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Emilio Herrera Linares: lealtad a la República y dignidad en la conducta

Emilio Herrera Linares

Homenaje al General don Emilio Herrera en París (1956)

El domingo 29 de enero de 1956, a las diez de la mañana, tuvo lugar en el Círculo Republicano de París, avenida de la Opera 5, un acto de homenaje al ilustre general de Ingenieros, ministro de Asuntos Militares del Gobierno de la República en el exilio, y sabio hombre de ciencia don Emilio Herrera Linares, con motivo de su digno gesto de renunciar al cargo técnico que ocupaba en la ONU, al ser admitida la España franquista en dicho organismo.

Fue un gran homenaje de la emigración, en la que se puso de manifiesto el respeto, el cariño y la admiración que el exilio siente por este gran compatriota, ejemplo de dignidad ciudadana y honra de la España peregrina. El señor Ortega, en breves palabras abrió el acto, y el contralmirante don Luis Monreal dio lectura a las adhesiones, entre las cuales estaba la del partido socialista.

Seguidamente, el señor Félix Gordón Ordás, presidente del Gobierno republicano en el exilio, con palabras llenas de fervor, dedicó unas frases muy justas y bellas a la figura del señor Herrera, continuo ejemplo de fidelidad e hidalguía. 

El general Herrera, se levantó para agradecer el homenaje. En su pecho lucía la medalla número 15 que le corresponde como Académico de la Academia de Ciencias de España. Con voz emocionada, dijo: «Cuando hace un mes, presenté en Ginebra mi dimisión del cargo que, desde hacia 15 días, desempeñaba en la ONU, por haber admitido esta Organización, sin ningún voto en contra, al régimen impuesto por la fuerza en España, no me figuraba que mi acto, tan lógico y natural, había de dar lugar a este homenaje que de ningún modo merezco»

«Al darme cuenta de su idea los queridos amigos que lo han organizado, les expuse mi temor de que con él se creyera que la moral de los exilados españoles había caído a un nivel tan bajo que el hecho de que uno de nosotros hubiera cumplido con su deber era considerado como un suceso tan extraordinario que debía ser celebrado echando las campanas a vuelo». 

«Mi renuncia a aquel puesto representaba, desde luego, un sacrificio de diferentes órdenes: de orden familiar porque en él podía vivir con mis hijos y nietos, de orden económico por lo astronómico del sueldo que se percibe, y de orden científico por permitirme estar en contacto con los últimos adelantos de la Física Nuclear, tan interesantes. Pero un sacrificio no representa un mérito sino cuando hay una opción; yo no podía de ningún modo, seguir sirviendo en la ONU, y esto no significa ninguna censura para mis compañeros exilados españoles, que trabajaban y siguen trabajando en ella, o en las demás organizaciones internacionales en que figura España, porque se encuentran en situación muy diferente de la mía».

«Yo era, sobre todo, el único militar español destinado en la ONU, que además ocupa una alta graduación en el Ejército español, y ya sabemos por las ordenanzas militares de España que -tanto mayor será la falta cuanto mayor la graduación del oficial que la cometiere-, además soy un miembro del Gobierno legal de España y, además también, mi cargo en la ONU no era de simple escribiente o traductor que pudiera pasar desapercibido, sino un puesto técnico destacado dentro de la División Lingüística, a la que estaba afecto. En estas condiciones yo no podía continuar allí y todos los exilados hubieran hecho lo mismo que yo en igual caso, lo que se demuestra por los muchos que, en análogas circunstancias, han procedido de este modo. Tenemos el caso del maestro Pau Casals, que se niega sistemáticamente a aceptar las invitaciones que se le hacen para dar conciertos, no ya en sitios donde colabore el régimen de la dictadura española, sino hasta en donde este régimen está reconocido; el caso de nuestro llorado amigo el profesor Martínez Risco quien, requerido también para hacer un trabajo referente a la energía. atómica en un organismo en el que toma parte el régimen español, se negó a hacerlo, perdiendo así un considerable ingreso; el caso también de mi compañero don Julio Just, que, llamado desde París para constituir Gobierno, tuvo que renunciar a un puesto importante en una organización internacional en Ginebra, espléndidamente retribuido; es decir, que siempre que se presentan estas circunstancias todos estamos dispuestos a obrar según nuestro deber y nuestra conciencia, sacrificando lo que sea necesario».

