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Ateneo de Madrid: nuevo intento de destruir su reglamento e identidad

Pedro Alberto García Bilbao


Pedro A. García Bilbao

Llegan a la prensa algunos ecos de los debates que vive el Ateneo de Madrid (fundado en 1835), tal vez porque lo que acontezca en la histórica institución no deja de ser de interés público, no en vano siempre hemos sabido que el Ateneo es una metáfora de España, al haber acompasado siempre la libertad sus pasos en la marcha del país con su particular suerte, suspendido por Fernando VII el primer ateneo español, por Primo de Rivera en los años veinte y durante décadas por la dictadura franquista. En 2023 los peligros son otros y convendría esclarecerlos.

Ocurre que los socios del ateneo acabamos de ser informados por el actual presidente sr. Arroyo, de la celebración cercana de un referéndum interno sobre una reforma integral del reglamento que rige la institución. Hace solamente unos meses ya se celebró una votación en el mismo sentido y que fue rechazada. ¿Tendremos un nuevo intento si la que ahora se presenta es rechazada de nuevo como sería deseable? Tememos que sí. En cualquier caso, se nos propone acudir a votar reduciendo el debate entre posiciones necesario, a un juego vacío. En el comunicado del presidente se habla de una comisión de socios electa, pero ocurre que las comisiones son organismos consultivos que la asamblea puede crear para ofrecer opiniones que informen sobre un tema, pero no son vinculantes ni un espacio que sustituya a una asamblea. Una propuesta de cambio de estatutos/reglamento exige una discusión formal abierta a todos los socios, es decir, exige un debate y una votación en la que se debe alcanzar una mayoría cualificada, en ese proceso, una comisión consultiva tiene su lugar, pero lo que se nos ofrece no es sino una forma de eludir el debate. ¿Dónde está la campaña del referéndum?

El debate sobre el cambio de estatutos/reglamento es algo muy importante. Que el presidente sea parte, emplee su posición para impulsar un cambio radical y extienda razones valiéndose de su puesto sin que haya posibilidad de contestarle, es algo muy poco democrático y sencillamente inaceptable. Si una parte de socios en número suficiente pide un cambio radical de estatutos/reglamento, están en su derecho. Falta por ver que los haya en numero suficiente para cambiar la naturaleza de la institución y liquidar con ello una tradición democrática de doscientos años. Es imprescindible un debate público que permita aclarar para todos los términos de la cuestión. Si el cuerpo social del Ateneo tuviera acceso a un intercambio de posiciones abierto y sereno sobre lo que se pretende hacer y lo que nos jugamos, tenemos la convicción profunda de que de nuevo los grotescos cambios que se quieren imponer serían rechazados.

El reglamento del Ateneo es democrático en la forma y en el fondo. Fundamenta la institución en la participación activa de los socios, tiene mecanismos de control del poder en la forma de asambleas mensuales, mandatos de dos años, junta de gobierno elegida por mitades y cargos electos individuales en listas abiertas no bloqueadas. Los cargos electos no cobran, al tiempo que asumen responsabilidades de gestión y representación, debiendo revalidar sus puestos cada dos años. Por eso no hay limitación de mandatos, porque se rinden cuentas ante las asambleas cada mes y en las elecciones cada dos años. No hay asientos cómodos en el Ateneo. Implican compromiso, participación y saber dar la cara. Este sistema ha permitido al Ateneo perdurar doscientos años. Somos la única institución privada de España que lleva dos siglos funcionando con democracia participativa y control directo y que es capaz de movilizar cada año a cientos de sus socios en asambleas y elecciones.

El Ateneo es perfectamente viable en su modelo histórico todavía vigente. Con ese modelo y una mayoría de votos suficiente, la actual Junta de Gobierno ha podido regir la institución estos dos últimos años perfectamente y desarrollar sus proyectos y darle un estilo propio a la gestión. ¿Donde está el problema entonces? ¿Qué está pasando realmente? ¿A qué dos referenda en seis meses sobre lo mismo?

La clave de los cambios que se quieren, radica en el control del poder. Se desea un modelo presidencialista, mandatos el doble de largos y menor control asociativo interno. Fue el mismo actual presidente quien en algunos artículos en prensa explicó las razones.

De acuerdo con lo expresado por el sr. Arroyo, debería cambiarse de reglamento porque a las grandes empresas no les ofrece seguridad nuestro modelo democrático, ven con recelo que los mandatos de gobierno sean de dos años y que el control a los cargos electos sea continuo. Los mecenazgos y patrocinios no puntuales, sino de más entidad y duración serían posibles, según él, con Juntas de Gobierno que tuvieran mandatos “blindados”. Esto es lo que el sr. Arroyo se permitió exponer en su día, llegando a citar por su nombre a alguna de esas empresas, antes de que se pasara a los actuales argumentos vacíos y llenos de humo con los que enmascara su objetivo de poner fin a doscientos años de tradición democrática.

