Marc Suárez
Y así volvió a suceder, viviendo otro periodo vacacional bombardeado por noticias sobre la investidura de Pedro Sánchez y las batallas a medio abierto entre PSOE y Unidas Podemos. Sonando como una leyenda urbana aquella euforia concentrada en el número 70 de la madrileña calle Ferraz y viendo de forma utópica (otra vez) la consolidación de aquel gobierno post-moción de censura, el fantasma de la repetición de elecciones se cierne sobre todos los ámbitos del electorado español.
Desde luego, somos conscientes de que los intereses no son los mismos dependiendo del ámbito en el que nos movamos, ya que en ciudades como Cádiz, Las Palmas de Gran Canaria o Barcelona llegaron con relativa facilidad a acuerdos entre socialistas y morados (además de otras fuerzas). A nivel de comunidades autónomas (exceptuando La Rioja y Navarra), varios pactos se han fraguado con bastante agilidad (véase Canarias, donde PSOE sumó en poco tiempo los apoyos de Unidas Podemos, Nueva Canarias y los socialistas gomeros de cara a un gobierno a cuatro). Por mucho que nos pese, no le falta razón a Pablo Casado cuando habla de por qué en ayuntamientos y parlamentos autonómicos sí, pero de cara al Gobierno de España no.
Si nos remontamos al pasado 28 de abril, debemos analizar el resultado en base a dos cuestiones: la buena acogida del gobierno de Pedro Sánchez tras la moción de censura en base a medidas como la subida del salario mínimo interprofesional a 900€ o decretar que la banca debía ser la responsable del pago de los Impuestos de Actos Jurídicos Documentados (conocido como impuesto hipotecario); y, como era de esperar también, el temido panorama distópico gubernamental protagonizado por el Trío de Colón. Con los resultados de dichos comicios y la elevada participación registrada (hablamos de tres de cada cuatro electores llamados a las urnas aproximadamente), quedó claro que la izquierda “gana” si esta se moviliza. La izquierda gana, sí, pero es capaz de dejarse ganar con relativa facilidad. Factores como la inacción de nuestros dirigentes del espectro político izquierdo o las guerras en este más que heterogéneo bloque (tanto internas como externas) favorecen acontecimientos actuales como el lo tomas o lo dejas que vemos cada vez que consultamos los medios de comunicación y acontecimientos futuros como la desmovilización del electorado de izquierdas. Funcionamos así por desgracia: en vez de insistir, dejamos a un lado esa responsabilidad que tenemos como electores (aún a sabiendas de lo que esa inacción puede, con total certeza, provocar). Porque, claro, vemos más fácil refugiarnos en la abstención que ir las veces que haga falta la voluntad común de nuestro bloque.
Dos partidos: PSOE y Unidas Podemos. Un PSOE que, a pesar de que la cuenta atrás era desfavorable para todos, apenas negociaron durante este parón veraniego ni buscaron otras soluciones hasta que esa cuenta atrás marcaba salvo ir reuniéndose con colectivos sociales para ir buscando alternativas a un gobierno de coalición temido para varios dirigentes, incluidos los propios socialistas. Un PSOE que, en las reuniones con Unidas Podemos, no ha sabido mantener el tono y que, tras las más que fallidas negociaciones, ha andado con sus portavoces a diestro y siniestrado atacando al que es, en teoría, el socio preferente de la izquierda española. Un PSOE que, aunque se vislumbra un poco la S de socialista y la O de obrero, no parece vislumbrar un compromiso de gobierno que ayude a hacer de la democracia española más madura y más semejante a nuestras homólogas comunitarias
Un Podemos que, analizando los resultados tanto del 28 de abril como del 26 de mayo, no ha sabido rebajar su nivel de exigencias en relación a su peso parlamentario que, aún siendo clave para la formación de un gobierno de izquierdas, no puede pedir tanto teniendo tan poco. Un Podemos que, desde hace bastantes años, órbita en torno al personalismo de cierto líder carismático cuyas órdenes a golpe de coleta en favor de orbitar en torno al planteamiento con el que nació y se consolidó durante el primer lustro de esta década que vemos poco a poco llegar a su fin. Un Podemos que, más bien, sería un Lo Intentamos. Y vaya si lo intentaron que, con estas pataletas, han ocasionado que sigamos sin gobierno a fechas límites.
Una investidura: las dos con resultados casi replicados. Tan sólo los regionalistas cántabros cedieron su confianza al candidato socialista mientras que Unidas Podemos se abstenía. Esquerra Republicana de Catalunya iba de la mano con Unidas Podemos, mientras que Junts per Catalunya se juntaba con quienes más critican y señalan desde el Parlament. Los nacionalistas vascos de Bildu y el PNV también se sumaron a esta abstención acompañados de Compromís. No es coherente que ERC ligue su voto al de otra formación por muy amigas que puedan ser en la cámara baja. Tampoco es que los diputados de Junts per Catalunya se vayan con las tres derechas porque Sánchez no quiere hablar (por el momento) sobre el derecho a la autodeterminación de dicha región. PNV adelantó su abstención en base a que mirase con perspectivas más gubernamentales que no sólo de cara a la investidura. Bildu hizo lo suyo ligándose a ERC en base al acuerdo que mantienen ambas formaciones, mientras que Compromís se basó en que los socialistas no lograron satisfacer las exigencias de partido valenciano. Unos se ceban con el PSOE y otros miran para otro lado para justificarse, mientras que los del PNV fueron quienes único actuaron con cierta sensatez.
Un fracaso: el primero era seguro y, en caso de nuevo debate de investidura, será más que previsible. El abocarnos a unas nuevas elecciones conllevará lo que conocemos ya: el fantasma de la abstención, mayor peso del Trío de Colón y, como no, la izquierda echando culpas sobre todo a agentes externos en vez de molestarse por hacer autocrítica. Sólo nos queda esperar, mas quiero adelantar un favor: si nos vemos abocados a nuevos comicios, no dejen de ir a votar. Este servidor ya está más que preparado para ello.
MARC SUÁREZ. Estudiante de periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, próximamente por la Universitat Autònoma de Barcelona. Colabora en Eco Republicano desde agosto de 2019.
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