«Aunque este homenaje sea inmerecido, y aún por esto mismo, me ha producido una inmensa satisfacción por tres motivos diferentes: primero y principal, porque precisamente por no merecerlo, me demuestra que es debido únicamente a la afección y al cariño con que me honran mis compañeros de exilio, desde la más alta magistratura hasta el más humilde que me escribe desde un rincón de Francia cartas tan llenas de emoción como de faltas de ortografía; lo que me emociona profundamente y hace que este acto sea para mí el mayor honor que he recibido en mi vida, que me estaba reservado en los últimos años de ella y que me obliga a un agradecimiento tal, hacia todos, que no encuentro palabras para expresarlo»

«Un segundo motivo de satisfacción es el de tener, con este acto, ocasión de ostentar la medalla numero 15 de la Academia de Ciencias de España, la que honró sobre su pecho el insigne premio Nobel, poeta, dramaturgo, ingeniero y matemático, mi segundo predecesor en la Academia, don José Echegaray, y tengo una gran satisfacción en lucirla hoy, no por vanagloria, la que nunca me ha atraído, sino por poder de este modo, desobedecer y faltar abierta y públicamente a la Orden Ministerial del Gobierno de Madrid, del 10 de abril de 1941, en la que se decreta mi muerte oficial como Académico, con la de otras miembros más, entre ellos el Presidente, el sabio universal don Blas Cabrera (en total, la quinta parte de la Academia), se me prohíbe el uso de la medalla y se me ordena su devolución. Yo no reconozco ninguna legalidad a esta O.M., ni a ninguna otra emanada del mismo Gobierno, y tengo ahora el gusto de desobedecerla. Esta medalla (de la que la Academia ha tenido que fabricar una falsa para entregársela al señor que por esta O.M. me sustituye) permanecerá en mi poder mientras viva y mientras la Academia no recupere su libertad para designar sus miembros, sin intervención de ninguna O.M., como en todas las academias de ciencias del mundo». 

«Y por último, este homenaje me produce la satisfacción de compensarme de las críticas que me han dirigido algunos republicanos españoles. Se me ha dicho que mi sacrificio ha sido totalmente inútil y estéril, que no ha hecho avanzar un solo milímetro a nuestra Causa y que, en cambio, me ha privado de la ocasión de resolver, en unos pocos meses de trabajo, el problema pavoroso de mi vejez. Reconozco que, en parte, esto es verdad; ninguno de nosotros es capaz, por un acto aislado e individual, de nacer un notable beneficio a nuestra causa, por muy acertado y bien intencionado que haya sido hecho; pero, en cambio, un acto aislado e individual de uno de nosotros, hecho desacertadamente o con mala intención, puede originar un gravísimo perjuicio. De esto estamos viendo ejemplos todos los días. Con mi decisión es evidente que no he causado ningún beneficio apreciable para la liberación de España; el dictador ni se ha enterado de ella y si se enterara sólo tendría una sonrisa desdeñosa; -ni se ha hundido el firmamento ni han temblado las esferas-, pero si no se hubiera tomado esa decisión, si nadie hubiera dimitido ni protestado en la ONU ante la admisión de España, se hubiera, ocasionado, en cambio, un daño tremendo a nuestra Causa, hasta el punto de que el problema español podría darse por liquidado, pues todo el mundo diría: ¿para qué vamos a variar el régimen existente en España si los más interesados en que desaparezca, los exilados españoles, no tienen inconveniente en colaborar con él en la ONU, sin que se produzca la menor protesta? Hacía falta, pues, que alguien levantara la voz de protesta y ése, por mis circunstancias particulares, tenía que ser yo».

«Se me ha dicho también que no debía dejar mi puesto en la ONU, con objeto de quitar ese puesto a los designados por la dictadura española. Esto también puede ser cierto, pero sólo para los funcionarios civiles; los militares no podemos olvidar que estamos en estado de guerra con el régimen establecido en España, que ningún tratado de paz ha sido firmado y que nuestro más elemental deber militar nos prohíbe colaborar con el enemigo». 

«También me han dicho que debía seguir en la ONU para hacer en ella propaganda contraria a la dictadura española y sabotear su actuación. Esto podrá dar buen resultado, como lo han demostrado mis antiguos compañeros durante la República, pero yo soy completamente incapaz de trabajar en un organismo, fingiéndome amigo y cobrando un sueldo, para sabotear al que me lo da». 

«Por último, se me ha tratado de Quijote. Esto me agrada pues soy un admirador del Ingenioso Hidalgo; Además estamos ahora conmemorando el 350 aniversario de la publicación y yo puedo celebrarlo a mi modo entablando singular combate contra esos molinos de viento en que se han convertido las Naciones Unidas, para nosotros los españoles libres».

«En esta ocasión, como en todas las que se me han presentado durante el exilio, he tratado siempre de inspirarme en quien yo considero como el exilado número uno, el modelo de exilados: me refiero a Víctor Hugo. No me canso nunca de leer sus obras escritas durante el exilio de 19 años que sufrió, porque se conservan llenas de una actualidad palpitante, como si estuvieran escritas para la situación actual a pesar del siglo transcurrido».

