muestren. Tenemos muchos, como país y como hombres, pero poseemos la suprema virtud de que entre nosotros, a lo largo de la toda nuestra historia, los vende-patrias siempre han sido execrados y barridos. 

Con la sincera expresión de mi mayor lástima.

Juan Miguel de Mora

Artículo publicado en la Revista "Siempre", México D.F. en 1964 



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