El Ateneo ha estado abierto siempre al patrocinio y al mecenazgo, pero sin que eso signifique en modo alguno liquidar nuestra independencia, valores y modelo institucional. Una empresa que nos diga cuando y cómo tenemos que votar no es bienvenida, no por los socios que se respeten a sí mismos y a la institución. Un presidente que proponga y defienda una renuncia a los valores e identidad del Ateneo no tiene lugar entre nosotros. Estos cambios que se pretenden no serían aceptados de ser conocidos en su literalidad y razones por los socios, es por eso que nos quieren hurtar el debate. Si dejamos que grandes empresas paguen patrocinios sometidos a cambios de reglamento, no debiera de sorprendernos que esas mismas empresas impongan censura a los temas y participantes de los actos del Ateneo. Estamos hablando de menos democracia, menos participación, menos control de los cargos electos y de censura. Ese es el modelo de Ateneo que está detrás de las palabras engañosas del sr. Arroyo. No es raro por tanto, que el actual presidente se complazca en la oposición absurda que le hacen algunos socios extraviados, curiosamente algunos de ellos los mismos que con su gestión deficiente le abrieron la puerta. Una presidencia al servicio de intereses ajenos que pretende hacer creer a todos que solo hay una oposición y que ésta es irracional. Este es un juego del gusto del presidente y de algunos de sus críticos; en realidad, se necesitan. El nombre de 1820, que agrupa a la facción de Arroyo, procede en realidad de una iniciativa de la presidencia anterior en la que el sr. Arroyo pretendió integrarse pese a ser flagrante su mala gestión; al verse rechazado, recondujo su proceder y al darse cuenta de la potencialidad del Ateneo y de los posibles apoyos externos que podría reunir para hacerse con el control de la institución, el sr. Arroyo dio los pasos para un cambio en el cuerpo social de votantes que avalase su proyecto. De haberse hecho un cambio así respetando el libre debate entre socios y asegurando que las elecciones y consultas se basaran en actos electorales, debates públicos y participativos, sin falsedades ni manipulación, lo aceptaríamos. Pero no fue el caso. Hace seis meses ya se quiso imponer un cambio de reglamento/estatutos que significaba el final del Ateneo histórico y su reconversión en otro tipo de institución. Fue rechazado. Ahora insiste de nuevo.

Pues bien. Es hora de decir bien claro, que en el Ateneo, desde siempre, ha habido en su cuerpo social un compromiso claro con la institución y sus valores democráticos y participativos, cientos de socios que no van a renunciar a su independencia e identidad abierta. El último gran presidente del Ateneo, por su condición de intelectual reconocido, catedrático respetado y ateneísta toda su vida, el Dr. D. Carlos París, supo amparar con su autoritas un gobierno institucional ateneísta que defendió con éxito la institución en momentos difíciles. Nació entonces una corriente de opinión entre los ateneístas llamada Convergencia que apoyó al presidente París y mantuvo responsabilidades de gobierno en años cruciales. Supimos hacer frente a los años de la crisis económica, a la retirada entonces de subvenciones públicas, se multiplicaron los ingresos por alquileres de salas y por patrocinios, se renovó la zona de cafetería y restaurante, se consolidaron las los edificios históricos, se lograron los fondos públicos que han permitido las recientes reformas y se demostró en la práctica que el Ateneo era viable desde su modelo histórico.

Como oposición durante las presidencias de Navarro, Tierno, Armindo y la actual de Arroyo, Convergencia ha seguido una línea constructiva y racional, ajena a coyunturas pasajeras. El Ateneo es viable por sí mismo, pero exige respeto a su modelo histórico y asumir sus valores, es decir, aquello que no han hecho ninguno de esos presidentes: Ni Tierno en su afán por ganar prometiendo todo a todos, ni Navarro al dejarse llevar por prejuicios infundados y absurdos, ni Armindo con un oportunismo descarnado y suicida, ni Arroyo con su pretensión de refundación hacia un modelo corporativo y neoliberal que es la negación misma del Ateneo, han dejado o van a dejar otra cosa que no sea confusión y enfrentamiento.

Ante las cercanas elecciones a Junta de Gobierno y al referéndum sobre cambio de reglamento, los socios del Ateneo que nos agrupamos con el nombre de Convergencia, vamos a seguir defendiendo el modelo y valores que definen la institución desde hace doscientos años: participación, respeto al conocimiento, la ciencia y el arte, papel social de una institución privada abierta a la sociedad. Sabemos que el Ateneo solo tendrá futuro como tal si es democrático y participativo y si sus socios no hacen renuncia a sus valores e independencia. A todos pedimos voten en conciencia sea en las elecciones o en el referéndum que se trae de nuevo a escena. En cualquier caso, y dada la importancia histórica de lo que nos jugamos, quisiéramos dejar claro que hubo en esta fecha de 2023, doscientos años después, quienes siguieron defendiendo con convicción un proyecto de futuro.

Pedro Alberto García Bilbao, profesor y analista político, colabora en Eco Republicano desde 2013. Preside el Colectivo Al Servicio de la República (ASR) y es miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid.

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