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Miguel de Unamuno contra la monarquía y la dictadura (II)

Miguel de Unamuno
El Vice-Imperio Ibero-Africano


Don Alfonso XIII, el último Habsburgo coronado, se propuso, así que llegó a reinar en España, reparar el desastre de la Regencia, el de 1898, la pérdida de Cuba, de Puerto Rico y Filipinas. La de Filipinas se debió sobre todo al asesinato del noble tagalo Rizal. Con tal propósito preparaba –¡pobre Canalejas!- la conquista de Portugal y soñaba en la de Marruecos por guerra de Cruzada. Una vez declaró a su ministro, el Sr. Alcalá Zamora, que solo esperaba la mayor edad del desgraciado Príncipe de Asturias –ex futuro Alfonso XIV- para intentar establecer el poder personal, declarándose emperador y rey absoluto, y si le fracasaba, abdicar en su hijo. Con tales designios durante la gran guerra se mantuvo al lado de los Imperios centrales en espera de que, vencedores ellos –así lo creía él- le darían Gibraltar, todo Marruecos –Tánger incluido- y Portugal, quedándose Alemania con las colonias de éste. Y así se establecía lo que hemos llamado el Vice-Imperio Ibero-Africano.





Siendo ministro de Estado el marqués de Lema, el rey, actuando anti-constitucionalmente de agente diplomático -¡se cree, el pobre, con dotes de tal!- le dijo que se iba a Londres a arreglar lo de Tánger. De Londres y de París, donde se detuvo luego, volvióse a España echando chispas. Habíanle deshauciado haciéndole ver que mal podía pretender un protectorado sobre Tánger, un Estado –no digamos nación porque la nación y el pueblo permanecían extraños a esos ensueños imperialistas y pretorianescos-, un Estado que no sabía pacificar el Rif, llevando una Cruzada contra todos los derechos de gentes y de humanidad. Entonces fue cuando el rey pidió al general Fernández Silvestre, mucho menos civilizado que los moros, que tomase Alhucemas para poder exigir Tánger.

El Silvestre le prometió que el día de Santiago Matamoros ondearía en Axdir la bandera del rey. Y vino lo de Annual, debido más aun que a impericia militar o a cobardía, a que la campaña de Marruecos era impopular, inmoral e injusta. Y empezó el clamoreo pidiendo responsabilidades, no sólo militares, sino administrativas, por la sangría y el robo sueltos de Marruecos… Era la minoría socialista del Congreso la que llevaba en ello la voz cantante, como en pedir el abandono, por humanidad y por justicia, de Marruecos.

Inmediatamente, los pretorianos y el rey se propusieron ahogar lo de las responsabilidades y eso, aunque el rey me dijo a mí mismo –y Romanones lo oyó- que sí, que había que exigir todas las responsabilidades y las de todos, “hasta las mías –añadió- si me alcanzasen”.

A la vez, los pretorianos rapaces e inhumanos –su cabecilla el general M. Anido- se indignaban por el rescate de los cautivos de Annual y pedían el desquite como si se tratara de un duelo. Tal era el origen de la inquina contra el Sr. Alba, de quien el rey decía que quería entregar Marruecos a los colonialistas franceses. A lo que hay que agregar, que el Sr. Alba era el mejor enterado de las depredaciones y robos y chanchullos de los jefes pretorianos en Africa.Y así se preparó el golpe de estado del 13 de Septiembre de 1923.

No lo preparó el botarate de Primo de Rivera, patente mentecato, lo que no quita que sea mal sujeto, henchido de ruines y rastreras intenciones y de pésima fe. Primo redactó el grotesco y soez manifiesto, el de la casta y la masculinidad y la invitación a la delación anónima y las calumnias. El pronunciamiento se dirigió desde San Sebastián, donde estaba el rey y el M. Anido al teléfono, en la sucursal del Credit Lyonnais. No lograron el rey y sus pretorianos coger al Sr. Alba para fusilarlo. Y se inauguró lo que llaman dictadura y es tiranía pretoriana con que se atropella más aún que a la Libertad a la Justicia. Los pistoleros asesinos entraron al servicio de Gobernación. Y así los bomberos dejaron de provocar incendios. Aunque no del todo.

