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Fernando de los Ríos [1879-1949]

Fernando de los Ríos Urruti

En este artículo estudiamos a Fernando de los Ríos, uno de los intelectuales socialistas más destacados en la historia de España.

  
  Eduardo Montagut

Fernando de los Ríos Urruti nació en Ronda el 8 de diciembre de 1879, aunque su verdadero apellido era del Río, cambiándoselo después. Era el primogénito del matrimonio formado por José del Río Pinzón y Fernanda Urruti Rodríguez. Sus dos familias tuvieron destacados miembros entre la burguesía liberal española del siglo XIX. Su padre era sobrino del político Antonio Sánchez del Río, más conocido por el cambio de su apellido, Ríos Rosas. Nuestro protagonista emularía a este pariente con el cambio de su apellido, algo que fue muy común en esta familia. 

Fernando de los Ríos perdió muy pronto a su padre, siendo un niño de cuatro años. Su madre tuvo que sacar adelante a tres hijos, residiendo en Ronda, Cádiz y Córdoba. En Cádiz, un jovencísimo Fernando conoció a un personaje sumamente importante en el seno del anarquismo español, Fermín Salvochea, y que seguramente despertó en él su preocupación social. Ya más mayor llegó a conocer a Kropotkin en Londres en 1907, coincidiendo después con él en Rusia en 1920. Estas tempranas influencias anarquistas dejaron huella en Fernando de los Ríos, algo ahí en sus obras y quizás hasta en su espíritu, siempre contrario a cualquier totalitarismo, aunque siempre dejó muy clara la distancia que le separaba de esta ideología. Por su parte, la mayor parte de los anarquistas españoles siempre respetaron mucho a Fernando de los Ríos, como podría de manifiesto Andrés Saborit. 

Nuestro protagonista estudió el bachillerato en el Real Colegio de Ntra. Sra. De la Asunción en Córdoba. Sus compañeros fueron los hermanos Ortega y Gasset, José y Eduardo, consolidando una amistad perdurable. En 1895 la vida de Fernando cambiaría porque al terminar el bachillerato, su tío y futuro mentor, Francisco Giner aconseja a su madre para que se trasladen a Madrid. Francisco Giner, el verdadero apóstol de la renovación educativa española, ejercerá una imborrable influencia en nuestro protagonista. Entró en contacto con la Institución Libre de Enseñanza y todas las empresas educativas que se pusieron en marcha. Fernando de los Ríos aprenderá de su pariente la importancia de la educación un instrumento para la emancipación personal y el cambio social en España. Sin lugar a dudas, sería uno de los socialistas más empeñados en la importancia de la educación. Ese es el ideal que le animaría cuando fue nombrado ministro de Instrucción Pública. 

Fernando de los Ríos combinará sus estudios en la Facultad de Derecho con las actividades de la Institución Libre de Enseñanza. Obtiene la licenciatura en octubre de 1901, y tras una breve estancia laboral en Barcelona, se reintegra plenamente, esta vez como profesor de la Institución Libre de Enseñanza, a la que siempre fue la vocación de su vida: las tareas pedagógicas. Por aquellos primeros años del siglo, De los Ríos compatibilizaba el magisterio con sus estudios de doctorado, que culminarán con la presentación de la tesis y la obtención del título de Doctor en 1907. Al año siguiente consigue una de las becas concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios y parte para Alemania en 1909 para estudiar las nuevas corrientes pedagógicas en Europa. Pero de este viaje de estudios no trae solamente una mayor preparación intelectual sino también el primer contacto con el socialismo. 

En España comenzó a ser un activo miembro de la Generación del 14. Suscribió el manifiesto fundacional de la Liga de Educación Política Española, colaboró en la revista “España”, y en el “El Sol”, y apoyó al Partido Reformista, sin llegar a militar en la formación de Melquíades Álvarez. Pero la actitud nada rompedora con el sistema político español que terminó por arruinar las expectativas creadas con el reformismo hizo que Fernando de los Ríos buscara otra alternativa seria de cambio. Mientras tanto, su carrera docente se acelera. En marzo de 1911 toma posesión de su cátedra de derecho político en la Universidad de Granada. Pero no se estableció en Granada hasta octubre de 1912, ya que el 19 de septiembre del año anterior solicitó su incorporación como alumno al Centro de Estudios Históricos. Y aunque llegaría a comenzar las clases en la universidad granadina, a primeros de noviembre se trasladó a Madrid para pasar en el Centro el resto del curso 1911/12. En ese último año se casa con Gloria Giner de los Ríos, sobrina de su mentor. 

