Unión Republicana en defensa de la Constitución de 1931
Hoy, 9 de diciembre, España recuerda una fecha que marcó un renacimiento democrático: la aprobación de la Constitución de la Segunda República. Aquel texto, nacido de la voluntad popular y del deseo ferviente de modernizar un país lastrado por viejos privilegios y pesadas cadenas, abrió un camino donde por fin pudo transitar la libertad. La Constitución de 1931 no fue solo un marco jurídico: fue un acto de emancipación nacional, la afirmación de que la soberanía reside en el pueblo y no en linajes que se pretenden eternos.
Con ella se instauró, por primera vez en nuestra historia, un Estado que se declaraba servidor de los ciudadanos, dispuesto a proteger sus derechos y a garantizar su dignidad. El trabajo dejó de ser una condena para convertirse en un derecho protegido; la educación se proclamó pública y gratuita, destinada a iluminar a un país hasta entonces mantenido en la ignorancia; las mujeres, ciudadanas plenas, conquistaron el sufragio universal que las reconocía iguales ante la ley. Y el Estado, por fin laico, se liberó de dogmas que durante siglos dictaron los límites de la libertad de pensamiento.
Aquella Constitución fue también una proclamación de paz en un mundo que caminaba hacia la barbarie: renunció a la guerra como instrumento de política nacional y apostó por la convivencia civilizada, por un internacionalismo fraterno y no imperial. Fue, en suma, la expresión jurídica de una España nueva, deseosa de vivir en justicia y modernidad.
Hoy, Unión Republicana reclama ese legado no como vestigio histórico, sino como piedra firme sobre la que edificar el porvenir. Somos herederos de aquellos que, en febrero de 1936, llevaron la voz de la ciudadanía a las urnas, y somos también los únicos que mantenemos intacto el compromiso con la legitimidad republicana que la violencia trató de destruir, pero que jamás fue derogada por el pueblo español. La Constitución de 1931 sigue siendo, para nosotros, una promesa vigente y una tarea inacabada.
No podemos callar ante quienes, desde el régimen nacido en 1978, han pretendido asentar una monarquía restaurada por la dictadura mientras se borraba la memoria republicana; ante quienes han despreciado la obra de los Gobiernos del exilio y han ocultado a quienes dieron su vida por defender la libertad. Se ha querido despojar al republicanismo de su honor y de su historia; vaciarlo de contenido para convertirlo en una quimera decorativa. Pero hay principios que no perecen, porque arraigan en la dignidad humana y en la lealtad a unas convicciones que trascienden generaciones.
La República -la verdadera, la que consagró la igualdad sin reservas y la soberanía sin intermediarios- es aún una aspiración inconclusa. Y en esta hora incierta, cuando los desafíos vuelven a llamar a nuestra puerta y la democracia parece fatigada, debemos rescatar la fuerza moral de 1931: su impulso transformador, su confianza en el pueblo, su voluntad de justicia.
Unión Republicana reafirma hoy su propósito: restaurar la legalidad republicana, devolver a España un Estado que sea expresión fiel de la ciudadanía y hacer posible una nación más libre, más culta y más igualitaria. Esa tarea, lejos de haber quedado en los libros, vive en la conciencia de quienes saben que el porvenir se construye recuperando la legitimidad y los valores que la Segunda República legó al pueblo español.
Por todo ello, recordando a quienes soñaron y trabajaron por una España mejor, afirmamos de nuevo -con la serenidad de la convicción y la firmeza de la esperanza- que la República no es un recuerdo, sino un destino.
¡Viva la República!
¡Viva la Constitución de 1931!
Comisión Ejecutiva Nacional de Unión Republicana