Y seguía lo de Tánger. El botarate de Primo, se fue a Marruecos a intentar una retirada, acaso para crear un conflicto con Francia, pero tuvo que retractarse y se entró en el convenio franco-español, para la toma de Alhucemas y la captura de Abd-el-Krim, que había de ser el desquite duelístico de lo de Annual y la prenda para exigir de nuevo Tánger. Ya el rey había calificado solemnemente, en un disparatado discursete ante el Papa, de Cruzada la operación de policía para establecer el protectorado civil en el Rif. Con la ayuda terrestre y marítima del ejército francés, se logró la modestísima toma de Alhucemas, a la que de una manera grotescamente cómica, se le quiso dar el alcance de un victoria épica. Mas el pueblo permaneció frío y el monumento conmemorativo de aquella acción, hubo que elevarlo dentro del Ministerio de la Guerra. A nadie engañó el simulacro. Ni se rindió Abd-el-Krim, sino algo más tarde, después de unas negociaciones y teniéndole que dar diez millones de pesetas. Y se rindió a los franceses, con la garantía de ser tratado como un jefe enemigo beligerante y no como un faccioso rebelde. El verdadero rebelde –rebelde a la civilidad y a la humanidad- había sido el general F. Silvestre. Aquella entrega del caudillo rifeño hirió en lo vivo a los duelistas matones del pretorianismo imperialista del Estado de Alfonso XIII –no quiero llamarle español.

A todo esto en España, ni había Parlamento, ni corporaciones de sufragio popular, a pesar de que Don Alfonso prometía su restablecimiento por dos veces a Mr. Briand y a otros. Pero no veía el modo de evitar que se les pidiese cuentas a los pronunciados del 13 de Septiembre, a los tiranuelos de la dictadura y a él mismo. En 13 de Septiembre de 1924, en el primer aniversario del garrotazo de Estado, el rey mismo le dijo a un amigo mío: “Esto pasará y se hará justicia a todos”. Es lo que el Sr. Sánchez Guerra pidió en Vitoria. Pero lo que no se quiere es justicia y para evitar que se haga justicia se mata la libertad. Porque sin libertad no se puede hacer justicia; ¡libertad de la Verdad!

Por no haber Parlamento, ni autoridades populares de sufragio libre, por no ser España nación democrática y libre y constitucional, no pudo seguir en la Sociedad de Naciones. Y por eso mismo no puede reclamar el protectorado de Tánger. ¿Protectorado? ¿Y quién protegerá de los protectores a los protegidos?, de esos protectores que atropellan el derecho y la justicia y la dignidad y en España misma tratan a los ciudadanos como a siervos sin derechos, estableciendo el robo de Estado, como en las multas llamadas extralegales, y el asesinato de Estado como en lo de los primeros sucesos de Vera? No, los de la innoble y salvaje e inhumana Cruzada del Rif, no pueden pedir la regencia de Tánger. ¿O es que se quiere hacer de Tánger –lo que queda del ensoñado Vice-Imperio Ibero-Africano- un otro Principado de Mónaco, con Mr. Marquet de Gran Visir y en que alguna vez vaya a tallar, rodeado de sus caudillos bien alumbrados, el Príncipe mismo? ¡Que todo pudiera ser…!

¡No! Al pueblo español, al verdadero pueblo, le tiene sin cuidado lo de Tánger. Y a los que ven lejos y hondo les preocupa este aspecto de desquite duelístico mezclado con matonerías de timba. Y comprenden que la dignidad y la civilidad de España no pueden quedar bien si no queda mal la pretorianería. Como comprenden también que, si los ejércitos son para evitar guerras y no para provocarlas, no se puede hacer ni guerras ni guerrillas para los mercenarios del ejército y para ascensos y recompensas y obvenciones.

Miguel de Unamuno

Hojas Libres. En Hendaya, a diez de marzo de 1927
Unamuno escribe desde su exilio en Francia

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