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Étienne de La Boétie y el "Discurso de la servidumbre voluntaria" (1548)

Étienne de La Boétie
En 1863 el ilustre republicano José María Orense, manifestaba que España sufrió tres siglos de despotismo borbónico debido a la censura y persecución de las ideas durante la Inquisición eclesiástica. Por contra, en Francia como no hubo Inquisición, los ciudadanos tuvieron siempre más libertad de pensamiento y los filósofos pudieron escribir y difundir sus conocimientos. Este hecho favoreció acciones en favor de la libertad de las naciones y la educación moral del pueblo, como la Revolución Francesa, con la que se consiguió abolir los fundamentos sociales, fiscales y políticos de la nobleza y el clero.


La Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (1776), así como la Revolución Francesa y su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), supusieron un antes y un después en la histórica lucha por la libertades y derechos civiles de la humanidad.

Las ideas de emancipación, libertad y progreso social no solo datan de las fecundas fechas anteriormente citadas, sino que tienen unas profundas raíces en ilustres pensadores como el escritor y jurista francés Étienne de La Boétie (1530-1563) autor del "Discurso de la servidumbre voluntaria" (1548).

En este ensayo político escrito en su juventud, Boétie nos habla por primera vez de la importancia de los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El autor manifiesta: "El pueblo se esclaviza y suicida cuando pudiendo escoger entre la servidumbre y la libertad, prefiere abandonar los derechos que recibió de la naturaleza para cargar con un yugo que causa su daño y le embrutece". Y se cuestiona: "¿A caso se consigue la libertad con solo desearla?", para afirmar: "Resolveos a no ser ser esclavos y seréis libres". 

"Todos sentimos que la razón nace con nosotros, cuestión más que suficientemente discutida por los académicos y ventilada por los filósofos. Por mi parte no creo aventurar mi juicio asegurando que hay en nuestra alma cierta semilla natural de razón, que cultivada por el consejo y la costumbre produce la virtud, y que por otra parte muere ahogada cuando los vicios la dominan. Más en lo que todo el mundo conviene es en que la naturaleza, ministra de Dios y gobernadora de los hombres, a todos nos ha hecho iguales y al parecer de una misma efigie, como para darnos a entender de que todos somos compañeros o todos somos hermanos. Y en la repartición desigual de los dotes, ya del espíritu, ya del cuerpo, no ha intentado abrir un campo de batalla ni convertir a los más fuertes en facinerosos que puedan disponer a su antojo de los más débiles; sino que con la diferencia de fortunas y de fuerzas ha querido dar lugar a ejercer el amor fraternal, concediendo a unos la facultad de dar y a otros la necesidad de recibir", razona.

"¿Dudaremos todavía de que somos naturalmente libres, compañeros, naturalmente hermanos, naturalmente iguales? No, el entendimiento humano se resiste a consentir que la naturaleza pueda tolerar la esclavitud habiendo grabado tan profundamente en nuestros corazones el eterno principio de la igualdad. Pero inútil es discutir si la Libertad es natural al hombre, cuando está probado que el estado de la esclavitud es un ultraje hecho a su naturaleza y a su amor propio. Lo que falta ahora es manifestar que no tan solo estamos en absoluta posesión de nuestros derechos; sino que también se alimenta en nosotros una vehemente inclinación a defenderlos", cuestiona.

"Las primeras víctimas del despotismo lo sufren con violencia; pero los que nacen después de ellas, como no han disfrutado de la libertad, ni saben en que consiste, sirven sin repugnancia y hacen de buena gana lo que sus pasados solo hicieron a la fuerza. Esto proviene de que naciendo los hombres bajo el yugo, crecen y adelantan con él, no miran más que lo presente, se complacen en vivir como han nacido, no piensan en otro derecho ni otra felicidad que la que han encontrado", alude.

Boétie hace una referencia al metáfora peyorativa de "pan y circo" para el pueblo: "Teatros, juegos, espectáculos, gladiadores, medallas, cuadros, etc. fueron para los pueblos antiguos el mayor incentivo de la esclavitud, el precio de su perdida de libertad y los instrumentos de que se valió la tiranía. Alucinados los pueblos, cebados en pasatiempos frívolos y hechizados por vanos placeres, se acostumbraron paulatinamente a ser esclavos con más facilidad que los niños aprenden a leer, más por el atractivo de las estampas que contiene el libro que por el bien que de su estudio debe resultarles."

El autor recuerda como los tiranos de Roma apelaban a entregar los excesos de la gula: "En las frecuentes distribuciones de trigo, de vino y hasta de dinero, contestaba el pueblo con descompasados gritos de ¡Viva el Rey! ¡Imbéciles! no consideraban que con aquella falsa generosidad no hacían más que recobrar una mínima parte de lo que antes el tirano les había usurpado. El populacho siempre es el mismo: se entrega con pasión a los placeres que no puede disfrutar sin comprometer la dignidad de su ser, y es insensible al daño y al dolor que no puede soportar sin envilecerse".

"¿Y esto es ser feliz? ¿A esto se llama vivir? ¿Hay en el mundo una cosa más insoportable, no digo precisamente para un hombre de mediano saber, sino hasta para cualquiera que conserve un ápice de sentido común o de apariencia de razón? ¿Puede darse la condición más miserable que no poseer una cosa propia y hacer depender únicamente del capricho de otro la conservación, la libertad y aun la vida?", sentencia.

A modo de conclusión, diremos que los conceptos de Étienne de La Boétie seguramente inspiraron a otros pensadores de su tiempo como Michel de Montaigne o François Fénelon, autor de Las Aventuras de Telémaco (1699) un libro que según señala el estudio del profesor Eduardo Montagut, también introduce las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, el famoso trinomio jacobino convertido en el lema principal de la Revolución Francesa.

Luis A. Egea

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