Una vez en Granada, muy pronto su casa se convertiría en lugar de reunión de las más destacadas personalidades de la vida intelectual, artística y política de la ciudad. Allí coincidirán Falla, Zuloaga, García Lorca, Fernández Almagro, Alejandro Otero, García Valdecasas o Mesa Moles. Pero, además de esta intensa vida intelectual, Fernando de los Ríos se acercará a los centros obreros de la ciudad, destacándose por su defensa de los intereses de los trabajadores, algo que le granjeó la inquina eterna de la derecha de la ciudad. En ese momento Fernando de los Ríos encuentra el lugar político que llevaba años buscando. En 1919 ingresa en el PSOE. 

El Partido Socialista había conseguido incorporar a una figura de altísima talla intelectual, proveniente del mundo de la burguesía liberal, progresista e intensamente democrática. Su valía le hizo alcanzar puestos de relevancia dentro del Partido muy pronto. Tras las elecciones de junio de 1919, y representando a la Agrupación Socialista de Granada, conseguía su primer acta de diputado. Al año siguiente, era elegido como uno de los vicepresidentes del segundo de los tres congresos que el PSOE celebró para debatir la cuestión del ingreso del partido en la III Internacional Comunista. 

Y en este momento Fernando de los Ríos adquiere un gran protagonismo en el debate interno del socialismo español. En ese mismo congreso que hemos citado, y como consecuencia de la renuncia de Besteiro y Largo Caballero, De los Ríos ingresará, como vocal, en la Comisión Ejecutiva. Pero quizás la resolución que más transcendencia tuvo para el nuevo político socialista fue su designación, junto con Daniel Anguiano, como delegado del PSOE, para viajar a Rusia y negociar allí el ingreso condicionado del partido en la Internacional Roja. Fruto de este viaje será su libro Mi Viaje a la Rusia Sovietista (1921), donde vislumbraba el rumbo antidemocrático y totalitario que tomaba la Revolución a la vez que perfilaba las tesis que posteriormente desarrollaría en El Sentido Humanista del Socialismo (1926). A la vuelta de su viaje, y ante las veintiuna condiciones impuestas por Lenin, De los Ríos defenderá en el Congreso extraordinario de abril de 1921 la negativa a ingresar en la III Internacional. Esta será finalmente la opinión que triunfe, frente al informe favorable de Anguiano. La tesis defendida por Fernando de los Ríos era consecuencia de su concepción del socialismo como legítimo heredero de la mejor tradición liberal europea. Esta herencia liberal del socialismo hacía que se intentar conciliar la libertad con la igualdad. En todo caso, De los Ríos aportará una profunda crítica hacia la deriva totalitaria de la Revolución Rusa. 

Esta defensa de la democracia frente al totalitarismo o el autoritarismo sería determinante para entender su postura al poco tiempo del debate sobre la III Internacional cuando se produjo el golpe de Estado que llevó al establecimiento de la Dictadura de Primo de Rivera. Fernando de los Ríos fue tajante en su negativa a colaborar con el dictador frente a otros sectores del Partido que vieron en la mano tendida por Primo de Rivera una manera de influir en materia social. En ese mismo sentido defendió la necesidad de aunar fuerzas con los republicanos para traer la República a España. 

De los Ríos no entendió nunca el socialismo fuera de la democracia, y como consecuencia de esa concepción adoptó una posición radicalmente crítica con la Dictadura de Primo de Rivera, opuesta a cualquier tipo de colaboración con ella y partidaria de una inteligencia entre el PSOE y las fuerzas republicanas para que juntas coadyuvaran al advenimiento de la II República. El ya afamado político socialista veía en la II República la esperanza, constante en su vida y obra, de configurar en España un auténtico Estado de Derecho que sentara las bases para una futura construcción socialista de la sociedad. Los hechos no tardaron en darle la razón. La actitud colaboracionista de la mayoría de su partido fue convirtiéndose en abierto enfrentamiento conforme el régimen primorriverista se desgastaba y crecía en el seno del PSOE la opinión partidaria de colaborar con los republicanos. Consecuencia de esta colaboración será la entrada, una vez instaurada la República, de tres destacados socialistas en el Gobierno Provisional del 14 de abril de 1931: Indalecio Prieto, Largo Caballero y Fernando de los Ríos. Éste último tomaba posesión del cargo de Ministro de Justicia el 15 de abril de 1931, iniciando así una fulgurante carrera ministerial que le llevaría a ocupar las carteras de Justicia, Instrucción Pública y Estado durante el primer bienio republicano. Carrera efímera pero fructífera, pues no en vano se ha calificado la labor ministerial de Fernando de los Ríos como hiperactiva y gigantesca, si se tiene en cuenta la brevedad de sus diferentes mandatos y las complejas circunstancias históricas que rodearon los mismos. 