«Refiriéndose, por ejemplo, a los procedimientos seguidos por los dictadores, dice: "Está usted tranquilo en su exilio creyendo que nadie se ocupa de usted; se engaña usted; los ojos del dictador están fijos en usted, espía sus menores movimientos, tiene agentes para enterarse de sus actos, abre sus cartas, le atribuye e inventa hechos y dichos que usted jamás ha realizado ni pronunciado, procurando que sean lo más ridículos posible. No trate usted de defenderse, sería inútil y se reirían de usted. La baba es el arma que emplea el tirano para atacar a los que considera sus enemigos y están fuera de su alcance directo, y contra ella no hay defensa posible. Recibe usted la visita de un amigo que viene a saludarle cariñosamente: es un enviado del dictador para averiguar lo que usted hace y piensa. Viene también a visitarle un hombre misterioso que le dice a usted al oído que se está tramando un complot para asesinar al tirano: es otro enviado por él para saber su reacción al enterarse de está noticia, naturalmente falsa". Todo esto lo experimentamos hoy día los exilados españoles. Por mi parte puedo decir que todas las cartas que se creen dirigidas a mi o procedentes de mí, son abiertas, leídas y repegadas por la censura; algunas hasta tienen el honor de haber sido fotografiadas. Respecto a ser acusados de hechos ridículos, puedo mencionar el artículo de tondo aparecido en el diario «Arriba» del 13 de marzo de hace dos años en el que se me acusa de haber robado las cucharillas de plata de un restaurante en el que se celebraba un banquete en París, al que asistí, llevándomelas a casa para hacer con ellas estudios estratégicos. Como todos saben, este diario es el órgano del único partido político autorizado por el dictador, en el que nada se publica sin su autorización. Naturalmente, siguiendo los consejos de Víctor Hugo, no he tratado de defenderme de esta acusación. Por el contrario, he adquirido varios ejemplares de este diario para enviarlos a los amigos y a los partidarios de la dictadura, a fin de que vean el fundamento y la veracidad de las acusaciones que lanzan contra nosotros».

«Con relación al sentimiento de soledad que nos va invadiendo al ver que uno a uno vamos perdiendo todos los amigos con quienes creíamos contar, Víctor Hugo dice: "Extiende usted la vista alrededor y ve, a un lado, el ejército, el clero, la aristocracia, la magistratura, el cuerpo diplomático, los gobiernos extranjeros, todo lo que hay de noble, todo lo que hay de sagrado, todo lo que hay de respetable, todo lo que hay de respetado, y al otro lado está usted solo y se siente usted sumido en una infinita soledad, y se dice usted: ¿Cómo podré yo solo resistir a todo esto que tengo en contra mía? Sin embargo, no se apure usted, no está usted solo: con usted está la conciencia de todos los hombres honrados y, sobre todo, con usted está su propia conciencia"».

Para la injusticia que nos irrita al ver la miseria de nuestro exilio comparada con la fastuosidad en que viven nuestros antiguos compañeros que se han unido al dictador, tiene Víctor Hugo esta frase final en que termina una carta suya dirigida a un personaje de la corte del Emperador: "En estos tiempos, usted habita en suntuosos palacios, yo vivo miserablemente en el destierro. Yo le compadezco, señor". y firma "Víctor Hugo"».

Por último, terminaré citando unos versos célebres de Víctor Hugo, de los que he hecho una mala traducción al español, y en el que está contenida la norma de conducta de aquel gran exilado, y que debe constituir también la de todos nosotros, unidos en esta fórmula tan sencilla, si es que no podemos unirnos también en un estrecho bloque para la liberación de España, por encima de todas nuestras diferencias políticas. Dicen así esos versos:

Acepto el duro exilio, aún siendo hasta la muerte,

sin pararme a pensar ni tratar de inquirir si alguno ha claudicado, 

a quien creíamos fuerte, ni si otros se han ido, debiendo resistir.

Si sólo quedan mil, con ellos estaré.

Si sólo quedan ciento, yo contra el dictador.

Si sólo quedan diez, el décimo seré.

Si sólo queda uno, serlo será mi honor.



Al terminar de leer su bello y magnifico discurso, la numerosa concurrencia que asistía al acto, expresó su cariño al digno militar y sabio español con una ovación cerrada que duró largo tiempo. El presidente de la República en el exilio, señor Diego Martínez Barrio, pronunció después unas palabras de admiración y afecto para el hombre que siempre supo ser digno de su propia historia y que en todos los momentos dio una tónica de hombría y de lealtad. Estuvieron representados en el acto partidos y organizaciones sindicales en el exilio.

Artículo publicado en El Socialista, en febrero de 1956


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