Apenas ocho meses estuvo De los Ríos al frente del Ministerio de Justicia. En ese poco tiempo, y también como diputado constituyente del PSOE por la provincia de Granada, desempeñó un papel decisivo en la redacción de los artículos más problemáticos y significativos de la Constitución republicana del 9 de diciembre de 1931, precisamente aquellos que tocan la cuestión educativa y la separación Iglesia-Estado. La modificación de los principales códigos legales, la cuestión agraria, la reversión al Estado de los bienes patrimoniales de la Corona, los derechos fundamentales del individuo, la libertad de cultos, la igualdad de derechos, la promoción de la mujer, la reorientación de la política penitenciaria, nombrando para ello a Victoria Kent como directora general de prisiones, primera mujer en el cargo. Son éstos algunos de los frentes en los que tanto se prodigaría Fernando de los Ríos como ministro. Y todo ello sin contar con dos grandes aportaciones: la Ley del Divorcio y el restablecimiento de la Ley del Jurado. 

Pero si encomiable es su tarea como Ministro de Justicia, no lo es menos la brillante y prolija labor que realizó De los Ríos al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes –lo que es hoy Educación–, cargo que desempeñó desde diciembre de 1931 hasta junio de 1933. Bajo su mandato, y como continuación de la política educativa diseñada por su antecesor en el cargo, Marcelino Domingo, hay que destacar, entre otras realizaciones: la creación y puesta en funcionamiento de las Misiones Pedagógicas, con el fin de acercar la cultura y el conocimiento, a través de los libros, el cinematógrafo, el fonógrafo y su música, las pinacotecas ambulantes o el teatro, a los pueblos y ciudades de toda la geografía española; la fundación de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander; la reforma de las enseñanzas universitarias (de Filosofía y Letras y sobre todo de Magisterio); la introducción del bilingüismo en las escuelas; la creación de la Escuela Única y Unificada y los Consejos Escolares; sin olvidar la dignificación general de la Enseñanza en todos sus niveles, el paulatino incremento de los presupuestos educativos y el aumento salarial de los maestros, así como la creación durante este bienio de alrededor de 14000 escuelas. Y sin embargo, pese a toda esta labor, De los Ríos no se sintió cómodo en este Ministerio. El desgaste producido por las constantes críticas de la Derecha le llevarán finalmente al Ministerio de Estado, desde donde sólo tuvo tiempo de conseguir el reconocimiento de la República por parte de la Unión Soviética. 

Estallada la Guerra Civil, Fernando de los Ríos se puso de nuevo a disposición de las autoridades republicanas, primero como encargado de la embajada española en París para negociar la compra y el envío de armas para la acosada república y, finalmente, como embajador español en Washington hasta el final de la contienda. Desde la embajada defendió la causa republicana en escritos, conferencias y todo tipo de intervenciones públicas, llamando la atención acerca de las gravísimas consecuencias internacionales del conflicto español –el primer acto de un gran drama de dimensiones universales–, y procurando armas para el legítimo gobierno republicano. 

Derrotada la República, De los Ríos abandona la embajada el 31 de marzo de 1939 para integrarse como profesor en la New School for Social Research de Nueva York, aceptando así el ofrecimiento de Alvin Johnson, a la sazón rector de dicha institución. El maduro profesor volvía a su más querida profesión. Serán años de estudio y de continuos viajes por las universidades latinoamericanas, agasajado y recibido cordialmente por las autoridades académicas de todas las que visitó. 

Pero no pasaría mucho tiempo antes de que volviese de nuevo a la política. La victoria aliada renovaba las esperanzas de restauración de la democracia en España. Tras la reunión en Méjico de las Cortes Republicanas en enero de 1945, Fernando de los Ríos es nombrado Ministro de Estado del Gobierno republicano en el exilio. Será su último cargo público. Las expectativas pronto se vieron frustradas y Fernando de los Ríos, otra vez derrotado, abandonaba la política y, con ella, las esperanzas de volver a España. Murió en Nueva York, el 31 de mayo de 1949, tras una larga enfermedad que le mantuvo en un estado prácticamente vegetativo. El 28 de junio de 1980 sus restos volvían a España para descansar en el Cementerio Civil de Madrid. 


Eduardo Montagut Contreras es Doctor en Historia Moderna y Contemporánea, colabora con Eco Republicano desde 2014.

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